Paul Krugman, de la universidad de Princeton, acaba de recibir el Premio Nobel de Economía 2008, por su “análisis en los patrones de intercambio y locación de la actividad económica”. La Real Academia de Ciencias de Suecia explicó que el galardón ha sido reconocido así porque “ha formulado una nueva teoría para responder a las preguntas sobre cuáles son los efectos del libre comercio y la globalización, y cuáles son las fuerzas que impulsan la urbanización a nivel mundial, habiendo integrado de ese modo, los dispares campos de investigación del comercio internacional y de la geografía económica”.
Krugman es mejor conocido por sus inclinaciones en favor de la intervención en la economía, por seguir una línea más cercana a la del rebelde Joseph E. Stiglitz, y también por enfocar su análisis en la apasionante relación que la ciencia economía tiene con la ciencia política.
Las últimas columnas que el reconocido economista ha dedicado en el New York Times, han tratado -desde luego-, sobre el último desequilibrio financiero, relacionándolo con la política que la administración Bush ha adoptado con Irak: recursos destinados al gasto de la guerra que generan déficit. No se trata de desconocer el mérito y trabajo de Krugman a favor de la ciencia económica (con lo que de todas maneras termina teniendo problemas), pero sí de cuestionar el análisis que tiene con la política.
Toda la crisis financiera en EE.UU. no empezó con la Guerra de Irak y los recursos que se le destinó, sino cuando Alan Greenspan, ex presidente de la Reserva Federal, habiendo advertido que ya el primer mandato del actual presidente sería difícil por una posible recesión, disminuyó los tipos de interés del 6.5% al 1% para que la crisis por los ataques del 11 de septiembre no destruyeran la economía, habiendo simplemente postergado la crisis hasta hace dos semanas, para que regresara con más fuerza y con un rostro de hipotecas artificiales, las que más riesgo tienen de impago, o aquellas que son mejor conocidas como subprime.
Cuando Friedrich A. von Hayek recibió el mismo reconocimiento en 1974, compartido con Gunnar Myrdal, fue “por sus trabajos en el campo de la teoría monetaria y las fluctuaciones económicas, y los análisis de la interdependencia de la economía, la sociedad y las instituciones”, sin embargo, aquel análisis no es el más relevante para la economía.
La Teoría Austriaca del Ciclo Económico, iniciada por Mises y perfeccionada por Hayek, explica el origen del actual problema a partir del crédito concedido por el banco central (en este caso la Reserva Federal o el FED), y los tipos de interés artificialmente bajos, haciendo que el crédito sea accesible sin mayor respaldo que no tener empleo, no tener ingresos ni propiedades, haciendo que los empresarios inviertan en proyectos demasiado arriesgados, provocando una mala coordinación entre producción, consumo e inflación.
Si la Real Academia de Ciencias de Suecia hubiese considerado que con el galardón de 2008 está alejando a la ciencia económica de la vida cotidiana de las personas, tal vez el profesor Jagdish N. Bhagwati lo hubiese recibido con mayor mérito y reconocimiento, habida cuenta de que las teorías neokeynesianas con las que Krugman se desenvuelve académica y políticamente, no explican la crisis actual, y que mucho menos son nuevas. Las inclinaciones de Bhagwati contribuyen más bien al mismo campo, pero velando por la causa de libertad que la economía norteamericana necesita con mayor urgencia.
El premio para Krugman podía esperar, podía ser postergado o por último compartido, porque resulta ser una mala señal para lo que puede venirse si no se tiene una lectura adecuada de la dinámica actual de la economía global.
Lunes 13 de octubre de 2008, un célebre día para quienes asumen el desafío de interpretar la ciencia económica a través de la ciencia política, pero uno triste para quienes asumen el mayor desafío de estrechar la relación de la ciencia económica con las necesidades inherentes del ser humano.
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