Por Enrique Szewach
Perfil
Una empresa “vale” la historia creíble de éxito que puede contar sobre su futuro. Mejor dicho, si se me permite una acotación técnica, el “valor presente” de esa historia de futuro. En otras palabras, el valor de mercado de una empresa “hoy” es la percepción sobre su historia futura traída al presente, mediante alguna técnica financiera.
Pero la historia de una empresa depende de sí misma y de su “circunstancia”, y allí es donde entra a jugar la macro global y, en particular, la macro del país en que esa empresa desarrolla sus negocios principales.
Si el país en que actúa la empresa no puede contar una buena historia sobre su futuro, el valor de la empresa será menor por dos razones. La primera es que resulta menos creíble una historia de éxito individual en un contexto de fracaso general. La segunda, porque “traer al presente” el futuro, en materia financiera, es descontarlo a una tasa de interés determinada, que depende de la tasa de interés de mercado y de la tasa de riesgo del país en cuestión.
A mayor riesgo, mayor tasa de descuento y, por lo tanto, menor valor. No es lo mismo si yo le digo que le compro su casa en US$ 100.000 al contado, o en diez cuotas mensuales de US$ 11.000. Para saber qué le conviene, usted necesita “traer” cada cuota en cuestión al momento presente, sumarlas y compararlas con el precio de contado. Para eso hace falta la tasa de interés. Pero la tasa de interés no será la misma si la casa está en Bruselas, por ejemplo, o si la misma casa, con los mismos metros cuadrados, materiales, y comodidades se encuentra en el partido de San Martín, provincia de Buenos Aires. (Adivinanza: ¿cuál vale más?)
Nos guste o no, suene racional o irracional, ésa es la manera en que funciona el mercado de capitales global, para valuar, comprar o vender una empresa, sea grande, mediana o pequeña.
Por supuesto que esas historias se traducen a números. Planes de negocios. Ingresos, etc. Pero esos números necesitan una historia creíble detrás.
Crónicas. La Argentina de los últimos meses empezó a mostrar dificultades para contar una historia de éxito hacia el futuro. Primero, el panorama político. Hace apenas ocho meses, los principales analistas políticos del país hablaban de los temores crecientes por la hegemonía de los Kirchner. “Kirchnerismo por veinte años más”, con Néstor y Cristina sucediéndose mutuamente y hasta entraba en escena su hijo mayor. Ahora, los mismos analistas especulan respecto de si Cristina puede terminar su mandato. En ese entorno, la economía muestra dificultades crecientes. Un escenario internacional, con alta probabilidad de enfriamiento global, revaluación del dólar y freno a la suba de los commodities.
Un escenario regional, también con desaceleración del crecimiento de nuestros socios comerciales. Y un escenario local, con alta inflación y problemas graves de competitividad de las empresas. El consumo que se frena. Crédito escaso y caro. Superávit fiscal sostenido cada vez con más maquillaje. Un perfil de vencimientos de deuda ajustado.
Sin la posibilidad de una historia macro exitosa, las historias individuales son más difíciles de vender. Más todavía con el 16% de tasa “piso” que fijó el Gobierno argentino, vendiéndole bonos al amigo Chávez. Tasa que afecta, como comentara, el cálculo del “valor presente” de las empresas argentinas.
Con este panorama, resulta más fácil explicar el mal humor de la mayoría de los empresarios “mediáticos” de la Argentina, que han comenzado a reclamar, tímidamente en público, lo que comentaban más enfáticamente en privado.
La pérdida de valor de mercado de muchas empresas locales fue importante en estos últimos meses. Y no sólo el valor de las empresas. El valor de nuestros activos, y en especial los que respaldan nuestras futuras jubilaciones, dada la obligación que nos han impuesto –vía las AFJP– de ahorrar en deuda pública, también se ha desplomado. (Los que mantengan la ilusión de que la jubilación estatal les compensará lo que no ahorren en su vida activa para darles una vida digna en la etapa de retiro, que miren al jubilado que tengan más cerca, como ejemplo). Recuerde que cuando se “miente” en el CER, los principales perjudicados somos los ahorristas argentinos y no Rockefeller, que no debe saber si tiene o no títulos ajustables de un lejano país del Sur en su cartera de inversiones.
El mal humor se acrecienta aún más, porque crece la percepción de que el Gobierno bien pudo evitar que se contara esta “mala historia” sobre la Argentina. Es más, muchos consideran que, pese al cambio en el escenario global, aún se está a tiempo de recuperar un rumbo relativamente exitoso y contar otra historia. En síntesis, más allá de los temas individuales de cada uno, si la Argentina como país no es capaz de volver a contar una historia creíble de éxito, el deterioro de las expectativas irá en aumento y los problemas también.