Por Jorge Avila
Jorge Avila Opina
(Puede verse la parte I de este trabajo)
El Presidente de EEUU anunció el viernes pasado la estatización de las hipotecas de baja calidad en poder de los bancos de inversión y de los bancos comerciales, norteamericanos o extranjeros pero con operaciones en el mercado de aquel país. La operación consiste en reemplazar los así llamados activos tóxicos que figuran en los balances de los bancos por bonos del Tesoro. El costo inicial del swap ascendería a u$s 700.000 millones. El mismo viernes se giró el proyecto al Congreso. Una vez que éste lo apruebe, el gobierno deberá fijar la tasa de cambio de las hipotecas subprime por los bonos del Tesoro.
Será una tarea delicada. Porque si el desagio de las hipotecas fuera igual al del mercado, el swap dejaría a los bancos tan descapitalizados como ahora y, en caso contrario, si no hubiera desagio, los accionistas de los bancos terminarían por hacer un pingüe negocio pese a los errores cometidos.
Más tarde, cuando el precio de los inmuebles suba y la cotización de los activos atados a las hipotecas mejore, el Tesoro venderá esos activos para recuperar los fondos invertidos en el salvataje. Con suerte y buena gestión, los contribuyentes podrían hasta ganar algún dinero. Sin embargo, lo más probable es que pierdan mucho plata, aunque no tanta como parece a primera vista.
Henry Paulson, secretario del Tesoro, defendió el proyecto en varios programas de TV a lo largo del fin de semana y urgió a la oposición demócrata a aprobarlo rápidamente. La oposición lo hará pues en caso contrario sería co-responsables de un posible colapso. El secretario declaró que cree que su iniciativa funcionará. Apuesta a que la estatización de las hipotecas de baja calidad será la puerta de salida de la crisis. Yo creo que lo será.
La crisis derrumbó a los bancos de inversión por varias razones importantes. Una simple comparación del balance de aquéllos con el balance de los bancos comerciales las pone al descubierto.
a) El leverage, también denominado “apalancamiento”. Se refiere al cociente entre los pasivos contraídos con terceros y el patrimonio neto. En algunos bancos de inversión llegaba a 40; en la hoja de balance del ejemplo, llega a 24 (= 96/4). Pero en los bancos comerciales cae a 10, aproximadamente; en la hoja de balance del ejemplo, supuse que es 9 (= 90/10). Mientras más patrimonio neto (o capital propio) tenga un banco, más estable será. La caída del precio de los inmuebles en los últimos 12 meses alcanza a 17% en las principales ciudades de EEUU. Esto justifica una reducción de igual o mayor proporción del valor de las hipotecas y activos relacionados. Si este tipo de inversiones representaran un tercio de los activos totales del banco, el quebranto ascendería a casi $6, es decir, una vez y media el capital propio del banco de inversión. Esto explica la caída en picada de la cotización de las acciones de Bear Stearns y de Lehman Brothers.
b) El riesgo de los activos. En los bancos de inversión es mayor que en los comerciales. Por un lado, mientras los últimos integran encajes (reserva de liquidez), que llegan en algunos países a 20%-25% de los pasivos contra terceros (depósitos de diversa índole), los primeros no los integran. La Superintendencia de Bancos no lo exige ya que no crean ni destruyen dinero y, en consecuencia, no pueden cortar la cadena de pagos ni afectar la actividad económica. (Ahora sabemos que sí pueden afectar la actividad económica.) Por el otro, mientras los bancos comerciales hacen préstamos de bajo riesgo, los de inversión se especializan en préstamos de alto riesgo. Financian proyectos innovadores que pueden terminar en grandes éxitos o fracasos comerciales. Compran bonos basura de empresas o países de baja calificación. Invierten en fondos comunes. Los bancos comerciales, desde luego, financian hipotecas y prendas, pero conservan para sí una parte y venden el resto a los bancos de inversión.
c) El riesgo del fondeo. Mientras los bancos comerciales se financian con depósitos en cuenta corriente, en caja de ahorro y a plazo fijo, los bancos de inversión lo hacen con depósitos de grandes clientes, obligaciones negociables y préstamos de otras entidades. La relativa inestabilidad de las fuentes de financiamiento salta a la vista. Los grandes clientes tienen casi tanta información como el directorio del banco; a la primera señal de iliquidez o insolvencia, retirarán sus depósitos. Algo similar cabe decir de los tenedores de ON; con el primer nubarrón en el horizonte, no querrán renovarlas. Y los préstamos interbancarios son igualmente inestables. Los bancos competidores están al tanto de los problemas y cortarán las líneas de crédito de inmediato so pena de caer ellos también en crisis. Mucho más estable es el fondeo de la banca comercial. En especial, el proveniente de las cuentas corrientes. Como el depositante se puede llevar la plata cuando le plazca, no entrará en pánico. Por cierto, este no es el caso de los depositantes a plazo fijo, pero como no tienen tanta información como los grandes clientes de los bancos de inversión tardarán más en entrar en pánico.
d) El acceso al prestamista de última instancia. Los bancos comerciales tienen acceso; los de inversión, no. La razón es que los primeros crean y destruyen dinero mientras que los segundos, no. Esta posibilidad retarda las corridas sobre los bancos comerciales.
En contraste con la conducta vacilante, desorientada y finalmente pasiva de 1929-1933, la Reserva Federal ha actuado en esta ocasión con resolución y en gran escala. Hay quienes le critican no haber intervenido antes. Yo me abstengo de esta crítica. Las crisis bancarias son complejas por naturaleza. El propósito fundamental de un banco central es asegurar la estabilidad del sistema bancario, sin crear incertidumbre moral. Con toda seguridad, la Fed cometió errores de apreciación. Pero no podía exagerar la ayuda. Tenía que evitar la socialización total de las pérdidas para bajar la probabilidad de crisis futuras.
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