Por Hernán Pérez Loose
El Universo
Una vez más los ecuatorianos iremos a las urnas a responder Sí o No a otra consulta popular. No está claro, sin embargo, qué es lo que se nos consultará luego de que se ha demostrado que lo que votaremos el domingo no es precisamente el texto debatido en Montecristi sino otro que fue manipulado a último momento.
Pero igual estamos avocados a concurrir a las urnas.
El domingo concluiría, así, una etapa más de un proceso que empezó hace año y medio. Ha sido un recorrido largo y difícil. Un recorrido por el que se destruyó la poca institucionalidad que teníamos y se profundizó un modelo de gobierno autoritario y concentrador de poderes, como no lo hemos tenido ni en las dictaduras militares. Lo que se busca ahora es darle un barniz de legitimidad a este esquema autoritario.
Por muy pisoteada que haya sido la Constitución de 1998, el régimen no podía seguir viviendo al margen de una legitimidad constitucional.
En lo político está claro que de aprobarse el proyecto nuevo no habrá un contrapeso institucional al Ejecutivo. Que es, en definitiva, lo que se ha vivido hasta ahora. Solo un ingenuo podría pensar que un gobierno que se ha acostumbrado a no conocer límites en el ejercicio del poder, que no ha conocido al control constitucional, político o financiero, va de pronto a cambiar y permitir que dichos controles cobren vida.
Cuando los detentadores del poder sienten que no hay límites a su ejercicio, simplemente van por más poder, no por menos. Y el proyecto de Montecristi está lleno de esas “zonas oscuras” –como diría Gargarella– que facilitan disimular una dictadura bajo una forma constitucional.
Como en el pasado, ahora tampoco ha existido tiempo para debatir este proyecto de Constitución. Un porcentaje mínimo de la población ha leído el proyecto, y muy pocos lo han analizado y comparado. Si en verdad se quiso construir una democracia debimos habernos tomado más de un año para debatir la propuesta. El tiempo es esencial en las democracias porque ellas se construyen a base del diálogo, negociaciones y consenso.
En las dictaduras sucede lo contrario. El tiempo es su enemigo. Ellas se alimentan de la velocidad y la sorpresa. Por eso, la propaganda es tan importante para los dictadores. Y por esto es que más que un referéndum constitucional será un referéndum presidencial.
En lo económico, el proyecto contempla el sueño de todos los sistemas totalitarios: esclavizar a la sociedad civil con su dependencia de los dineros públicos. No hay la visión de un país de emprendedores, sino de un ejército de perdedores. En efecto, la empresa e iniciativa privada no tiene un lugar en el proyecto Montecristi. Simplemente no existen.
Finalmente, queda claro que el proyecto prepara la salida de la dolarización. Algo que se confirmó con la destitución de la ex ministra de Economía. Lo único que tendrán que hacer es encontrar a quién echarle la culpa. Y eso no será difícil para el Gobierno.