Por Jagadeesh Gokhale y Kent Smetters
Siglo XXI
Cerca de un $1 billón (un millón de millones) de dinero de los contribuyentes ha sido comprometido para rescatar a empresas financieras que tomaron malas decisiones. Los funcionarios de la Reserva Federal dirán que el Gobierno de EE.UU. está obteniendo control de activos valiosos y que todo estará bien una vez que se calmen los mercados. Pero, ¿podemos estar seguros de eso?
El sector privado no está dispuesto a comprar estos activos. La falta de transparencia con respecto a la calidad de los mismos, lo cual involucra estructuras de derivativos tremendamente complicadas, ha dejado perplejos hasta a los expertos financieros. ¿Por qué pensamos que la FED hará un mejor trabajo?
Para estar claros, puede ser que la FED y el Departamento del Tesoro únicamente estén desempeñando su labor de prestamistas de última instancia. Cuando las empresas financieras no pueden sostener sus valores, el Gobierno debe intervenir. De otra manera, el crédito hacia las empresas productivas podría desaparecer y la economía entraría en recesión. Pero aún así esto nos hace pensar acerca del papel que debería jugar el Gobierno en los mercados, la vulnerabilidad fiscal contingente y los objetivos en cuestión.
Desafortunadamente, no hay garantía acerca de cuándo se recuperará la demanda privada de activos respaldados por hipotecas enmarañadas en complicados contratos de derivativos, porque no hay transparencia respecto a su valor. Nadie —ni las agencias evaluadoras de crédito, ni los Oficiales Financieros Certificados (CFO, por sus siglas en inglés) ni los expertos financieros del Gobierno— conoce alguna manera relativamente expedita de resolver qué comprenden estos contratos en términos de la solidez de los flujos financieros que están detrás de ellos.
Todo esto tomará tiempo en resolverse, así que la “solución ordenada” a estos instrumentos financieros —descubrir su valor y su colocación bajo las instituciones adecuadas que puedan tolerar los riesgos— tomará muchos meses. Y aquí está en resumen la conclusión —el problema puede que empeore mientras tanto la FED y el Tesoro no tengan mecanismo alguno para pedir una “tiempo fuera”. La esperanza aquí parece ser que el simple pasar del tiempo tranquilice a los mercados.
Sin embargo, la evidencia hasta ahora sugiere que los inversionistas están cada vez más, no menos, temerosos respecto a si el valor de sus posiciones es sostenible y están buscando deshacerse de los activos cuestionables que tienen.
La continua intromisión gubernamental crea un precedente para que haya más rescates financieros, pero sin la
existencia de un aparato formal que contenga el riesgo o que cobre tarifas ajustadas al mismo a aquellas entidades que son las que están creando gran parte del riesgo. En cambio, el Gobierno sólo toma en cuenta si la entidad es demasiado grande para permitir que ésta quiebre.
Los contribuyentes, como resultado, ya están comprometidos con un gasto de alrededor de $1 billón.
Comprometer el dinero de los contribuyentes para rescatar empresas financieras una y otra vez, amenaza con gastar todo la pólvora que vamos a necesitar en el futuro. Además, los rescates de tal magnitud envían el mensaje equivocado a los inversionistas y a las empresas financieras: pueden continuar con su expansión sin límites hacia inversiones riesgosas, sin temor a sufrir las pérdidas, ya que el Gobierno no tendrá los pantalones bien puestos para dejar que las sufran.
Gokhale es académico titular en el Cato Institute (www.elcato.org). Smetters es profesor adjunto de Economía en la Universidad de Pensilvania.