Por Guillermo Arosemena Arosemena
El Expreso de Guayaquil
Quienes no creen en el sistema económico menos malo (expresión de Churchill), cada vez que es sacudido, salen a enterrarlo antes de estar muerto, por desconocimiento de su contribución al progreso humano. El capitalismo no es acerca de especulación financiera, ni creación de instrumentos financieros sofisticados usados para aplanamiento extremo, ni compra de viviendas sin tener los recursos para pagarlas. Estas son anormalidades del sistema que por no ser perfecto, está expuesto a ellas. Referirse al fracaso del capitalismo es como afirmar que porque nacen niños deformes, la procreación no conviene.
Emprendimiento, innovación y tecnología hacen palpitar al mundo; sin estas tres fuentes de energía intelectual, no puede haber adelanto y ningún otro sistema económico puede optimizarlas como el capitalismo. Este es acerca de producir continuamente bienes y servicios, haciéndose accesibles con el tiempo, a la mayoría de consumidores. Lo que en el pasado era un lujo, se convierte en necesidad. Hace 50 años, muy pocos ecuatorianos tenían refrigeradora, por ser muy costosa, actualmente está en la mayoría de los hogares. Lo mismo se puede afirmar de la cocina, radio, televisión y otros bienes que son básicos para nuestra forma de vivir.
Capitalismo tiene que ver con consumo; antes de que este sistema existiera, no más de 10% de la población mundial era consumidora, razón esencial para no haber mejorado el nivel de vida en nuestro planeta durante centurias. Sin consumo no puede haber desarrollo humano, ni progreso, así como libertad para escoger lo que uno quiere. Los negocios producen para que existan consumidores. ¿Cómo puede haber educación sin textos de estudio, pupitres, pizarrón, etc.? ¿Cómo puede haber puestos de trabajo sin fábricas ni almacenes? El capitalismo tiene que ver con satisfacer necesidades, indispensables para la vida (medicinas, equipos de diagnóstico clínico, semillas, fertilizantes y demás bienes para la agricultura), para el trabajo (equipos de oficinas y comunicación, equipos de fábrica, computación y módulos informáticos) y para el entretenimiento (televisión, cine y equipos de recreación).
Se requirió de un brillante economista austriaco, Joseph Schumpeter, para definir al capitalismo como un sistema que, para prosperar y seguir creciendo, debe destruir lo ineficiente. Schumpeter acuñó la expresión Creación destructiva, para identificar ese proceso de cambio permanente en busca de la perfección. El camión reemplazó a la carreta y la computadora a la máquina de escribir. Lo que vive Estados Unidos es un nuevo proceso de destrucción creativa: bienes y servicios mal utilizados deben desaparecer o modificarse, ver nacer nuevos dentro del mismo sector financiero. Lejos de debilitarse el sistema, se fortalece.
Es erróneo pensar que el capitalismo prospera a expensa de otros. Es una tesis que tiene más de 300 años. Cuando los holandeses eran la principal potencia mundial, entre fines del siglo XVI y comienzo del XVIII, Francia e Inglaterra sostenían que los empresarios holandeses eran causantes de su pobreza, que no podían competir en precios, por no tener naves tan veloces y eficientes, ni acceso a tantos mercados. Los países que tienen el predominio económico, son blancos de ataque de los ineficientes.
El capitalismo tiene cosas positivas reconocidas por el propio Marx, quien se asombró por los extraordinarios niveles de producción inglesa. También se impresionó por el motor a vapor, uno de los primeros inventos del capitalismo, por primera vez el ser humano disponía de una fuente de energía independiente de la localización, era posible movilizarla adonde él se trasladaba. Este invento inglés transformó el mundo del siglo XIX, como sucedió con las demás herramientas capitalistas.
Estados Unidos es el importador de última instancia del mundo, China debe gran parte de su prosperidad al 20% de sus exportaciones que van a ese país, así como a los capitales estadounidenses invertidos en China. No conviene al mundo que el capitalismo desaparezca.