Por Rómulo López Sabando
El Expreso de Guayaquil
“Tenga cuidado con los carteristas. No tiene atracciones turísticas. Solo sirve como trampolín para llegar a las Islas Galápagos”. “Los visitantes sólo se quedaban lo necesario en la ciudad, abandonando la seguridad de su hotel, para abordar el avión”. En 1991, así se hablaba de Guayaquil en libros y guías turísticas del Ecuador, comenta Joyce Gregory Wyels quien, con el fotógrafo Victor Englebert, publica un extenso reportaje de ocho páginas, a todo color, en la revista “Américas” que, por octubre 2008, edita la OEA en su 60 aniversario y que me obsequiaron en mi reciente visita a Arlington (Virginia) y Washington DC.
Pero desde 1992, León Febres Cordero de Alcalde y del 2000, Jaime Nebot Saadi, quien le sucedió, hacen que Guayaquil, el mayor centro comercial, industrial y financiero del Ecuador e importante puerto marítimo del Pacífico sur, cambie radicalmente.
La revitalización urbana limpió los decaídos barrios, transformó el aeropuerto, (entre los mejores del mundo), reforzó la seguridad y convirtió a Guayaquil, de un ruinoso puerto marítimo, en una moderna metrópolis.
Se decía que era una guarida de ladrones, con la seguridad policial ineficiente. No había alumbrado eléctrico adecuado. Las líneas eléctricas y telefónicas desaparecieron bajo tierra. Construyó túneles y remplazó el obsoleto sistema de transporte urbano por otro de tránsito rápido (Metrovía).
No fue una mera modernización cosmética de parques y construcción de nuevas atracciones turísticas. Es una rehabilitación de la infraestructura de la ciudad, calles, veredas, soportales y de las redes de alcantarillado, mejorando la provisión de agua potable.
El Malecón 2000, antiguo Simón Bolívar, es ahora un agradable paseo de tres km. de extensión, que invita a caminar, cenar y pasear a la vera del río Guayas. Los restaurantes y los negocios alternan con jardines, monumentos, obras de arte, zonas recreativas, con un complejo teatral adyacente y un museo de primera categoría. Los padres columpian a sus hijos en el parque y frente al río se practica el tai chi.
Nebot construye Puerto Santa Ana. Recicla la antigua cervecería y, en Las Peñas donde nació la ciudad, crea hoteles, viviendas, restaurantes, tiendas, museos dedicados a la música, el fútbol y la cerveza. El ruinoso Mercado Sur es ahora un lujoso Centro de exposiciones, con una plaza de artesanos y el Palacio de Cristal. Ahí levantará otra terminal de pasajeros mejor que la modernizada del norte.
Por TV introdujo el programa “Aprendamos”, para un millón de espectadores, con cursos de computadoras, manejo de comidas y civismo. El Museo Antropológico y Arte Contemporáneo (MAAC) entre Las Peñas y el Malecón contiene 50.000 artefactos que datan de 8.000 años a.C. al 1.400 d.C., con exposición de 10.000 años de la cultura Valdivia. 3.000 obras de arte, “Cultura para todos” y “Vivir el arte” que educan a miles de niños y adultos de todo el país.
Koffi Annan, ex secretario de la ONU, en visita el 2003 a Guayaquil, elogió la visionaria planificación y vibrante economía que, según el diario El Mundo de Madrid, debe ser imitada.
Decenas de obras, nunca antes programadas ni jamás realizadas en Ecuador, son la mayor fuente de libertad y trabajo de inmigrantes azuayos, cañarejos, chimboracenses, orenses, esmeraldeños, manabitas, rioenses y gente de todo el país, que Guayaquil absorbe y ampara, mejor que en sus lugares de origen, pero igual, sufren los embates del centralismo.
Por eso mi padre cantaba: “Guayaquil, ciudad libre, de hermanos siempre fuertes, por ti siempre daremos nuestra vida y amor. Por Guayaquil invicto y por la Costa toda, el alma entregaremos con nuestra fe y pasión. Aquí estamos nosotros la juventud porteña dispuestos a la lucha por la federación”.