Por Alberto Benegas Lynch (h)
Libertad Digital, Madrid
El tercer debate presidencial en Estados Unidos constituyó, a mi juicio, una decepción similar a los dos primeros, como también el debate de los candidatos a la vicepresidencia. Discutieron sobre cuál tiene los mejores planes para manejar las vidas y las haciendas del prójimo. Por el momento, y de un tiempo a esta parte, se ha abandonado el sueño americano de respeto a la propiedad ajena y a los valores que tan sabiamente expusieron los Padres Fundadores.
Sin duda, George W. Bush ha hecho mucho por destruir esos principios, con sus ansias imperiales, que naturalmente requieren un emperador. El colosal aumento del gasto, la deuda y el déficit fiscal durante su mandato han fortalecido notablemente al Leviatán, aplastado la tradición conservadora del Partido Republicano y abierto las compuertas a la demagogia de los demócratas, lo cual se comprobó en la campaña Obama-Hillary Clinton, donde ambos competían en una frenética carrera por ofrecer más del fruto del trabajo ajeno.
Pero las declaraciones del plomero sí revelan cierto optimismo. Citado primero por Obama, con quien estuvo en un acto proselitista, luego fue nombrado veintitrés veces durante el debate presidencial para ilustrar la posición de la gente común.
Al día siguiente, ABC News decidió hacerle una entrevista televisada. Resultó ser Joe Wurzelbacher, de 34 años de edad. Cuando le preguntaron su opinión sobre la concepción impositiva por la que se grava con mayor intensidad a quienes ganan más, respondió que no veía la ventaja de proceder en ese sentido, "puesto que se penaliza a los más exitosos".
Este solo pensamiento revela gran sabiduría por parte del plomero; mucha más que la que exhibe la mayoría de los políticos de Washington. Joe puso de manifiesto que comprende con mayor profundidad los presupuestos sobre los que se construyó la nación estadounidense que los actuales candidatos a la presidencia. También resultó sumamente interesante comprobar que Joe no tiene la licencia que la reglamentación estatal exige para ejercer la plomería, lo cual deja al descubierto la imbecilidad de las regulaciones gubernamentales que imponen permisos especiales para soldar caños, arreglar inodoros y demás menesteres de ese tipo.
Se necesitan personas como Joe el Plomero, que desean revertir las regulaciones asfixiantes del Gobierno y rechazan tanto las insolentes intromisiones en la vida de los ciudadanos como el espasmo general que padece hoy su país por haber dado la espalda a su magnífica tradición de libertad.
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El autor es presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias (Argentina).