Por Paula Schmidt M.
Instituto Democracia y Mercado, Chile
Tras dos décadas de confianza, el famoso toro de Wall Street, símbolo de vitalidad, dinamismo y fortaleza de la economía más poderosa del mundo (con un PGB que asciende a alrededor de los16 mil trillones de dólares) embiste incierto su futuro en el Bowling Green Park de Manhattan. Los mercados bursátiles aguantan la respiración y a paso vertiginoso e inevitable se aproxima la elección presidencial norteamericana, el 4 de noviembre, presentando un escenario poco deseado, tanto para el republicano, John McCain y su contendor, el demócrata, Barack Obama. Es así, entonces, como, más allá de “tomar el toro por las astas”, el desplome económico que sacude al corazón financiero de Estados Unidos, estremeciendo hasta los pasillos del Congreso en Washington, se ha transformado en un escenario complejo para ambos candidatos.
Por una parte, McCain debe convivir con el fantasma de George W. Bush, cuya aprobación, según la última encuesta realizada a fines de septiembre de este año por ABC/Washington Post lo sitúa en un magro 26%. O sea, en el último escalafón de beneplácito dictaminado por quienes serán los responsables (o no) de que sea otro miembro del GOP (grand old party) quien llegue al poder; y, a pesar de que ideó suspender su campaña para llevar a cabo el plan de salvataje, efectuado por el dúo Paulson/Bernanke, al parecer, por la temperatura en el ambiente, no ha logrado convencer a los electores de que él no es más de lo mismo, como lo acusa de ser su contrincante. Este último, se mantiene 10 puntos por sobre McCain, según la opinión pública, respecto a un mejor manejo económico. Sin embargo, no todo brilla bajo el sol para el gallardo senador de Illinois.
605 mil trabajos menos ha sido el alcance del frenazo económico durante este 2008. Esta cifra podría verse incrementada si es que EE.UU. cae en una fuerte recesión (como predijo recientemente Ben Bernanke) asociada a lo que ya ha sido la pauta durante el correr de este año: alza en el precio de los combustibles, en los alimentos y, por lo tanto, en el desempleo. Esto se transfiere a las empresas, las cuales, al peligrar sus inversiones y capacidad de endeudamiento podrían, incluso, verse imposibilitadas de sustentar préstamos para cumplir la demanda salarial de sus trabajadores. ¿Qué propone Obama? Hasta el momento, nada. Siguiendo la tónica de su indiscutible olfato político ha utilizado el contexto actual para atacar las políticas económicas de Bush, pero manteniéndose al margen de las negociaciones, ya que sabe que, desde su candidatura, son pocos los hilos que puede controlar en la Casa de Representantes, a pesar de que los demócratas ostentan la mayoría (53.6%).
El país del garrote y la zanahoria mantiene expectantes a las comunidades financieras y políticas a la redonda. Todos los ojos están sobre Estados Unidos y su devenir, pero también, sobre la capacidad de liderazgo de los dos hombres que desean administrar una economía cuyo gasto, sólo en defensa, asciende al 48% del expendio mundial.
El liderazgo, más que una ciencia, es un arte, según el académico de Harvard, Joseph S. Nye Jr. y, al igual que en el arte, se beneficia de su capacidad de recibir opinión.
Quid quo pro: el resultado en las próximas elecciones apelará a la facultad y deber del ganador de, una vez saboreado el éxito, reanudar la marcha más allá de las grandes instituciones de capital.
Paula Schmidt M. es Directora de Estudios Instituto Democracia y Mercado de Santiago, Chile