Por Juan David Escobar Valencia
El Colombiano, Medellín
“La mentira, la ceguera involuntaria o semiconsciente proceden de que utilizamos la realidad exterior o lejana como un simple elemento de la batalla ideológica librada en nuestra propia civilización o incluso a veces en la arena política”. Jean François Revel
Hace pocos días fuimos testigos de la procesión de presidentes que leían sus discursos ante el casi permanentemente vacío recinto de las Naciones Unidas. Y aunque cada uno intentaba partir en dos la historia de los miles de discursos allí emitidos, confieso que el de la presidenta argentina logró llamar mi atención, no por bueno, sino porque otra vez confirma las debilidades intelectuales y hasta sicológicas de la experta en “paquetes” de medidas populistas y en “maletas” venezolanas.
Ilusa al creer que nadie lo notaría, se esforzó con poco éxito en ocultar la alegría que le proporciona la crisis financiera de los Estados Unidos, diciendo que “No nos pone contentos ni alegres esta situación”. Pero lo más lamentable fue su aturdida alusión al Consenso de Washington, demostrando un pobre conocimiento del mismo, todo explicable por una forma de razonar amañada, populista y especialmente ideologizada. Es esa forma ideologizada de “pensar” la que la hizo decir, con un vergonzoso espíritu vengativo y demostrando su ignorancia, que el Consenso de Washington había planteado que “el Estado no era necesario, que el intervencionismo estatal era nostalgias de grupos que no habían comprendido cómo había evolucionado la economía. Sin embargo, señoras y señores jefes de Estado, y jefes y jefas de delegación, se produce la intervención estatal más formidable de la que se tenga memoria precisamente desde el lugar donde nos habían dicho que el Estado no era necesario, en el marco además de un fenomenal déficit fiscal y comercial”. Sería bueno que al menos el escribió el discurso aprendiera a leer.
Mal haría yo en decir que las 10 propuestas básicas del Consenso de Washington, que no se plantearon como una ideología, representaron un éxito para todos, pues no existe fórmula única, universal y permanente que resuelva todo, como el propio John Williamson le reconocía unos años después, incluso señalando las limitaciones de la misma, a la jauría de fanáticos ideológicos que elevaron su propuesta al nivel de ideología fundamentalista para poderla quemar en público, tirarle piedra y sobre todo, para tener a quien echarle la culpa de todo y evitar que nos preguntemos si las causas de nuestros males no serán propias y no por otros.
No soy nadie para negar de plano las ideologías, pero si estoy convencido que pierden el valor que puedan tener cuando dejan de ser solamente destinos ideales de llegada y se convierten en verdades absolutas sin conexión con la realidad, haciendo por esto que no puedan disponer de instrumentos que las vuelvan ciertas y útiles y nieguen la realidad en un ambiente sicótico en el que alucinan realidades ficticias, “viendo cosas que no existen y negando las que sí”. Sino cómo entender que otro ideologizado dirigente como el presidente iraní, se atreva a decir que el Holocausto provocado por la ideología nazi, “no existió”. Con razón decía Revel que las ideologías son fórmulas para quedar eximido “de la verdad, de la honradez y de la eficacia”.
Lo realmente dañino para América Latina no ha sido el Consenso de Washington, sino la corrupción, la falta de criterio y esos sectores de dirigencia mamertoide que ha estado tanto tiempo en el poder. Esos que se educaron en el estrecho escenario de la disputa ideológica que ofrecía una universidad ideologizada y tirapiedra, que se comportan como “capitalistas salvajes” cuando se trata de engordar sus cuentas bancarias, pero para la gestión de lo público, y para aliviar su complejo de culpa, deciden recrear las ideologías populistas que aprendieron en la universidad sin importarles el costo, pues ese lo pagarán otros, ni que se sacrifique el futuro del país, pues ellos se van a vivir a Paris luego que termina su período. ¿Cuánta sangre y esfuerzo de la gente común se ha utilizado y sacrificado para que ellos armen sus morcillas ideológicas?
Por ejemplo. La actual patrona de la Casa Rosada, tal vez para pagar los favores enmaletados que llegaron de Venezuela, pero especialmente para eludir la desconfianza que su manejo del país está generando y sostener un discurso ideológico trasnochado, ha preferido tirarle piedra a lo que el panfleto izquierdoso llama la maquinaria financiera neoliberal y se está endeudando con su patrocinador, Hugo Chávez, a tasas más altas que las que los supuestos vampiros capitalistas le cobrarían. Pero claro, como eso no lo va a pagar ella.