Por Eric Lemus
Una madre salvadoreña, que reside en Estados Unidos, espera repatriar los cadáveres de sus dos hijas, que murieron en el desierto de Texas.
Leticia González llegó ilegalmente a Los Ángeles hace ocho años y desde entonces no veía a sus hijas.
Solamente las llamadas telefónicas y las cartas fueron su contacto.
Durante ese periodo soñó con darles un mejor futuro, como cientos de inmigrantes.
Pero su hija mayor le había pedido que las llevara a Los Ángeles como regalo de cumpleaños.
Por eso buscó a unos "coyotes", como le llaman en Centroamérica a los traficantes de personas, para reunirse con ellas, Blanca Lilian, de 10, y Luz Karina Campos, de 12 años.
A cambio de US$20.000, las niñas viajaron por tierra desde El Salvador hacia los Estados Unidos.
El viaje
Pero en Guatemala los "coyotes" separaron a los hombres de las mujeres, de modo que las niñas Campos tuvieron que seguir junto a su tía Ángela, porque su tío fue separado.
En el mundo del tráfico ilegal de personas, nadie puede regular esas decisiones.
Por eso la noche del 4 de abril de 2007, cuando Leticia recibió una llamada telefónica de sus hijas y su cuñada desde Tampico, México, no fue pesimista.
Dijeron que estaban bien y que pronto cruzarían la frontera. Todo era parte del riesgo.
Sin noticias
Habían hecho la denominada Ruta del Golfo y aún les faltaba cruzar el río Bravo, una porción del desierto de Texas y dos estados más, Colorado y Arizona, antes de llegar a California a los brazos de su madre.
Pero Leticia no recibió ninguna llamada más y, tras una mala corazonada, acudió al consulado salvadoreño y a organizaciones pro inmigrantes para notificar la posible desaparición de sus hijas.
Leticia nunca supo que su hermano, Víctor, había sido arrestado por la Patrulla Fronteriza, que lo mantuvo recluido dos meses hasta que fue deportado a El Salvador.
De vuelta a casa, éste relató cómo él fue separado de su esposa y sobrinas, y unos meses más tarde, una mujer que iba en el grupo -y detenida por las autoridades estadounidenses- contó que las niñas fueron abandonadas por los coyotes a pocas horas de llegar a la autopista 59 de Texas.
"Las niñas no pudieron seguir debido al cansancio y los coyotes ahí las dejaron", explicó a BBC Mundo una apesadumbrada madre, ahora que sabe que sus hijas murieron en el desierto.
El hallazgo
Un año después de la desaparición, la Patrulla Fronteriza encontró las osamentas de dos menores y una adulta, y lo reportó al consulado mexicano en McAllen, Texas, que al no tener una alerta de desaparecidos con esas características, extendió el aviso a los consulados centroamericanos.
Así llegó la información a Leticia, a través de las autoridades salvadoreñas en Houston, que le advirtieron sobre el posible hallazgo de sus hijas.
El 31 de julio de este año, agentes del Buró Federal de Investigaciones (FBI) que están involucrados en la investigación, visitaron a González para realizar pruebas de ADN y corroborar la identidad de los restos óseos hallados en el desierto.
Fue hasta inicios de diciembre que los resultados confirmaron que eran las hermanitas Campos y su tía.
Abandonados
En el mismo periodo, otras 1,237 personas se perdieron en el desierto abandonadas por los "coyotes", pero tuvieron la suerte de ser rescatadas por la CBP, según Ramón Rivera, el vocero de la agencia federal.
Por ahora, Leticia González, que está acogida a un programa de residencia temporal, busca un permiso especial para salir de los Estados Unidos con los restos de sus hijas, mientras asociaciones hispanas le ayudan a recoger fondos para su viaje.
Por ahora, el gobierno de El Salvador confirmó que sufragará los gastos de repatriación de las víctimas de esta tragedia para que puedan ser enterradas en casa.
Hasta entonces, Leticia -que aún no ha podido ver los restos de sus hijas- no cerrará esta herida abierta por la migración ilegal.