Por Thomas Sowell
Libertad Digital, Madrid
Algunos de los que se oponen con más firmeza a la deslocalización de las actividades económicas de Estados Unidos a otros países a menudo parecen pensar que sí debemos subcontratar nuestra política exterior a la "opinion mundial", o actuar sólo junto a "nuestros aliados de la OTAN".
Como tantas cosas que se dicen cuando se trata de asuntos de interés público, se presta muy poca atención al verdadero historial de la "opinión mundial" o la de "nuestros aliados de la OTAN".
A menudo se asume de plano que los países europeos son muchísimo más sofisticados que los "vaqueros" americanos. Pero increíblemente hay muy poco interés en el historial de los sofisticados europeos a quienes se supone debemos consultar sobre nuestros propios intereses nacionales, incluyendo nuestra supervivencia nacional, en un momento en que los terroristas pueden adquirir armas nucleares.
A lo largo del siglo XX, los supuestamente sofisticados europeos se las ingeniaron para crear algunas de las formas de gobierno más monstruosas sobre el planeta (comunismo, fascismo, nazismo) en tiempos de paz. Además, iniciaron dos guerras mundiales, las más sangrientas de toda la historia de la humanidad. En cada una de ellas, tanto los ganadores como los perdedores acabaron mucho peor de lo que estaban antes de que las contiendas se iniciasen.
Después de ambas guerras mundiales, Estados Unidos tuvo que intervenir para evitar que millones de personas en Europa murieran de hambre en medio de los restos y escombros que sus guerras habían creado. No me parece que sea gente ante cuya sofisticación debamos ceder.
Entre las dos guerras mundiales, los intelectuales europeos, más que la gente de a pie, malinterpretaron por completo la amenaza de la Alemania nazi y se dedicaron a impulsar el desarme en Francia e Inglaterra, mientras Hitler aceleraba la creación de la mayor fuerza militar del continente, con el objetivo evidente de dirigirla contra los países vecinos.
Durante la Guerra Fría, muchos intelectuales europeos volvieron a malinterpretar la amenaza de una dictadura totalitaria, soviética en este caso. Cuando finalmente reconocieron la amenaza, muchos se preguntaron qué sería mejor, "ser rojos o despojos". No estaban más preparados para hacerle frente a la Unión Soviética de lo que lo habían estado para responder a la Alemania nazi en los años 30.
Peor aún, buena parte de la élite intelectual europea se oponía a que Estados Unidos le hiciera frente a la Unión Soviética. Muchos de ellos se mostraron consternados cuando Ronald Reagan resolvió la amenaza de nuevos misiles soviéticos que apuntaban a Europa Occidental desplegando más de los suyos dirigidos a la Unión Soviética. En efecto, Reagan avisó a la Unión Soviética y los puso, mientras que muchos de los sofisticados europeos, así como buena parte de la élite intelectual americana, sostenían que su política nos llevarían a la guerra. En vez de esto, nos llevó precisamente al fin de la Guerra Fría. ¿Debemos imitar ahora a aquellos que tanto, tanto y tantas veces se han equivocado en los últimos cien años?
Thomas Sowell es doctor en Economía y escritor. Es especialista del Instituto Hoover.
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