Los europeos en general, y los españoles en particular, somos muy dados a la mojigatería de la equidistancia cuando lo políticamente correcto lo exige. De este modo, cuando se produce un conflicto internacional en el que participan los americanos o los israelíes, sea cual sea el origen del mismo, y sea cual fuere la posición defendida, la mayoría de europeos optan, de antemano, por considerar siempre que se podría haber evitado, aunque desconozcan los esfuerzos diplomáticos realizados con esa finalidad.
La mayoría de españoles, casi todos los votantes de la izquierda y buena parte de los de la derecha, se han convertido en unos sectarios del sentimiento humanitario. Así, la existencia de la base de Guantánamo es un grave problema de conciencia internacional, en cambio las prisiones castristas para los disidentes no. Es intolerable que una coalición liderada por los Estados Unidos invada Irak (aunque sea para democratizar el país), en cambio la violación sistemática de los derechos de la mujer en el mundo islámico no es sino una cuestión menor para ser abordada en el marco de la alianza de civilizaciones.
Me hace gracia –por no decir que me da nauseas– cuando oigo estos días comentarios en torno a la brutalidad de los ataques israelíes contra los terroristas de Hamas. La mayoría de medios de comunicación han jugado a incrementar el enfoque emotivo del problema, en lugar de plantear un análisis racional de la situación. Nos han enseñado cuerpos mutilados, algún niño muerto y mucho, mucho dolor. En la mayoría de casos se ha obviado que ha sido Hamas quien no ha respetado el alto el fuego, se ha omitido que la inmensa mayoría de los muertos habidos hasta ahora son terroristas, y lo más grave, se está ocultando la condición de terroristas de los miembros de Hamas.
Sin embargo, la cómoda equidistancia conlleva la emisión de juicios del siguiente tenor: "lo que deberían hacer judíos y palestinos es sentarse y negociar", "es que parece mentira que los judíos no quieran reconocer un Estado palestino", "qué horror lo que han hecho, a eso sí que no hay derecho"... De este modo se acaba queriendo conferir la condición de interlocutor válido a un grupo terrorista frente a un Estado democrático, respetuoso con los derechos individuales, como es Israel.
No se puede poner en duda, bajo ningún concepto, la legitimidad de la reacción del Estado israelí. Todos lamentamos las víctimas civiles. Bueno, todos menos Hamas, porque esas víctimas civiles, adecuadamente exhibidas, ayudan a aumentar el sempiterno antisemitismo latente en Europa. Hamas cuenta, para lograr este fin, con la inestimable colaboración de la prensa políticamente correcta de Occidente que será la encargada de presentar un niño palestino muerto en la mesa de cualquier espectador a la hora de la comida o de la cena. Nunca dirán si su padre, terrorista palestino, lo usó como escudo humano.
Israel ha hecho lo que debía hacer: proporcionar amparo a los habitantes de la zona sur (tan castigados por los ataques de los terroristas de Hamas), defender a sus ciudadanos, proteger la única democracia de Oriente Medio, rodeada y acosada por todo tipo de tiranías. La actitud de Israel sólo debería engendrar en Europa un profundo y sincero sentimiento de gratitud. Israel está dando una lección de responsabilidad ante la amenaza que representa el terrorismo de Hamas o Hezbolá. Frente a este ejercicio del deber, se sitúa la complacida equidistancia occidental y que tan bien encarna Moratinos cuando pide "Comprensión hacia Hamas". No señor ministro, comprensión hacia los ciudadanos israelíes cansados de que un montón de fanáticos asesinos intenten acabar con el sueño de su libertad.