Por Ramón Parellada
Siglo XXI
A raíz del colapso financiero de las instituciones financieras más grandes de Estados Unidos de América y la nacionali-zación y rescate de algunas de ellas, algunas personas, entre las que se encuentra el Premio Nobel de Economía de 2001, Joseph Stiglitz, han culpado al libre mercado, al que llaman Neoliberalismo o fundamentalismo de mercado, como el principal culpable de este reciente descalabro.
Los columnistas que por ideología han rechazado el libre mercado durante toda su vida están cantando victoria; conside-ran que este es el fin del neoliberalismo y gozan viendo el fracaso aparente del sistema capitalista. Se equivocan. De nuevo fracasa el Mercantilismo, que es contrario al Capitalismo.
Pues bien, para decepción tanto del Premio Nobel como de todos los socialistas y columnistas que están cantando victoria, debo decir que la corrección a la baja que estamos viviendo es resultado del mercado libre, buscando la realidad de los va-lores de las empresas en problemas. La verdadera razón de la quiebra viene dada por una seguidilla de intervenciones por parte de la Reserva Federal y legislaciones específicas que distorsionaban la realidad del mercado, creando incentivos con-trarios al mismo.
Pero no satisfechos con estas explicaciones, personajes como Obama y otros economistas afamados, insisten en echarle la culpa al capitalismo y en particular al egoísmo de las personas. ¿Es el egoísmo la principal causa de la crisis financiera?
Definitivamente no. Por naturaleza, todos somos egoístas. Esta característica nos mueve a querer ser mejores, a supe-rarnos, a ser creativos e ingeniosos, a buscar vivir más tiempo y en mejores condiciones, a producir más y a buscar una vida mejor. Es una constante en la acción humana. Sin este afán de querer mejorar jamás actuaríamos. Incluso somos egoístas cuando hacemos el bien ajeno, pues por eso nos sentimos mejor que si decidiéramos no hacerlo. Buscamos nuestra propia felicidad, nuestra mayor satisfacción.
El profesor Lawrence H. White lo explica con mucha claridad así: “Si de pronto muchos aviones se estrellan durante una misma semana, culparíamos a la fuerza de la gravedad? Pues bien, el egoísmo es como la gravedad, es una constante. La fuerza de la gravedad no es la razón del por qué ocurre un número inusual de accidentes aéreos”.
Y con relación a la crisis, indica: “No es una jugada moral. Lo que estamos viendo son las consecuencias de las distor-siones de política monetaria de tasas de interés y las distorsiones de incentivos causados por las regulaciones, amplifi-cadas en cierto grado por la imprudencia privada”.
Quienes culpan al mercado olvidan que el mercado es el resultado de dejar a las personas actuar en libertad, siempre respetando el derecho de los demás. Cuando se interviene el mercado se causan distorsiones. Es imposible no ver estas distorsiones y los incentivos perversos que causan. Hay que reconocer que las personas actúan en base a incentivos y esto no es algo que podamos cambiar, está en la propia naturaleza de las mismas personas buscar su mayor bienestar. Esta crisis se resolverá gracias al mercado y no a la intervención estatal y mercantilista. Mientras más rápido se permita al mercado actuar, más pronto tendremos la recuperación. De momento considero que la actual intervención, que a mi juicio es inmoral al socializar las pérdidas de las empresas quebradas, alargará más la crisis.