Por Alberto Benegas Lynch (h)
El Economista, Madrid
Lo estaba esperando. La administración de Bush tiene la triste marca de exhibir la tasa de crecimiento más rápida en la relación gasto público-producto bruto interno de los últimos ochenta años, ha duplicado la deuda estatal que ahora significa el 75% del PBI, un déficit fiscal de 600 mil millones de dólares y en el 2017 la totalidad de los impuestos federales juntos no alcanzarán a cubrir siquiera el llamado Programa de Seguridad Social, todo en un contexto en el que las pesadas regulaciones del gobierno central que hoy ocupan 75 mil páginas anuales. ¡Y todavía hay distraídos que dicen que esta es la crisis del capitalismo!
Se repite la historia. El resentimiento de los estatistas cavernarios pretenden disimular sus fracasos estrepitosos endosando la culpa a la sociedad abierta o el capitalismo. Ya en los años treinta después de que los Acuerdos de Génova y Bruselas abrieron las compuertas a los desórdenes monetarios que condujeron al boom de los veinte y al crack mayúsculo del 29 se pretendió sostener que el problema se originaba en el capitalismo.
Tenemos que hacer un alto en el camino y entender que el capitalismo se basa en la propiedad privada y en que los que aciertan logran ganancias y los que yerran incurren en quebrantos. Ahora, en cambio, resulta que quienes han utilizado irresponsablemente instrumentos financieros son alimentados coactivamente por el resto de la comunidad a través del aparato estatal que siempre se nutre de los bolsillos ajenos. Es la política del Robin Hood al revés: la gente común se ve forzada a pagar los platos rotos para que los señoritos de Wall Street puedan seguir impunemente con sus fechorías con lo que se incentiva a la toma de riesgos imprudentes.
Uno de los orígenes de la crisis hipotecaria debe verse en las barrabasadas de las empresas estatales Fannie Mae y Freddie Mac que ahora son autorescatadas por la infame politiquería de otorgar hipotecas sin las suficientes garantías. Al mismo tiempo, el agente manipulador monetario del gobierno decidió mantener artificialmente bajas las tasas de interés con lo que hace aparecer proyectos con retornos atractivos cuando en verdad son antieconómicos.
Los llamados rescates o salvatajes no son más que procedimientos que apuntan a disimular el zafarrancho creado por el gobierno con su intervensionismo agobiante. Es “meter la tierra bajo la alfombra”, lo cual solo prolonga y agrava los problemas subyacentes. El Secretario del Tesoro ha formulado declaraciones que se parecen mucho a las de los burócratas del país imaginado por Woody Allen en la producción cinematográfica Bananas. Afirmar que al dejarse esquilmar por sumas colosales de dinero para entregarlas a quienes erraron el camino “ayuda a los contribuyentes porque el dinero vuelve a ellos” nos recuerda al comerciante que se dejaba robar “con la condición que los ladrones compren en su tienda” con esos recursos malhabidos, sin percibir que sufre una pérdida neta por la mercadería entregada en esas circunstancias estrafalarias.
En los mercados abiertos y competitivos resulta esencial que cada uno asuma las responsabilidades por sus actos. Son necesarios los saneamientos de patrimonios que no han sido bien utilizados a criterio de la gente. Mantener a flote por la vía fiscal a los que no dieron en la tecla según las preferencias de los consumidores inexorablemente genera agujeros en otros lados con lo que la productividad conjunta se ve seriamente afectada.
La situación actual se ve agravada debido al sistema bancario de reserva fraccional que se adopta para satisfacer el apetito irrefrenable del lobby financiero en desmedro de la seguridad del sistema. No debe perderse de vista que los bancos son para servir a la gente y no al revés. Hay una interesante discusión entre los partidarios de la reserva total y la banca libre pero ambas partes coinciden en que el sistema fraccional manipulado por la banca central conduce al peor de los mundos: frente a las más mínima desconfianza y a los consiguientes cambios en la demanda de dinero los bancos están en la cuerda floja lo cual no se enmienda con garantías estatales a los depósitos que agudizan las transferencias coactivas de dinero del ciudadano común a los irresponsables quienes están incentivados a realizar colocaciones riesgosas.
El Fondo de Cultura Económica acaba de publicar un libro mío titulado Estados Unidos contra Estados Unidos en el que muestro los enormes desvíos ocurridos en muy diversos frentes respecto de los extraordinariamente sabios principios de los Padres Fundadores de ese gran país. Recordemos que Marx y Engels resumieron toda su filosofía en el Manifiesto Comunista al patrocinar la abolición de la propiedad privada. Si la situación en Estados Unidos no se rectifica y sigue por estos andariveles de afectar reiteradamente los derechos de propiedad, se enfrentará a barquinazos crecientes con lo que el resto del mundo libre entrará en un cono de sombra que muy difícilmente podrá ser revertido. Es de desear que prime la cordura y que se retome la senda de la libertad y el respeto recíproco y no se recurra a los brujos de la planificación de haciendas ajenas que tanto daño han hecho en muy diversos lares, especialmente a los más necesitados.
El autor es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias, en Argentina.