Por Gardenia Mendoza Aguilar
La Opinión, Los Angeles
MÉXICO, D.F.— Los mexicanos se volcaron ayer a las calles con la absoluta convicción de que los empujaba una fuerza superior a su estatus social, político o económico: familiares, amigos, conocidos o ellos mismos han sido víctimas de delitos, como asesinatos, secuestros, robos, violaciones, desapariciones, torturas…
La marcha Iluminemos México logró sacar a las calles a cientos de miles de personas en 70 ciudades del país, según cifras extraoficiales. En Ciudad de México, las autoridades contabilizaron a 200 mil manifestantes.
Vestidos de blanco y con veladores que encendieron al culminar la manifestación, llevaron también sus historias a cuestas y un reclamo unilateral: "México quiere paz".
"Hartazgo. Lo que siento es hartazgo, rabia, soledad", dijo Michelle Valadez, una mujer de 30 años de edad, quien enviudó hace poco tiempo, cuando no pudo pagar los cinco millones de dólares que los secuestradores pedían para liberar a su marido.
Durante dos meses la policía estuvo apoyando las negociaciones, pero todo se perdió cuando no pudieron cubrir la cuota impuesta por los plagiarios.
"Nos dijeron: ‘Olvídense de Ignacio’, y al día siguiente lo tiraron a dos calles de mi casa, sin manos, ni pies", recuerda entre sollozos Michelle, quien después de la tragedia abandonó Ciudad de México.
Junto con sus tres hijos vive ahora en León, Guanajuato, pero ayer regresó a su natal Distrito Federal para manifestarse en contra de la violencia y a hacer pública su historia con una gigantesca manta en donde clama justicia.
Durante 2007, el número de secuestros llegó a 785 y en lo que va de 2008 se han registrado en el país 450, de acuerdo con información de la Secretaría de Seguridad Pública (SSP) federal, aunque según otras fuentes, como el Instituto Ciudadano de Estudios sobre la Seguridad (ICESI), en México se cometen alrededor de 17 plagios al día.
"¡Fuera corrupción, fuera impunidad, fuera de dejar hacer. Necesitamos trabajar por nuestra patria!", gritaba en la marcha Alejandro Martí, el empresario a quien una banda de secuestradores le mató un hijo de 14 años, caso que impulsó una serie de denuncias y reclamos que culminaron en la organización de Iluminemos México.
"Si no pueden, renuncien", dijo Martí recientemente en un elocuente discurso frente a las autoridades que en días pasados promovieron un acuerdo de 74 puntos para hacer frente a la seguridad.
El mensaje fue retomado ayer en cientos de pancartas levantadas por todo lo alto, además de otras peticiones como "Pena de muerte para los delincuentes", "No más corrupción", "No más impunidad", "Policía: no mates a tus hermanos" o "Alto a la muerte".
México ocupa el primer lugar en agresiones y robo con violencia perpetrados con arma de fuego —el 16% y el 30%, respectivamente— y está en los primeros peldaños de sobornos y en porcentaje de delitos no denunciados y no registrados oficialmente, de acuerdo con datos revelados en abril por la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Esto, aunado a las casi tres mil muertes violentas relacionadas con el narcotráfico registradas este año, tienen sumida a la sociedad en una profunda indignación.
La familia de Gildardo Díaz, un comerciante de 63 años cuyo hijo fue asesinado en 2006 por policías del Distrito Federal, acudió ayer a la marcha con camisetas impresas con la foto de su ser querido.
"Él era abogado de la Procuraduría y sus jefes le encargaron investigar a los seis policías que lo mataron cuando salía de casa —frente a sus dos niños de 11 y 17 años— porque había descubierto que ellos eran vendedores de droga", relató.
Mónica Torres, la madre de una muchacha de 13 años que fue violada de manera tumultuaria y después ahorcada el pasado 17 de mayo, también acudió a la marcha.
"La busqué por todas partes, hasta que la encontré en el forense, casi un mes después de que murió; la policía dijo, sin hacer bien las averiguaciones, que era una mujer de 30 años y que había muerto por crimen pasional, ¡qué clase de gente están investigando los delitos!, no están preparados", dice.
José Manuel Duarte, oriundo de la fronteriza ciudad de Mexicali, Baja California, marchó por un solo reclamo: quiere encontrar a su hermano, vivo o muerto.
"Desapareció en el cuartel de policía donde estaba detenido porque lo acusaron de ser traficante de ilegales... de eso hace seis años: yo creo que querían hacerlo confesar y se les pasó la mano, ¿es eso justicia?", preguntó.
La actriz Laura Zapata, quien sufrió un secuestro junto con su hermana Ernestina Sodi, también participó en la marcha contra la delincuencia, donde aseguró que "los mandos policiacos son las cabecillas de las bandas de secuestradores".
Famosos, empresarios, cantantes, profesionistas, comerciantes, desempleados, amas de casa coincidieron en la desconfianza hacia una figura que debería ser protectora: la policía.
"Me asaltaron frente a una patrulla y no hicieron nada", señaló Luis Eduardo Cantú, un contador de 32 años a quien le han robado con violencia en seis ocasiones.
Luis Eduardo marchó hasta el Zócalo de la capital mexicana con su novia, sus hermanos y sus padres, como muchas familias mexicanas, y a las 8:00 p.m., dos horas después de que arrancó la caminata, encendió su veladora y oró al ritmo del Himno Nacional.
"Más si osare un extraño enemigo/ Profanar con su planta tu suelo/ Piensa, ¡Oh Patria, querida! que el cielo/ Un soldado en cada hijo te dio/Un soldado en cada hijo te dio...", se escuchaba al unísono.
—¿Crees que mejore la situación?, se le preguntó, porque era esta la tercera megamarcha de los últimos 11 años en contra de la inseguridad en el país.
—No sé... hay que tener fe.