Por Clovis y Claudia Rossi
Sao Paulo - Si 2008 hubiese terminado en septiembre, los brasileños tendrían todos los motivos para gritar alto y fuerte: ¡Feliz Año Nuevo! Hasta entonces las noticias sobre Brasil eran geniales: Lula tenía la economía a su favor y una popularidad del 64%. Brasil registraba números récords en la generación de empleo y en el crecimiento de la agricultura y la construcción.
En el primer semestre, generó 1,3 millones de empleos formales, con un crecimiento del 5% respecto del mismo período del año pasado. El real se valorizó en un 124% frente al dólar, desde el 2002, y encabezaba la lista de monedas de países emergentes más fortalecidas. El crecimiento de la inversión de los extranjeros en proyectos productivos en el país demostraba la confianza en la economía.
Todo eso se reflejaba directamente en la población. El 52 por ciento de los brasileños ya formaban parte de la clase media, el número de familias pobres se redujo de 35% a 24,1% de 2002 a 2008 en las seis ciudades principales del país y 4 millones de personas dejaron de ser consideradas pobres (las que reciben menos de medio salario mínimo - 207 reales, unos 63 euros), según informe divulgado en agosto por el Instituto de Investigaciones Económicas Aplicadas (IPEA) y la Fundación Getulio Vargas (FGV).
Lo que pasó después fue muy bien definido por el profesor del departamento de Economía de la Universidad de São Paulo, Carlos Eduardo Gonçalves: "De octubre en adelante, tenemos otro Brasil. Producción industrial cayendo, ventas de autos cayendo más del 20%, avisos de vacaciones colectivas e amenazas de despidos, recortes en proyectos de inversión, "spreads" bancários em fuerte alza, salida masiva de recursos, Bolsas en caída libre etc. Todo de malo, en pocas palabras".
Tiene razón: la producción industrial cayó el 1,7% en octubre, el mayor retroceso desde noviembre de 2007. Con la huída de los inversores de los mercados más arriesgados como el de acciones (aún más en el caso de países emergentes como Brasil), la demanda por dólares aumentó, haciendo con que la cotización subiera y cerrara el año con una valorización de 31%, la mayor en cinco años.
Uno de los grandes responsables por el crecimiento de la economía brasileña en los últimos años, el consumo interno, dio señales de desaceleración durante las ventas de navidad. El crédito escaso y caro y una actitud más cautelosa del consumidor, influyeron en esa desaceleración. Aun así las ventas crecieron el 3,5% en comparación a 2007. Los comerciantes se quejan pues esperaban un aumento entre 8% y 10%.
También el mercado de trabajo empieza a mostrar los efectos de la crisis. En noviembre más de 40 mil personas se quedaron sin empleo. Situación que no ocurría desde noviembre de 2002 cuando Brasil vivía una crisis económica debido a las desconfianzas sobre los rumbos que tendría la economía con la victoria de Lula en las elecciones de aquel año.
La Bolsa de Valores tuvo su segundo peor desempeño en la historia. El Ibovespa cayó este año 41,22%. Peor que este resultado solo el de 1972, cuando el índice cayó 44,42%. ¿Y la inflación? A partir de septiembre, con la reversión de los precios de los combustibles y de las commodities, hubo una disminución en la inflación que cerró el año en 9,83%. Lo que es una buena noticia. Esa reversión podrá llevar el Banco Central a comenzar a disminuir las tasas de interés en 2009. La tasa Selic de 13,75% aun está ajustada para el período en que parecía que la inflación se elevaría.
Pese a todo, la valoración del presidente Lula sigue en alza: un 70% de los brasileiros consideran a su gobierno óptimo o bueno. Ningún otro presidente en Brasil, desde la redemocratización (1985), alcanzó ese índice. La popularidad tiene relación directa con el buen desempeño de la economía brasileña en los últimos tiempos. La crisis económica todavía no alcanzó a la población a punto de crear una gran preocupación que se refleje en la popularidad del gobernante.
Lo que queda por ver es si, en diciembre de 2009, se podrá cantar ¡Feliz 2010! (El año de las presidenciales).