Por Ramón Parellada
Siglo XXI
Ante la crisis económica americana causada por la insolvencia de las más grandes instituciones financieras hipotecarias del mundo entero, se vuelven a escuchar voces que claman por más regulaciones cuando precisamente el exceso de es-tas intromisiones es el causante principal de tal debacle.
Fannie Mae y Freddie Mac fueron literalmente nacionalizadas por el Gobierno de Estados Unidos. Durante mucho tiempo estos dos gigantes de préstamos hipotecarios actuaron con el respaldo del gobierno. Tal respaldo les permitió competir en ventaja contra otras instituciones similares sin ese respaldo. Por ejemplo, podían obtener préstamos a menor tasa de inte-rés que los demás, dada la garantía implícita de que jamás podrían quebrar.
Pero este no fue el único efecto de dicha intervención. Aunque ambas empresas eran privadas, los accionistas no temían arriesgarse en exceso para obtener durante tantos años beneficios extraordinarios, mientras la empresa iba deteriorándose financieramente. A esto se le llama Moral Hazard, que podría traducirse libremente al español como un peligro moral y que lo que significa es que, ante la reducción del riesgo de quiebra debido al respaldo gubernamental, los accionistas tenían el incentivo de ser imprudentes.
De no tener ese respaldo y estar sujeto al riesgo del mercado, los accionistas hubieran sido más prudentes y evitado préstamos dudosos.
Lo malo es que ha sido un rescate que no servirá de nada. Ambas empresas están quebradas y la mejor solución era su liquidación. De esta manera, perderían sólo los involucrados en ambas instituciones. Ahora, las pérdidas las paga toda la sociedad a través de los impuestos de los contribuyentes. El sistema del que estamos hablando dista de ser capitalista. Es un sistema totalmente intervencionista que se llama Mercantilismo. En este sistema los seudoempresarios se ponen de acuerdo con los políticos de turno para obtener ventajas, como el respaldo que garantizaba las operaciones de las empresas y que se convertía en una protección contra la competencia.
En un mercado libre, el que comete errores paga por ellos. Posiblemente algunos pocos inocentes serán arrastrados, pe-ro jamás todos los miembros de la sociedad.
Decía que lo malo es que este rescate y toda la inyección de fondos que está otorgando el gobierno no servirá de nada sino que agravará y prolongará la crisis y el sufrimiento. Lo más sano y rápido era permitir la quiebra de todas las institu-ciones que entraran en bancarrota. La quiebra limpiaría así el mercado de las malas inversiones, haciendo que se trasla-den los recursos remanentes adonde generarían mayor rendimiento y riqueza.
Esta semana vimos que el gobierno decidió no rescatar ni apoyar a Lehman Brothers, otro gigante financiero. Con él están tambaleándose otras instituciones que podrían quebrar también. La mala noticia es la quiebra de estas instituciones, pero la buena es que el gobierno ya no las rescató. La ley de quiebra debe aplicarse 100% a cualquier empresa que esté en situa-ción de insolvencia. No importa si es un banco, una lechería o una tienda de conveniencia.
De estas intervenciones también debemos sacar un par de conclusiones éticas. No hay coherencia en rescatar una empresa y en no hacer lo mismo con el resto. El gobierno tampoco debe asumir el riesgo empresarial de ningún tipo de empresa, sea grande o pequeña, financiera o no.