Por Samuel Gregg
ABC Digital
GRAND RAPIDS, Michigan - Los milagros suelen pertenecer a lo sobrenatural, pero el 20 de junio es el 60º aniversario de la resurrección económica europea, que luego se deterioró en décadas posteriores. En 1948, Europa Occidental se levantaba de los escombros de seis años de guerra. Alemania seguía sufriendo de racionamientos y su moneda valía cada vez menos. Millones dependían del mercado negro para sobrevivir.
La economía alemana seguía atada por regulaciones impuestas por los nazis durante la guerra, pero no sorprendía que los Aliados no les hubiesen quitado esas cadenas. Casi todos estaban convencidos de que el futuro estaba en la economía altamente planificada. Los del “New Deal” de Roosevelt, keynesianos y socialdemócratas controlaban el poder.
Todos, con una excepción. A principios de 1948, un economista desconocido llamado Ludwig Erhard fue nombrado director económico de las zonas ocupadas por los norteamericanos y británicos. Nacido en Bavaria y creyente en el libre mercado, Erhard pasó la guerra en un instituto de investigaciones financiado por empresarios, escribiendo sobre la Alemania de la posguerra. Erhard consideraba que la libertad económica era indispensable para la recuperación y su nombramiento en 1948 lo colocó en la posición ideal donde instrumentar sus ideas.
La revolución de Erhard se llevó a cabo en dos partes. Primero, con el apoyo de los Aliados, el 20 de junio de 1948, creó una nueva moneda, el marco alemán. Al día siguiente, mercancías que habían desaparecido porque la gente no confiaba en la moneda anterior, surgieron por todas partes.
Pero el segundo paso de Erhard fue más difícil. Él sabía que el efecto de la reforma monetaria duraría solamente si el marco reflejaba el precio verdadero de los bienes y servicios. Eso significaba abolir el racionamiento y los controles de precios, algo que no había sido aprobado por las autoridades aliadas. Pero el 24 de junio Erhard procedió a hacerlo.
Los beneficios fueron inmediatos. El dinero reflejaba su verdadero poder de compra. La gente perdió el miedo de vender mercancías y las colas desaparecieron. Los incentivos empresariales se volvieron realidad y así comenzó la extraordinaria prosperidad alemana de la posguerra.
Esta historia tiene otro matiz, cuyas consecuencias siguen perturbando a Alemania: en muchas ocasiones, Erhard reconoció su deuda intelectual con un pequeño grupo de economistas alemanes quienes, con gran riesgo personal, defendían la libertad económica inclusive antes de 1939. A menudo llamados ordoliberales o neoliberales, economistas como Wilhelm Röpke habían criticado el deslizamiento alemán hacia el colectivismo, lo cual -argumentaban- había comenzado cuando Otto von Bismark impuso aranceles en 1878, terminando en la pesadilla de la economía nazi bajo Hitler.
Un apasionado antinazi, Röpke, huyó de Alemania en 1933 y su antinazismo incluía duras críticas al socialismo del programa Nacionalista Social. Los ordoliberales creían en libre empresa y libre mercado y que el papel del Estado es mantener la estabilidad monetaria, el Estado de derecho, el cumplimiento de contratos, los derechos de propiedad, mercados abiertos e impedir que los empresarios crearan carteles y los sindicatos monopolios laborales.
Estos economistas apoyaron las reformas de Erhard en 1948. Menos conocido es que muchos ordoliberales se convirtieron en críticos de las políticas económicas alemanas poco después de la Gran Reforma de 1948.
Ya en 1950, Röpke advirtió en un informe comisionado por el gobierno que ya se notaba “una fuerte tendencia” a restringir exageradamente el mercado. Röpke insistía que los gastos sociales y los impuestos para pagar por ellos no pueden sobrepasar cierto nivel “sin perjudicar los aspectos expansivos y concertadores de una economía de libre mercado”.
Las críticas de Röpke a los programas de bienestar aumentaron en los años siguientes. Censuró duramente la decisión del gobierno de Erhard de 1957 de ajustar el programa de pensiones al costo de la vida, declarando que era un paso para convertir el sistema de bienestar en “una muleta para la sociedad”.
Esa muleta está viva y fuerte hoy. Así, en la búsqueda de votos para las elecciones de 2009, los partidos políticos alemanes ofrecen rebajar los impuestos, al mismo tiempo que prometen más gastos sociales. Eso no es financieramente responsable, pero los políticos saben que muchos alemanes no votarán por quien diga que va a reducir el estado de bienestar.
Otra bomba de tiempo identificada por Röpke fue que el gobierno no impidiera que los sindicatos establecieran monopolios laborales. En 1960, Röpke argumentó que tales monopolios crearían inflexibilidad salarial, lo cual generaría alto desempleo, pero eso sonaba alarmista en tiempos de poco desempleo. Hoy, con un alto e incurable desempleo, nadie se burlaría de las predicciones de Röpke.
Röpke murió en 1966 y no vio sus predicciones convertidas en realidad. Pero todo político interesado en el tema debe leer “La economía de la sociedad libre” de Röpke, publicado en 1937 y que sigue siendo una brillante introducción a cómo funcionan los mercados. Röpke sabía que las economías de mercado se basan en unos pocos principios sencillos. Mantenía que no había nada “milagroso” en la prosperidad alemana después de 1948, que resultó al permitir el funcionamiento de los mecanismos fundamentales del mercado.
Para la Alemania actual, el remedio y salvación pueden encontrarse en su pasado no muy lejano. ¿Pero hay algún político alemán que pertenezca a la corriente dominante y sea tan valiente para decirlo? Eso quizás requeriría una intervención divina
El autor es Director de investigaciones del Acton Institute y autor de “Wilhelm Röpke’s Political Economy” a publicarse en 2009.
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