Por Andrés Oppenheimer
El Nuevo Herald
No se engañen con el universal suspiro de alivio que se oyó el viernes cuando el Congreso de Estados Unidos aprobó un paquete de rescate de $700 mil millones para salvar al sistema bancario del país. La medida contribuirá a evitar un colapso financiero, pero la economía estadounidense seguirá en baja, y Latinoamérica recibirá un golpe más grande que el que muchos suponen.
Es cierto, la crisis de Wall Street que sacudió a los mercados mundiales durante las últimas semanas no significará ''la debacle del capitalismo'', tal como el presidente venezolano Hugo Chávez proclamó triunfalmente, ni significa que el Primer Mundo ''se derrumba como una burbuja (sic)'', como dijo la presidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner.
Eso no ocurrirá. Lo más probable es que signifique un movimiento pendular, desde una economía de libre mercado excesivamente desregulada durante el gobierno de Bush hacia una economía más regulada, como ha ocurrido muchas veces en Estados Unidos después de ciclos de gastos excesivos e impuestos insuficientes.
Pero a juzgar por lo que escuché de boca de varios presidentes latinoamericanos, ministros de economía y economistas durante la Conferencia de las Américas del Miami Herald horas después de la aprobación del rescate financiero, la crisis crediticia de Estados Unidos nos afectará a todos durante el resto de este año y en el curso de todo el 2009, si no más tiempo. Se vienen años de vacas flacas.
''El golpe ha sido tan grande que a los consumidores estadounidenses les llevará cierto tiempo empezar a comprar otra vez, o a pedir créditos'', me dijo Mustafa Mohatarem, jefe de economistas de General Motors. ``El gasto de consumo se reducirá durante un período de por lo menos dos años''.
Eso significará una desaceleración del crecimiento económico estadounidense, que es el motor de la economía mundial y la principal fuente de comercio, turismo e inversión de muchos países latinoamericanos. Mientras que antes de esta crisis los economistas pronosticaban un crecimiento anual de 3 por ciento en Estados Unidos durante los próximos años, ahora se calcula que la economía crecerá un 1 por ciento el año próximo, o que no crecerá en absoluto.
Como resultado, los países latinaoamericanos verán caer sus exportaciones al mercado más grande del mundo, y recibirán menos turistas estadounidenses y menos remesas familiares de Estados Unidos. Esto perjudicará especialmente a México y Centroamérica, cuyas economías están estrechamente vinculadas al mercado estadounidense.
Pero también Sudamérica se verá afectada por una reducción de los precios de las materias primas, porque el menor crecimiento de la economía mundial resultará en una menor demanda de petróleo, soja y otras materias primas que han sido la base del crecimiento de Venezuela, Argentina y otros países de la región.
''La burbuja de los commodities, aunque no ha estallado, se está desinflando considerablemente'', dijo Mohatarem.
En el plano financiero, Latinoamérica tendrá mayores dificultades para acceder a préstamos externos para pagar sus proyectos de infraestructura o cumplir con los pagos de la deuda externa. Además, la crisis financiera se produce en un momento en el que muchos países ya están haciendo frente a mayores gastos por sus importaciones de petróleo y de alimentos.
''Hay cuatro crisis simultáneas que están afectando a nuestros países'', dijo el presidente de la República Dominicana, Leonel Fernández. ``La crisis financiera, la crisis energética, la crisis de alimentos y la crisis climática. Esto va a tener una incidencia directa en lo inmediato''.
Augusto de la Torre, director del departamento latinoamericano del Banco Mundial, me dijo horas después del rescate bancario que la economía latinoamericana probablemente crecerá entre un 2.5 por ciento y un 3.5 por ciento en el 2009. Antes de la crisis, el Banco Mundial y la mayoría de las instituciones financieras internacionales estaban proyectando un crecimiento de alrededor de más de 4.5 por ciento el año próximo para la región.
Mi opinión: el rescate financiero es una buena noticia, pero no será suficiente. No reactivará el crecimiento mundial si Washington no empieza a reducir su deuda de más de 11 billones de dólares, y la gente vuelve a confiar en la economía. El próximo presidente estadounidense debería imponer un paquete de austeridad, no muy diferente a los que se prescribían a los países latinoamericanos durante sus crisis financieras de los años ochentas y de los noventas.
En cuanto a que países latinoamericanos resultarán más perjudicados, paradójicamente la lista probablemente incluya a varios de los que han celebrado la crisis financiera de Estados Unidos como un presunto ''colapso'' del capitalismo, y que ya tienen poco acceso al crédito internacional.
La caída del precio de las materias primas reducirá los ingresos y puede aumentar las tensiones políticas en Venezuela, Argentina, Ecuador y otros países exportadores de materias primas que han estado gastando más de lo que deberían. Sus políticas populistas estaban cimentadas en los estratosféricos precios de las materias primas, y es posible que ahora estén entre las principales víctimas de la desaceleración de la economía global.