Hace perder tiempo el exitismo de muchos distraídos que, una y otra vez, apoyan políticas absurdas. Sólo cuando el fracaso surge a ojos vista, pontifican en la dirección opuesta, como si nunca hubieran dicho lo contrario. Es decir, critican "cuando el gobernante es cadáver", de allí que he denominado a esta situación "la manía de la autopsia".
Ahora parece resucitar el fenómeno, por ejemplo, en lo ocurrido con el antes admirado Bush, una vez que se pusieron al descubierto los efectos devastadores de la patraña mayúscula de la "invasión preventiva" a Irak, del cercenamiento de libertades individuales como la detención sin el debido proceso, las escuchas telefónicas, la intromisión en el secreto bancario y la irrupción en domicilios sin orden de juez competente. Cabe subrayar el aumento sideral en el gasto y el endeudamiento estatales en Estados Unidos, el colosal déficit fiscal y las asfixiantes regulaciones federales de todo orden y especie, a lo que deben agregarse las manipulaciones de la Reserva Federal para mantener las tasas de interés artificialmente deprimidas, lo cual malguía a los operadores en el mercado.
La presente nota pretende mirar desde otra perspectiva un aspecto crucial de la actual crisis internacional y la forma de mitigarla, analizando desapasionadamente los delicados sucesos del momento. Días pasados, en un debate, mi contrincante circunstancial sostenía que mis críticas al llamado salvataje estadounidense eran infundadas debido a que muchas de las empresas en problemas están vinculadas con los intereses de quienes se ven forzados a entregar sus recursos vía fiscal. Respondí que esa posición me recordaba al comerciante que decía que le podían robar a condición de que los ladrones compraran en su tienda con el producto del atraco. Si los contribuyentes se ven forzados a entregar dinero a empresas insolventes, la suma debe detraerse de áreas eficientes y el traspaso de éstas a campos improductivos genera un problema para el conjunto de la sociedad, por el derroche de los factores de producción.
Todos tienen la esperanza de preservar sus patrimonios fuera de la zona de riesgo y, simultáneamente, de que terceros financien los platos rotos de quienes han recurrido a instrumentos financieros de modo irresponsable o han errado el camino. Habrá algunos vivos que logren el objetivo de endosar el problema a las espaldas de otros, pero, en el balance neto, el conjunto pierde, debido a la transferencia coactiva de áreas rentables a las ineficientes.
En el proceso de mercado, resulta esencial dar de baja los activos inservibles y no pretender que se esconda la tierra bajo la alfombra, lo cual puede disimular transitoriamente el mal para bien de los politicastros que intentar evadir el costo de sus aberraciones, pero siempre a costa de empeorar los problemas que en verdad subyacen. Precisamente, en una sociedad abierta y competitiva, los cuadros contables de resultados muestran quiénes acertaron y quiénes se equivocaron en la administración de los recursos disponibles.
Por otra parte, resulta indispensable revisar el inaudito esquema bancario de reserva fraccional sustentado por el lobby financiero de empresarios prebendarios que, en este caso, no parecen percibir que los bancos son para servir a la gente, y no al revés. Hay un debate sumamente fértil entre los partidarios de la reserva total y del llamado free banking , pero ambos lados en la discusión coinciden en que el peor de los mundos es el sistema actual de reserva parcial manipulado por la banca central, puesto que a la menor modificación en la demanda de dinero, debida a la incertidumbre o desconfianza, se pone en evidencia que todo el sistema está en la cuerda floja.
Este "rescate" de sectores de Wall Street y colaterales produce agujeros enormes en el resto de la economía, que arrastrarán efectos de una extensiva pobreza. En economía no hay magias posibles. Aun si los recursos del aludido "salvataje" provinieran de un filántropo de Marte que sistemáticamente entregara sus fondos a insolventes, sería también inconveniente, ya que conduciría a incentivos perversos de la irresponsabilidad. Pero los recursos no provienen de Marte, sino de los bolsillos de los contribuyentes.
Afortunadamente, hay reservas morales potentes en Estados Unidos y en otras partes del mundo. El paquete de marras fue aprobado con la oposición de más de la mitad de los miembros del partido gobernante en la Cámara de Representantes y con argumentos de gran solvencia, además de las prudentes reflexiones de numerosos profesionales, que esta política encubre problemas graves con medidas que profundizan y alargan la crisis.
Una reacción parecida ocurrió en la crisis de los años 30, a raíz del desorden monetario que provocaron los acuerdos de Génova y Bruselas, y de las intromisiones de la Reserva Federal, tal como lo explican, entre otros, Milton Friedman y Anna Schwartz, en su tratado de historia monetaria de Estados Unidos. Ellos también destacan la innecesaria prolongación de aquel colapso por las reiteradamente desacertadas políticas de Franklin D. Roosevelt.
James Madison, el padre de la Consititución estadounidense, ha escrito en 1792 que sólo un gobierno es justo cuando imparcialmente asegura a todo hombre lo que es suyo. Marx y Engels sostuvieron que todo su programa podía resumirse en la abolición de la propiedad. No es necesario llegar a la eliminación de la propiedad para producir descalabros en los precios relativos y consumir capital y, consecuentemente, reducir salarios e ingresos en términos reales. El fascismo es muy conducente para tales logros, al permitir que la propiedad figure registrada a nombre de particulares, pero usa y dispone de ella el aparato estatal, lo que hoy se conoce como "pragmantismo".
George Mason, el redactor de la Declaración de Derechos de Virginia, advirtió que "un repaso permanente de los principios fundamentales es absolutamente necesario para preservar las bendiciones de la libertad". Es de esperar, para bien del mundo libre, que se rectifique el rumbo del creciente estatismo en Estados Unidos. Sus gobernantes se han separado drásticamente de los extraordinariamente sabios principios establecidos por los Padres Fundadores. Como es sabido, si el diagnóstico de los problemas está mal concebido, las soluciones se tornan imposibles de llevar a la práctica.
El último libro del autor es Estados Unidos contra Estados Unidos.