Por Alberto Benegas Lynch (h)
Especial para el Instituto Independiente
Acabo de leer azorado el discurso de Bush antes de comenzar la reunión en Washington donde participarán muchos de los responsables máximos de la actual crisis. He escrito once artículos en diversos medios de Argentina y otros lares sobre este zafarrancho provocado por los aparatos estatales, pero ahora compruebo que estas palabras pronunciadas por del aún Presidente de los Estados Unidos superan toda capacidad de asombro.
El eje central de su discurso estriba en advertir que no se aproveche la depresión para introducir ideas socialistas ni para pretender modificar el sistema capitalista. ¿Pero en que mundo vive este personaje de opereta? ¿Acaso no percibe su descarada traición a los valiosos principios enfatizados por los Padres Fundadores al volcarse a un fenomenal endeudamiento público, gasto federal sin precedentes y alarmante déficit fiscal, en el contexto de asfixiantes y absurdas regulaciones en el mercado hipotecario, bancario y financiero, “rescates” compulsivos con recursos de los contribuyentes para alimentar a insolventes e irresponsables, junto con el inaudito cercenamiento de libertades individuales en nombre de “la seguridad”?
La sociedad abierta no necesita “defensas” de esa naturaleza que dan letra a todos los mequetrefes adoradores del Leviatán que pululan por el planeta. El silencio es lo menos que se le puede pedir a un sujeto de sus antecedentes. Los economistas usamos la expresión preferencia revelada para ilustrar que lo relevante no son los discursos sino lo que se hace lo cual pone de manifiesto los valores que en verdad se suscriben,