Por Rodolfo A.Windhausen
El Nuevo Herald
El discurso de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner en la ONU ha sido criticado con justa razón por sectores no afectos al peronismo en la Argentina y, en opinión de muchos observadores, terminó siendo otro ataque gratuito del kirschnerismo a los Estados Unidos.
Aunque los Kirchner habían prometido no pactar con el Fondo Monetario Internacional --organismo, vale la pena recordarlo, que es parte del sistema de la ONU-- para negociar la deuda con el Club de París, como es requisito previo en estos casos, la señora presidenta se las arregló para llegar a un acuerdo tácito con ese grupo acreedor y saltearse las exigencias de la comunidad internacional. E incluso prometer la inclusión de los llamados holdouts, es decir, los acreedores que quedaron excluidos de la propuesta de los Kirchner para rescatar los bonos en default --mayormente europeos-- de la Argentina.
Pero la ocasión le sirvió a doña Cristina para lanzar un ataque efectista y artero a los Estados Unidos llamando ''efecto jazz'' a la actual crisis financiera y fustigar a este país cuando atraviesa una de las peores situaciones financieras de la historia.
Aun los que no están en favor de la administración Bush se mostraron sorprendidos por la virulencia de un ataque que equivalió a aquello del refrán: del árbol caído todos hacen leña. Un gesto de mal gusto y una violación a las normas no escritas de la diplomacia, que exigen mantener una posición de respeto al adversario en todo momento. El ataque de la señora de Kirchner fue no sólo gratuito sino, como bien señaló el diario La Nación de Buenos Aires, injustificado e inoportuno. Si Cristina Fernández de Kirchner creyó que iba a lograr un impacto entre los enemigos de Bush y reclutar simpatías, se equivocó, una vez más.
La imprudencia de su discurso se vio agravada por la que es una evidente falta de asesoramiento de los diplomáticos más experimentados de la cancillería argentina, que debieron haberle advertido que no se lanzara a acusar a los Estados Unidos, apelando a la remanida y ya gastada queja latinoamericana contra EEUU, al estilo Chávez, Castro y Correa, porque iba a provocar el efecto contrario: en vez de juntar adhesiones, sólo logró hacer un mayúsculo papelón internacional y presentar a la Argentina como una quejosa más del coro de quienes disienten con las políticas de Washington.
Y un ejemplo más de una falta de tacto que ya parece ser característica de la administración bicéfala de los Kirchner: apelar a una retórica démodée al estilo de los años 70, moldeada sobre las griterías baratas del castrismo y el chavismo.
Es hora de que la Argentina se muestre más prudente y serena en sus posiciones internacionales, especialmente cuando se trata de un foro de la importancia y alcance de la ONU.
El autor es periodista argentino.