Por Alejandro Alle
El Salvador
La agitada realidad de las finanzas internacionales, que la semana pasada invadió los noticieros con la caída de Lehman Brothers, la venta forzada de Merrill Lynch al Bank of America, y el salvataje que el gobierno de los Estados Unidos hizo de la aseguradora AIG, tuvo un epílogo el viernes 19 de septiembre.
¿Cuál? El reconocimiento hecho por el secretario del Tesoro de los Estados Unidos, Hank Paulson, acerca de la adicción tóxica que está afectando al sistema financiero en general, y a ciertos bancos en particular. Bienvenidos entonces al centro de rehabilitación.
En efecto, Paulson habló de los "activos tóxicos" con que se han llenado, o drogado…, muchas instituciones financieras, en referencia a los complejísimos "instrumentos derivados", cuya mecánica de funcionamiento hasta el propio Ben Bernanke, presidente de la Reserva Federal, reconoció que no siempre comprende.
Ciertamente se trata de un epílogo parcial, porque reconocer el vicio es apenas un primer paso, que continuará con la constitución de la entidad del gobierno estadounidense que comprará los "activos tóxicos" que varios bancos han estado alegremente fumando.
Surgirán sin duda al menos tres preguntas cruciales, de difícil respuesta, que el secretario Paulson deberá aclarar en los próximos días: ¿qué activos específicamente serán considerados como "tóxicos"?, ¿qué bancos podrán venderlos?, ¿y a qué precios lo podrán hacer?
Tratándose de un rescatista estatal, que deberá disponer de cientos de miles de millones de dólares de fondos públicos para corregir errores privados…, cabe esperar fuertes tensiones a la hora de definir esos precios. Los bancos pedirán más dinero, y Paulson les ofrecerá menos.
Será de cualquier forma una socialización de las pérdidas (a las cosas hay que llamarlas por su nombre), hecho que además de generar un pésimo antecedente, aún cuando quizás sea inevitable dadas las circunstancias, es el claro resultado de los errores cometidos por las autoridades de los Estados Unidos en materia de regulación financiera.
Porque establecer reglas claras y prudentes, evitando la proliferación de "adicciones a los tóxicos" no es un tema ideológico. Sino técnico.
El inversionista Warren Buffett se refirió hace un tiempo a ciertos instrumentos derivados, en especial a los más complejos, como "las verdaderas armas (financieras) de destrucción masiva", en una elegante referencia, elíptica pero suficientemente clara, a otro reciente error estadounidense.
Y aún cuando la historia debiera servir para aprender de los errores del pasado, preferiblemente antes de repetirlos…, es siempre interesante revisarla para darse cuenta que no es éste el primer rescate financiero que se produce, resultando particularmente atractivo el "pánico de 1907", tanto por el paralelismo con la situación actual como por los personajes involucrados.
Con motivo del centenario de dicho evento, el profesor Robert Bruner, decano de la Escuela de Negocios de la Universidad de Virginia, publicó el año pasado un muy documentado libro titulado: "El Pánico de 1907: lecciones aprendidas de la tormenta perfecta de los mercados".
Los Estados Unidos estaban aún en la "edad dorada", expresión popularizada por el escritor Mark Twain en su novela costumbrista "The Gilded Age", que trata sobre personajes de la vida estadounidense de fines del Siglo XIX, como el petrolero John Rockefeller y el zar del acero Andrew Carnegie.
Otro miembro prominente de la "edad dorada" era J. Pierpont Morgan, cuyo alias era "Júpiter", por el enorme poder que se le atribuía. Como usted imagina, Pierpont fue el fundador del actual banco de inversión J. P. Morgan.
¿Qué pasó en 1907? Las manipulaciones del mercado del cobre, similares a las que la Reserva Federal efectuó durante los últimos años en el mercado de las tasas de interés, hicieron tambalear a los bancos neoyorquinos.
¿Cómo se resolvió el pánico? Pierpont se reunió con James Stillman, presidente de National City Bank of New York, actualmente conocido como Citibank…, y con John Rockefeller. Pusieron dinero de sus bolsas. Eran otros tiempos.
¿La Reserva Federal? Todavía no se equivocaba. Data de 1913 y aún no había sido creada.
Hasta la próxima.
El autor es ingeniero, Máster en Economía (ESEADE, Buenos Aires) y columnista de El Diario de Hoy.