Por Rómulo López Sabando
El Expreso de Guayaquil
“Ante la oscura e inmunda realidad del reino de Elsinor” (Dinamarca) e inmerso en falaz o auténtica locura, Hamlet duda: Ser o no ser, ese es el dilema (To be or not to be: that is the question). ¿Actúo o me inhibo? (Shakespeare).
Igual, ¿cómo lograr el mejor nivel de vida, para la mayor cantidad de personas, en el menor tiempo posible y al más bajo costo social?
Esta es la más sencilla reflexión que un hombre público, con la plenitud del poder o sin él, debe hacerse. El dilema es el “cómo”.
En la historia y en el mundo las experiencias y los resultados de otros pueblos dan la pauta del desarrollo, el bienestar, la ciencia y la tecnología.
La emigración forzada, que arriesga vida, autoestima y familia, derivada del desempleo y la inseguridad, busca un mejor nivel de vida.
Los emigrantes quieren trabajo. Quieren paz, armonía y realizarse como seres humanos dignos. Quieren prosperar.
Pero las ambiciones y apetitos de políticos los entrampan en dos mundos distintos pero no superpuestos.
Cuba, Venezuela y Nicaragua, atraen, en teoría, a muchos activistas, pero que no emigran a radicarse en ellos. Promueven que son dechado del bienestar y prosperidad. Sin embargo, no hacen de ellos su definitivo lugar de vida.
Al contrario, son muchos los que emigran con sus familias precisamente a los Estados Unidos y Europa, a los que denostan y cuyos sistemas de vida dicen detestar, pero les fascinan y aprovechan.
Vietnam (el Vietcong Vi?t Nam C?ng S?n, o “Comunista Vietnamita”, en sus membretes República Socialista de Vietnam), Indochina, en el sudeste asiático que limita con China, Laos y Camboya, el Mar de la China en el Golfo de Siam, de muy ingrata experiencia y malhadada recordación para los norteamericanos, con 87 millones de personas es el segundo de más rápido crecimiento económico y bienestar social en el mundo y tiene ahora, en el 2008, el 8,17% en el PIB.
Es modelo ejemplar de libre comercio, economía de mercado, propiedad privada e inversión extranjera al igual que China, Singapur e India (que convierte 300 millones de pobres en millonarios). Abjuraron del socialismo y del comunismo y se convirtieron en neoliberales. Están ajenos a las burbujas derivadas de la demagogia y la especulación mercantilista, prohijadas por tecnócratas librescos educados en Harvard, Montaigne, Keynes, Samuelson, el FMI y el Banco Mundial.
La crisis financiera les afecta si, pero su robusta economía, su enorme potencial de ahorro y la libertad de sus pueblos, los convierten en países de mayor y mejor consumo. El hambre y la desocupación desaparecieron. Su economía es suma positiva y no suma cero.
Sus políticos detestan las prédicas de Fidel Castro, Hugo Chávez o el monarca de Irán. Nada quieren saber del capitalismo de Estado. Al contrario quieren que sus pueblos y no los gobernantes sean los dueños del capital. Imitan a Corea del Sur y Taiwán. Quieren ser.