Por Hana Fischer
ABC Digital
MONTEVIDEO - ¿Cuál es la diferencia entre un mercado libre y una economía dirigida? El mayor contraste estriba en que en un mercado sin intromisión estatal las ganancias y las pérdidas son el resultado de un proceso imparcial. En cambio, cuando la política se entromete, las ganancias dependen de la arbitraria voluntad del mandamás de turno.Para justificar lo inaceptable se alega que es por el bien del “pueblo”, de los más humildes, quienes lamentablemente terminan financiando el tren de vida de los “amigos” del poder. Por el contrario, el libre mercado es la más perfecta de las democracias.
Allí cuando compramos un producto o servicio lo hacemos porque nos satisface. Eso es lo que guía nuestro accionar. No nos interesa averiguar quién es el empresario que nos lo vende. Con nuestros “votos” diarios y descentralizados vamos “eligiendo” quiénes han de enriquecerse y, simultáneamente, quiénes tendrán que buscarse otra ocupación para la que estén mejor capacitados.
Pero, cuando los políticos se inmiscuyen, otro es el cantar. Detrás de sus medidas intervencionistas, aparentemente inocentes, ya están designados –con nombre y apellido– quiénes serán los directamente beneficiados, a costa de la población entera.
A eso hay que agregar otro importante factor. Una sociedad verdaderamente libre es un campo de experimentación. Es un estado de ebullición continuo donde incesantemente ciertos emprendimientos tienen éxito y otros fracasan. Los que aciertan son premiados por un “mercado democrático” haciéndolos ricos. Pero no se trata de una actitud altruista por parte de los consumidores. La razón subyacente es que demostraron ser los más capaces y la sociedad en forma anónima les otorga los medios económicos necesarios para que puedan seguir innovando y ofreciendo cada vez mejores productos y servicios.
Los ensayos que fracasan, por muy grande que sea la compañía, no provocan una catástrofe a la sociedad. Las consecuencias de los errores las pagan los directamente responsables y para sus trabajadores el mal momento es transitorio. Y a mayor flexibilidad en las relaciones y leyes laborales, mayor rapidez en volver a encontrar empleo.
La mayoría de la gente no sabe que así funciona el vilipendiado y poco entendido libre mercado. Pero sí son capaces de notar con claridad que en aquellas naciones donde predomina ese tipo de relaciones humanas la vida es mucho más satisfactoria. Eso lo demuestran categóricamente las corrientes migratorias. La gente emigra hacia donde hay más libertad y, por tanto, mayor prosperidad.
La intervención de políticos y burócratas en la economía produce efectos indeseables, tanto en lo moral como en lo económico. Cuando los funcionarios públicos se tornan omnipresentes y omnipotentes, el poder económico se concentra en pocas manos y los gobernantes tienden a perpetuarse en el poder, mientras decae la calidad de vida.
A los políticos les encanta todo lo grande, siempre con dinero ajeno. Entonces, cuando explotan las “burbujas” que ellos crean, no queda títere con cabeza. Así la desolación y la miseria se expanden por doquier.
La autora es analista uruguaya
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