Por Bob Davis y John W. Miller
The Wall Street Journal
El colapso de las negociaciones de Doha para un nuevo acuerdo de comercio global debido a los enfrentamientos entre los países ricos y los emergentes sugiere una triste realidad: otros proyectos globales, desde la reducción de las emisiones de gases con efecto invernadero a la eliminación de las restricciones a las exportaciones de alimentos, enfrentarán también obstáculos desalentadores.
Todos los esfuerzos de cooperación global luchan contra las mismas fuerzas, entre las que cabe destacar el resurgimiento de un fuerte sentimiento nacionalista en todo el mundo, la imposición de gigantes económicos emergentes como China e India, y la ruptura de muchos lazos de la Guerra Fría que unían a varios países en desarrollo a Estados Unidos y Europa.
"La forma en que se hundió la Ronda de Doha es un anticipo de lo que probablemente veremos en otras negociaciones semejantes", dice Kimberly Elliott, representante del instituto de investigación Center for Global Development, con sede en Washington. "Los mercados emergentes (como China e India) están cobrando todo el protagonismo", incluso cuando ese papel conlleva alienar a otros países aún más pobres, explica.
"Si la Ronda de Doha falla sistemáticamente, pondrá en duda la habilidad de todas las partes para encontrar soluciones dentro de un marco global a problemas complejos como el cambio climático, el encarecimiento del petróleo y el alza de los alimentos", decía un comentario de la agencia de noticias estatal china Xinhua.
Las negociaciones de Doha colapsaron después de que China e India insistieran en su derecho a reimponer aranceles (o subirlos) en caso de que se registrara un auge en las importaciones de alimentos. Pero el acuerdo comercial que se estaba dibujando abordaba temas relativamente pequeños en términos del impacto sobre el crecimiento económico comparado con el debate del calentamiento global. Limitar el aumento de las emisiones de gases con efecto invernadero podría impactar el crecimiento al obligar a las industrias a reajustar sus fábricas y a los consumidores a cambiar su estilo de vida. El sacrificio podría provocar una reacción todavía más feroz por parte de Nueva Delhi y Beijing.
Los negociadores llevaban siete años trabajando en un acuerdo comercial de Doha y a menudo se vieron atascados. Pero en la cumbre celebrada esta semana en Ginebra, las partes parecían estar más cerca que nunca de poder alcanzar un acuerdo debido a que EE.UU. y Europa habían accedido a hacer las tan esperadas concesiones sobre los subsidios agrícolas que animarían a los países emergentes a liberalizar más sus mercados a los fabricantes y compañías de servicios de EE.UU y Europa. Brasil, un líder de los países en desarrollo y uno de los mayores exportadores agrícolas, estuvo de acuerdo. Pero a pesar de la intensa presión para que siguieran la corriente, India y China se negaron.
En el pasado, los acuerdos orquestados por EE.UU. y Europa solían ser aprobados por los países emergentes, a menudo por temor a perder acceso a los mayores mercados del mundo y ofender a las potencias políticas más prominentes. Con el fin de la Guerra Fría y el surgimiento de su poder económico, China e India sintieron que tenían poco que perder si imponían su veto.
Bajo las normas de la Organización Mundial del Comercio, los 153 miembros deben estar de acuerdo para aprobar un pacto aunque, en la práctica, sólo los países económicamente importantes tienen derecho a voto. De hecho, entre los siete países que dirigían la mayor parte de las negociaciones, no había ningún país africano.
No es probable que el fracaso de las negociaciones tenga efectos inmediatos sobre el flujo del comercio mundial ni sobre el crecimiento económico. Al margen de los sectores agrícola y textil, los obstáculos al comercio son generalmente pocos en todo el mundo tras décadas de recortes en los aranceles. Pero las consecuencias del fracaso son aún significativas debido a que se envió el mensaje de cuán difícil es llegar a acuerdos globales. "Este es el primer fracaso de un acuerdo multilateral de comercio desde la década de los 30", una era de proteccionismo, dijo Fred Bergsten, director del Instituto Peterson para la Economía Internacional. La ausencia de una liberalización del comercio, predijo, conducirá a un incremento en los esfuerzos por proteger a las industrias locales de todo el mundo de la competencia. Aunque el líder de la OMC, Pascal Lamy, guardaba la esperanza de que las conversaciones pudieran ser resucitadas, el comisionado de Comercio de la Unión Europea, Peter Mandelson, dijo que las conversaciones en Ginebra representaban un "funeral" para la Ronda de Doha.
Dado el papel de liderazgo de EE.UU. en la política comercial, el fracaso de Doha esencialmente pasa el problema al siguiente presidente, quien probablemente no lo considerará una prioridad. Daniel Tarullo, un profesor de derecho de la Universidad de Georgetown quien asesora al presunto candidato demócrata Barack Obama, dijo que "los negociadores estadounidenses hicieron lo correcto al retirarse de lo que parecía ser un acuerdo desventajoso para Estados Unidos", aunque dijo que los negociadores "no deberían abandonar sus esfuerzos". Philip Levy, un economista del American Enterprise Institute, que asesora al presunto candidato republicano John McCain, dijo que la inhabilidad de llegar a un acuerdo "pone en duda algunos de los cimientos del sistema global de comercio".
En vez de acuerdos globales, esfuerzos fragmentados en temas de comercio global podrían convertirse en la norma. Los acuerdos comerciales futuros también podrían enfocarse en intereses nacionales más restringidos, en vez de conversaciones al estilo de Doha en donde se les pide a los países hacer concesiones en un área para obtener ganancias en otra.