Por Jorge Ramos Avalos
El Nuevo Herald
El candidato demócrata a la presidencia, Barack Obama (izq.); su esposa, Michelle, a su lado; el compañero de boleta de Obama, Joe Biden, y su esposa, Jill, participan en un evento de campaña el domingo pasado frente a la Biblioteca Pública de Detroit.Carolina del Norte -- Barack Obama sonreía, aunque se veía cansado. La noche anterior había debatido, frente a cientos de millones de personas en todo el mundo, ante el candidato republicano a la presidencia de Estados Unidos, John McCain, y estaba satisfecho con los análisis de prensa sobre su actuación. Pero cuando le pregunté cuántas horas había dormido, evadió la pregunta con una broma. Estoy seguro que se podían contar con los dedos de su mano izquierda, con la que escribe.
En cambio, Joseph Biden, el candidato demócrata a la vicepresidencia, de 62 años, se veía fresco con su saco azul marino y estaba dispuesto a torear al más bravo. Hablé con los dos en una vieja estación de trenes. No llevaban corbata, pero sí prisa.
Acababan de llegar de Mississippi, habían hecho un acto de campaña en el centro de Greensboro, comieron en menos de un cuarto de hora y se iban a Virginia esa misma tarde. Faltaba poco más de un mes para la elección presidencial y en su equipo de trabajo se notaba la angustia de los que tratan de meter demasiadas cosas en un solo día... o en una sola hora. La entrevista fue un ping pong.
''¿Está ganando Estados Unidos la guerra en Irak?'', le pregunté al candidato demócrata, de tan sólo 47 años de edad.
''Yo no hablo en términos de victoria, o de ganar, porque soy realista; creo que esa es la manera de enfrentar este asunto'', me dijo, citando las palabras del general David Petraeus, quien hasta hace muy poco estuvo al frente del ejército norteamericano en Irak. ``Una de mis prioridades es terminar la guerra para que podamos enfocarnos en lo que nos permite estar más seguros y ser más fuertes''.
La guerra es algo personal para Joe Biden. Su hijo Beau es miembro de la guardia nacional y será enviado a Irak antes de fin de año. ¿Espera que Barack Obama, como presidente, regrese a su hijo de la guerra?
''No'', contestó. ''El va a hacer su deber como cualquier otro norteamericano. [Pero] vamos a terminar con esta guerra. Esta no es una pregunta. Vamos a terminar con esta guerra''. ¿Cuándo? El plan es sacar todos los soldados de Irak para el verano del 2010.
Una de las grandes frustraciones del primer debate presidencial es que América Latina fue ignorada olímpicamente. Ni Obama ni McCain ni el moderador Jim Lehrer le dedicaron unos segundos. Nada. Igual que el presidente George Bush durante casi 8 años, los candidatos presidenciales y el periodista de la cadena pública PBS trataron a la región como si no existiera.
Pero la pregunta sobre si Barack Obama realmente estaría dispuesto a reunirse con los líderes de Irán, Cuba y Venezuela, entre otros, sin condiciones --como lo dijo en julio del 2007-- sigue pendiente. Tras la expulsión del embajador norteamericano en Caracas y los más recientes insultos del presidente venezolano contra lo que él llama ''el imperio'', ¿todavía está Barack Obama dispuesto a reunirse con Hugo Chávez?
''Mi actitud es que, como presidente, tengo la obligación --tengo el deber-- de reunirme con cualquier persona, a la hora y en el lugar que yo decida, si pienso que eso va a hacer más seguro a Estados Unidos'', me dijo Obama. ``Ahora, creo que Chávez se ha beneficiado al presentarse como un adversario de Estados Unidos. Y muchas veces, debido a las fallas que hay en su propio país, explotar el sentimiento antinorteamericano le ha ayudado a impulsar su popularidad''.
Luego le pregunté a Biden si le preocupaba que Rusia fuera a realizar ejercicios militares en Venezuela y que estuviera considerando ayudar al gobierno de Chávez a construir plantas de energía atómica. Y, como el jefe del comité senatorial de Relaciones Exteriores, me contestó con una fuerte crítica no a Chávez o a los rusos, sino contra el presidente Bush y el candidato John McCain.
''No hay una política hacia Rusia'', me dijo. ``No hay una política hacia América Latina. No hay ninguna política. Ellos no saben qué hacer. Así que sí estoy preocupado que [John McCain y los republicanos] ganen esta elección porque eso sería un problema para la generación de nuestros niños''.
De ahí saltamos al tema de las drogas. La violencia en México parece estar fuera de control debido a la incapacidad del gobierno para detener a los narcotraficantes. Pero el presidente mexicano, Felipe Calderón, ha sugerido que si no se reduce el consumo de drogas en Estados Unidos, la violencia en su país y en el resto de América Latina tampoco se detendrá. En este punto Barack Obama estuvo de acuerdo. ''Lo que es absolutamente cierto es que debemos tener un acuerdo de socios [con México]'', me dijo. ''Y eso significa que México tiene que hacer un mejor trabajo para evitar que las drogas fluyan hacia el norte, y que Estados Unidos tiene que hacer un mejor trabajo para evitar que las pistolas y el dinero vayan al sur''. Y reconoció, también, la dificultad de enfrentar corrupción y narcotráfico, simultáneamente, en México.
Las preocupaciones de Biden, en ese momento, no eran primordialmente geopolíticas. Tenían nombre y apellido: Sarah Palin. Se estaba preparando para el debate con la gobernadora de Alaska y candidata republicana a la vicepresidencia. Según Biden, el asunto central no era si Sarah Palin estaba preparada para estar al frente del país, si fuera necesario, sino por qué las propuestas de gobierno de Obama eran mejor que las de McCain. Unos días antes Biden había dicho lo siguiente: ''Hillary Clinton está tan preparada o más que yo para ser vicepresidenta. Francamente, ella pudo haber sido una mejor decisión que yo''. Y le pregunté al senador de Delaware si realmente creía eso.
Barack Obama nos interrumpió, soltando una carcajada, y dijo que Biden era muy modesto. Biden, sin embargo, repitió que Hillary sí estaba preparada para ser vicepresidenta y luego añadió: ``Creo que yo estoy perfectamente preparado para ser vicepresidente. Mira, todavía existe cierto espacio en la política para ser amable''.
Al final se tomaron fotos --muchas--, firmaron libros y Obama, todavía con una sonrisa, fue el primero en salir de la estación de trenes, fuertemente custodiada, donde realizamos la entrevista. Biden se quedó unos momentos más. Quería conversar sobre cómo los hispanos podrían definir esta elección presidencial. Pero pronto un asistente se acercó para apurarlo. No había tiempo que perder. La Casa Blanca estaba a la vista y todo estaba programado. Hasta la despedida.