"¿Qué crisis?", fue la desdeñosa respuesta del presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, a las preguntas la semana pasada en torno a la vulnerabilidad de su país a la crisis financiera global. Dicha frase resumió brevemente la confianza económica de un país asustado por crisis anteriores.
Con más de 200.000 millones de dólares en reservas internacionales, y una economía rica en materias primas que ha llevado a miles de personas a incorporarse a la clase media en los últimos años, Brasil se siente mucho mejor preparado para capear esta tormenta, que las crisis previas, en 1999 y el 2002.
Lula, un representante de izquierda cuya ascensión al poder generó pánico entre los inversores extranjeros en el 2002, se sintió lo suficientemente relajado como para burlarse de los grandes bancos estadounidenses que han sucumbido durante la crisis. "Es triste ver a estos sabelotodo sin capital y declarándose en quiebra", dijo a los periodistas en Brasilia la semana pasada.
Sin embargo, los analistas sí ven serios riesgos de que la crisis al menos frene el avance de la principal economía de Latinoamérica, cuyo reciente auge se ha debido principalmente al aumento de los créditos de consumo respaldados por los altos precios de las exportaciones de materias primas.
No obstante, con los precios de las materias primas a la baja y una escasez de flujos en dólares, dos importantes pilares para la economía brasileña se han visto debilitados.
El martes, el banco central elevó sus estimaciones de déficit de cuenta corriente para el 2008 a 28.800 millones de dólares desde 21.000 millones, y estimó una ampliación del déficit a 33.100 millones de dólares en próximo años, un revés desde el superávit de 1.700 millones en el 2007.
Las importaciones han crecido más que las exportaciones, colocando presión en el superávit comercial. De acuerdo con un reciente sondeo del banco central, los analistas esperan que el balance comercial se reduzca a 13.000 millones de dólares en el 2009, desde 23.700 millones esperados este año.
"Dependiendo de la severidad de la crisis, la demanda global de productos brasileños podría verse afectada", dijo el ex ministro de Finanzas Rubens Ricupero, destacando que, durante el año pasado, Estados Unidos representó apenas un 15 por ciento de las exportaciones de Brasil. "Todo sugiere que esta crisis ya se está propagando hacia Europa, Japón y otros países", agregó.
Para Jose Augusto de Castro, vicepresidente de la Asociación Brasileña de Comercio Exterior, las exportaciones podrían caer tanto en términos de cantidad como en precio durante el 2009.
Sin temores. El banco estadounidense Morgan Stanley prevé que el real brasileño se debilitará a menos de dos unidades por dólar el próximo año, desde cerca de 1,8 actualmente, con una reducción en el crecimiento del Producto Interno Bruto a menos de 3 por ciento desde un ritmo de 4,3 por ciento esperado este año.
Durante el segundo trimestre, y en comparación con un año antes, la economía creció un saludable 6,1 por ciento.
"No es para nada un escenario de crisis. No veremos una repetición (de las turbulencias) del 2002, pero creemos que Brasil está más sensible a las condiciones globales de lo que muchos creen", dijo Marcelo Carvalho, economista de Morgan Stanley.
Por su parte, Alexandre Schwartsman, jefe de economistas de Banco Santander en Brasil, los menores precios de las materias primas podrían colocar más presión a los balances de pagos, y llevar al banco central a reducir la demanda interna.
La crisis global de crédito también podría generar que los bancos brasileños ajusten sus préstamos al elevar las tasas de préstamos, indicó. "De la manera en que se mire, los préstamos son cada vez más costosos", dijo Schwartsman, un antiguo funcionario del banco central.
En tanto, el presidente de la estatal Petrobras, Jose Sergio Gabrielli, manifestó la semana pasada su temor de que un ajuste global del crédito dificulte la recaudación de fondos para explotar los yacimientos petroleros encontrados en las costas de Brasil.
La relativa estabilidad actual de la principal economía latinoamericana contrasta fuertemente con su situación en 1999, cuando Brasil se vio forzado a devaluar su moneda en respuesta al colapso de la confianza internacional. Esa misma vulnerabilidad quedó nuevamente en evidencia en el 2002, cuando los temores de que Lula introdujera políticas socialistas generaron una alborotada venta de activos brasileños.
Tanto el mercado brasileño de acciones como su moneda se han visto perjudicados en las últimas semanas, ya que los inversores han retirado su dinero de los mercados emergentes.
La bolsa de São Paulo, el Bovespa, ha perdido 32 por ciento desde sus máximos en junio, y el real está debilitado en cerca de un 15 por ciento frente al dólar desde que alcanzó su mayor nivel, a principios de año.
Sin embargo, esta vez no hay temor de que la crisis deje al descubierto una mayor debilidad en la economía brasileña, cuya calificación este año fue elevada al codiciado grado de inversión.
Durante el 2008, Brasil también se convirtió en un acreedor neto por primera vez, lo que significa que registró una cantidad de reservas superior a toda su deuda extranjera.
"Esta vez es una historia completamente diferente", dijo Zeina Latif, jefa de economistas de ING en São Paulo. "Ahora tenemos un régimen cambiario flotante, tenemos reservas, una menor deuda, una mejorada política fiscal, y el banco central tiene una autonomía de facto", agregó.