Por David Enrich y Damian Paletta
The Wall Street Journal
Las raíces de Morgan Stanley datan de la Gran Depresión, cuando la firma de Wall Street se escindió de J.P. Morgan & Co. después de que una nueva ley federal prohibiera a los bancos comerciales y de inversión operar bajo un mismo techo.
Con el anuncio el domingo en la noche de los bancos de inversión Morgan Stanley y Goldman Sachs Group Inc. de que acordaron convertirse en entidades bancarias tradicionales, se ha deshecho el camino trazado. Registrarse como bancos comerciales dará a Morgan y a su rival Goldman Sachs más acceso a financiación de corto plazo y podría ayudarles a atraer más depósitos, a cambio de una regulación más estricta por parte de la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed).
La medida completa la desaparición, que empezó hace una década, de las restricciones legales que separan los bancos comerciales y de inversión. Justo cuando se están desvaneciendo esas barreras, se intensifica el debate entre banqueros y reguladores sobre si la desaparición de ese muro divisorio contribuyó a la crisis financiera actual.
En el centro del meollo está la ley Glass-Steagall de 1933, que requirió la separación de los bancos comerciales y de inversión. La ley reflejaba la creencia común en aquel entonces de que los gigantes financieros como J.P. Morgan —que incluía un banco comercial y una firma de corretaje en Wall Street— habían sentado las bases para una implosión económica. En 1999, durante un auge económico sin precedentes, esas restricciones se vinieron abajo con la aprobación de la ley Gramm-Leach-Bliley, que permitió las fusiones de los bancos comerciales y de inversión.
Esa ley se fraguó tras el anuncio de la fusión de Citicorp y Travelers Group, que creó la actual Citigroup Inc.
Desde entonces, las líneas divisorias entre los bancos comunes y los de Wall Street se han vuelto cada vez más borrosas, y más compañías bancarias han aspirado a convertirse en "supermercados financieros" para todo tipo de servicios.
Algunos políticos y banqueros dicen que la ley Gramm-Leach-Bliley, también conocida como Ley de Modernización Financiera, y otras medidas liberalizadoras sentaron las bases del embrollo actual. Argumentan que los excesos en los préstamos hipotecarios fueron alimentados por compañías como Citigroup, que amasaron grandes ganancias emitiendo títulos respaldados por hipotecas y vendiéndolos a inversionistas en todo el mundo.
Con la intensificación de la crisis bancaria, el tema se ha convertido en un punto central en la campaña presidencial.
El lunes, el senador demócrata Barack Obama atacó al candidato republicano John McCain por su defensa de la desregulación. Obama señaló al ex senador de Texas Phil Gramm, asesor de la campaña McCain, como "el arquitecto en el Senado de EE.UU. de los pasos liberalizadores que ayudaron a crear este desastre".
Por su parte, el senador Byron Dorgan, demócrata de Dakota del Norte, y uno de ocho senadores que votó contra la ley de 1999 dijo que "bajo la rúbrica de la modernización financiera, permitieron la homogeneización de las instituciones financieras de un modo que puso en peligro la estabilidad del sector".
Pero algunos de los jugadores más afectados en la actual crisis, incluyendo Bear Stearns Cos. y Merrill Lynch & Co., fueron bancos de inversión independientes que se aventuraron en el negocio de los préstamos hipotecarios, algo que no necesariamente hubiera estado prohibido bajo la ley Glass-Steagall, dijo James R. Barth, un profesor de finanzas de la Universidad de Auburn y antiguo regulador bancario de las administraciones Reagan y Bush padre.
Ejecutivos bancarios y reguladores como el secretario del Tesoro Henry Paulson dicen que combinar bancos que acumulan depósitos con firmas de corretaje de Wall Street tiene sentido.
El colapso este año de Bear Stearns y Lehman Brothers Holdings Inc. fueron causados en gran parte por la evaporación de liquidez, el efectivo del que dependen las firmas para financiar sus operaciones diarias. Si Bear y Lehman hubieran tenido acceso a depósitos de clientes, hubieran tenido una fuente de financiación barata que les hubiera protegido durante la restricción en los mercados de crédito.
Ese fue el ímpetu que hizo que Merrill Lynch acordara su venta a Bank of America Corp., el mayor banco comercial de EE.UU., y explica la decisión de Goldman Sachs y Morgan Stanley de registrarse como compañías que pueden recibir depósitos de clientes comerciales.