Por Federico Ysart
Infolatam
Madrid - Resulta dramático escuchar afirmaciones y juicios en torno a la crisis, esta especie de tormenta perfecta que amenaza con devorar la riqueza de medio planeta Tierra. Si todo quedara en los dichos de energúmenos tipo Chávez el problema no lo sería tanto; las boutades propias del personaje ya están descontadas de antemano. Lo peor es la puesta en cuestión de la esencia del sistema económico en que hoy vive el mundo.
De la irresponsbilidad de los vendedores de hipotecas basura no caben dudas; tampoco de la de quienes posteriormente las distribuyeron encapsuladas por todo el mundo, y qué decir de las agencias de calificación que bendijeron y premiaron con sus mejores notas aquella tropelía. Pero no se agotan ahí los polvos que han traído estos lodos.
Con inusitada alegría se lee en diarios y se escucha a políticos de consumo ordinario que la crisis financiera arranca del propio sistema porque el mercado no es capaz de auto regularse. Sentada esa premisa, se añade: maniatados por el liberalismo dominante, los reguladores no han podido actuar. Conclusión: cuando la tormenta pase, si es que pasa, van a ver los mercados lo que es regulación.
Quienes así se pronuncian olvidan, si alguna vez lo supieron, que ha sido precisamente la intervención de los reguladores, especialmente de la todo poderosa FED norteamericana, lo que ha impedido en los últimos veinte años el ajuste automático de los mercados; es decir, el correcto funcionamiento del sistema. Cada vez que el mercado apuntaba el nacimiento de una crisis, el gran regulador trataba de compensarla inyectando liquidez y bajando los tipos hasta niveles reales negativos. Era el llamado "Greenspan put" con el que el tantos años jefe de la FED trataba de perpetuar el progreso sin fin, la senda que pareció irreversible de crecimiento y creación de riqueza, iniciada en los años ochenta.
Así lo hizo cuando estalló la crisis bursátil del 87, y en la primera guerra el Golfo, y durante la crisis mexicana, y a continuación cuando llegó la asiática, más tarde al desinflarse la burbuja de las "punto com", y en los días siguientes al 11 de septiembre, etc.
También actuó Greenspan en sentido opuesto, y así la armó buena cuando en diciembre del 96 se le ocurrió hablar de la "irrational exuberance". El boom bursátíl de los 90 estaba sacando las cosas de quicio y, en vez de dejar que se hundiera lo que tuviera que hundirse, trató de advertirlo. No se disculpó por el hecho de ser él mismo parte del problema al haber manipulado la dinámica de los mercados. La sombra del caos se hizo presente y, naturalmente, volvió a intervenir para que la sangre no llegara al río.
Conclusión: impidiendo o tratando de suavizar la dureza con que en un mercado libre se castigan los errores o malas prácticas de sus agentes no se depura a los responsables y acaban pagando justos por pecadores. Es en lo que estamos. ¿De qué mercado hablan pues?