Por Carroll Ríos
Siglo XXI
Señor Presidente: No firme la declaración de la XVIII Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno en torno al tema juventud y desarrollo, o por lo menos, luche por modificarla o poner reservas. Yo sé que tiene mucha presión para firmar: todos los gobernantes reunidos en El Salvador en estos días querrán quedar bien con el organizador de la cumbre, el Secretario General Iberoamericano Enrique Iglesias, y con el gobierno español, principal financista.
¿Quién querría ser visto como aguafiestas? Pero ustedes los gobernantes no son quinceañeros que se doblegan fácilmente a la presión de grupo. Adquirieron un compromiso ineludible, que es el de hacer valer las normas constitucionales y las demás leyes de su país, y no pueden suscribir acuerdos contrarios a las mismas.
La canciller salvadoreña, Marisol Argueta de Barillas, dijo a la prensa que “lo que hay ahorita son proyectos de documentos que son totalmente susceptibles a cambios absolutos”. Si el mismo Gobierno anfitrión y el Gobierno nicaragüense han expresado dudas respecto al acuerdo final de la cumbre, la voz de la responsabilidad encontrará eco entre los demás mandatarios.
Una buena razón para meter el freno es que la declaración es imprecisa y confusa. Aparentemente es una carta de buenas intenciones, inocuas, pero luego se refiere a varios otros documentos que pueden o no haber sido estudiados a fondo por nuestros representantes. Uno de los incisos de la declaración que suscribirían los presidentes, el número 29, alude al “Plan Iberoamericano de Cooperación e Integración de la Juventud 2009-2015” y a un documento de las Naciones Unidas, Objetivos de Desarrollo del Milenio, aprobado en 2000. Además, compromete a la aprobación de programas y planes como el Programa Iberoamericano de Recursos de Cooperación en Juventud, el Programa Iberoamericano de Formación en Materia de Juventud, el Observatorio Iberoamericano de Juventud, y a fortalecer a la Organización Iberoamericana de Juventud, órgano del cual emanan muchos de estos papeles.
¿Qué contienen estos otros acuerdos? Como escribió el editorialista español Julián Nagone, esta metodología es “comparable con esas muñecas rusas que se abren por medio y llevan dentro otra más pequeña”, al punto que los mandatarios no tienen idea de qué compromisos están asumiendo realmente. Lo menos que puede exigir, señor Presidente, es una lista de los acuerdos reales a lo que quieren que comprometa al país.
Al final de cuentas, una lectura de todos estos textos revela un espíritu excesivamente estatista. Es una locura pensar que el Gobierno tiene que hacer las veces de la “familia”, porque los burócratas estiman que ésta fracasó. Con ello, erosionan la patria potestad y borran a papá y a mamá de la ecuación. No caigamos en lo que los estudiosos llaman la paradoja del “buen samaritano”: implantando políticas públicas que buscan proteger a un sector vulnerable de la población, pero terminan haciéndole daño y convirtiéndolo en una carga social dependiente. ¡Nuestra juventud merece más que eso, es capaz de más que eso!