Por Pilar Marrero
La Opinión, Los Angeles
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El pasado 9 de septiembre, a pocos días de terminada la Convención Nacional Republicana, la atención de los medios nacionales y la campaña presidencial giraba en torno a "puerquitos" y "lápiz labial".
John McCain, impulsado por la selección de la gobernadora de Alaska, Sarah Palin, como su compañera de fórmula, había pasado a la delantera en las encuestas por primera vez en la cercana competencia.
Ese día Barack Obama, durante un evento en Lebannon, estado de Virginia, había acudido a un conocido refrán ("poner lápiz de labios a un puerco") para explicar que la plataforma de su contendiente McCain era la misma —pero maquillada para lucir diferente— de George W. Bush.
La campaña republicana lo atacó diciendo que su intención era decirle "puerquita" a Palin. La noticia dominó los medios durante dos días, se hicieron llamados a Obama a que pidiera perdón, se hicieron mesas redondas de expertos muy sesudos al respecto.
Hacía apenas dos días, el gobierno federal había decidido intervenir las agencias hipotecarias Fannie Mae y Freddie Mac y se hablaba de la inminente quiebra de varios bancos.
Era el comienzo de la crisis financiera que comenzaría a sacudir al país y al mundo arrasando a su paso la confianza de inversionistas, la Bolsa y también la ventaja de John McCain.
Menos de un mes después, los puerquitos y el lipsticks han sido olvidados. La economía es tema número uno y, como suele suceder, el candidato del partido en el gobierno pone sus barbas en remojo al ver cómo arden las del presidente en la Casa Blanca.
En las encuestas, el demócrata Barack Obama ha pasado a la delantera, llegando, por primera vez en la campaña, al 50% de la preferencia nacional a finales de septiembre.
El mapa del Colegio Electoral luce muy diferente al de hace un mes, o siquiera dos semanas: Obama tiene una sólida delantera y casi todos los cálculos, inclusive los del republicano Karl Rove, lo colocan por encima de los 250 votos electorales (270 se necesitan para ganar).
La campaña de John McCain dijo esta semana que dejaría de pelear el estado de Michigan, uno de los más luchados, para enfocarse en otros. Florida, por primera vez en esta elección, luce un azul clarito en los mapas, como tendiente a votar demócrata, cosa que no ocurre desde la época de Bill Clinton.
Esto no quiere decir que así se quedarán las cosas, pero los esfuerzos de John McCain por lucir como un reformista que puede resolver los problemas económicos del país, parecen no estar funcionando.
La realidad política es que cuando hay una situación económica crítica, el votante tiende a culpar al gobierno de turno. Aunque el Congreso tiene una ligera mayoría demócrata desde 2006, y las encuestas señalan que tanto el Presidente como el cuerpo legislativo tienen un nivel bajo de aprobación, el gobierno de Bush es el que llevará la carga de la culpa.
Esta última semana de discusiones sobre derrumbes de bancos, congelamiento del crédito y otro aumento —el noveno consecutivo— en el desempleo, sólo parece estar ayudando a Barack Obama a ir ganando terreno en las encuestas.
En dos debates, uno presidencial y uno vicepresidencial, los republicanos han acusado a Obama de querer gastar un trillón de dólares en programas, de querer aumentar impuestos.
La campaña de Obama responde negando que vaya a aumentar impuestos a la clase media y apuntando que McCain apoyó la desregulación bancaria que permitió los excesos de Wall Street.
Los primeros ataques no están funcionando. Los segundos, parecen estar dando en el clavo.
Hoy, la campaña de McCain está de nuevo en la defensiva. Falta un mes para la elección y dos debates, uno el martes 7 y otro el miércoles 15. Es probable que la respuesta republicana sea intentar crear dudas sobre Obama, pintarlo como una elección riesgosa, es lo que manda el librito político.
Pero, por el momento, como decía James Carville, asesor de Bill Clinton, cuando este se lanzó por primera vez en 1992: "Es la economía, estúpido".