Por Manuel Trujillo Romero
Correo del Caroní
Se considera que un país es un imperio cuando se expande a costa de otro más pequeño y débil, al que somete e impone su política por las armas o por el poder económico y/o cultural. Esta ideología data desde 1870 hasta nuestros días. Gran Bretaña, Rusia y EE UU son los ejemplos más representativos, pero por una u otra razón, todos somos pro-imperialistas.
Gran Bretaña ejerció ese imperialismo anexando territorios y sometiendo a muchos pueblos de África y de Asia. Rusia hizo lo mismo por más de medio siglo con aquellos países que, luego del colapso del comunismo, se separaron de la llamada Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Recientemente intentó reanexarse a Georgia, objetivo que pudo lograr debido al estado de debilidad en que quedó Rusia después del desmembramiento señalado y a la presión de Francia y EE UU. Este último es el más conocido imperio.
Después del largo padecer de esta potencia en suelo de Irak, no le quedan bríos para volver a invadir, al menos en la próxima década. Cuba, mediante invasiones a naciones africanas y en Venezuela intentó imponer por las armas su ideología. Ahora lo hace solapadamente.
De acuerdo con la primacía cultural imperialista, en nuestro continente, donde abundan los países débiles, los que habitamos estos suelos somos pro-imperialistas. Todos los días, desde que uno se levanta, entra en contacto con el imperialismo. Lo primero que hacemos es encender uno o más bombillos Phillips o GE. En el baño nos cepillamos con crema dental de marca americana, como igual lo es el jabón con que nos bañamos. Nos afeitarnos con una máquina en cuya caja hay una leyenda que dice: “Mach 3, un revolucionario sistema de afeitar”, pero en la parte superior de la caja leo que ese producto revolucionario es hecho en USA. La crema o betún con que limpiamos los zapatos y tiene la marca Cherry en su tapa.
Ya en la cocina abrimos la nevera, sea cual sea su modelo, ahí está la marca americana. Preparamos un sánduche o sándwich, o sea, un alimento representado por un término del idioma imperialista. Salimos rumbo al garaje, otro término propio de otro imperio, el francés. Allí nos subimos a un carro cuya marca, si no pertenece al imperio americano, es de otro imperio, el japonés. Si no tenemos carro propio nos subirnos a una “perrera”, nombre criollo que le damos a los vehículos de transporte público bastante usados, pero reconstruidos con repuestos de marcas imperialistas.
En la esquina, el transporte se detiene ante la luz roja que nos muestra un juego de semáforos en cuya tapa se lee: Made in USA. En esa misma esquina observo a un muchacho que anuncia la venta de “disfraces para la noche de Halloween, al frente otro joven pregona venta de Ci-Di vírgenes”. Más adelante veo, lleno de jóvenes, un negocio de hamburguesas de los EE UU.
Me bajo en la próxima parada. Observo a un muchacho universitario que porta una cachucha con esta leyenda “Hard Rock”, la joven que lo agarra de la mano lleva consigo una franela que a la altura del busto lleva impresas estas palabras, equitativamente distribuidas: “Shopping & Shopping”. Avanzo y encuentro un negocio lleno de adolescentes, es una marca de pizzas imperialistas.
Mientras espero que pasen los carros, muy cerca circula un funcionario policial en una moto Yamaha, de la cintura del agente cuelga un revólver que con toda seguridad es un Smith & Huesson. Una muchacha lleva una franela azul en la que se lee: “Se habla maracucho: “Coño, Qué molleja, Ver…ción”, etc. etc.
Al entrar en el Mall, mi destino provisional, noto que hay a un grupo de personas que ven en un televisor de 42 pulgadas y de marca americana el partido de béisbol entre Tampa Bays y los Phillies. Entro a un Cyber (voz imperialista), me siento frente a un CPU, iniciales en inglés imperialista. Luego, en esa unidad hago “clip” (y dale con el idioma del imperio) en el icono “Microsoft Office Word”. Pido un refresco pitiyanqui cuyo logotipo redondo tiene los colores de 3 partidos políticos venezolanos: rojo, blanco y azul, lo cual me da la idea de que hasta los refrescos son tolerantes.
En esa oficina, lado izquierdo, hay otro televisor encendido en el que están pasando un partido de fútbol de la champions. Me acerco a un café que tiene por nombre Centro de Café, pero escrito en inglés. Compro el periódico en cuya primera página leo este titular: “Se derrumbó Wall Street”. Al terminar de tomarme un “marroncito”, que afortunadamente me cayó bien porque no está escrito en inglés. En el televisor de ese negocio, un periodista presenta una noticia en la que otro periodista, vocero del gobierno, de nombre William, afirma que la crisis económica mundial es “producto de las políticas del capitalismo salvaje del gobierno imperialistas de “Mr. Danger”. Enseguida aparece en pantalla un político de la oposición venezolana, de apellido Smith, y como si fuese un derecho a réplica solicitado con anterioridad, responde: “Okey, hay una crisis mundial, pero por qué el gobierno sigue gastando millones de dólares comprando más fusiles… aquí escucho un traba lengua, supongo que quiso decir Kalashnikov”.
Finalmente, pago la cuenta con dinero de mi sueldo proveniente de la venta de petróleo al imperialismo.
Así las cosas, ¿quién no es imperialista?