Desde que nace, el humano desarrolla aptitudes según los incentivos que reciba. Las motivaciones, estímulos, “premios” determinan las actitudes, la educación, el comportamiento y la conducta de las personas.
La búsqueda de la felicidad, el amor, el romance, la religión, el cariño, la amistad, la pasión, el sexo, el odio, el trabajo, el buen o mal vivir dependen de los incentivos.
Los valores éticos y las actitudes morales están relacionados con los incentivos. En los negocios, en la administración pública y privada, en la política, en la cooperación social y en la acción solidaria son los incentivos los que impulsan a las personas. La escala de valores de cada uno determina su trascendencia en la conducta individual o social. La fe, los afectos y desafectos, las convicciones, los propósitos, la realización de cada uno demandan incentivos.
Los mercados donde se comunican requerimientos, demandas, ofertas, atienden las necesidades y el consumo, precios, ganancias y pérdidas derivan de incentivos, en entornos de competencia. Implican la satisfacción de deseos subjetivos y propósitos objetivos.
Lograr el respeto en el entorno social, la autoestima, el orgullo y anhelos de construir un mundo nuevo, y hacer de su hábitat un lugar mejor para proveer bienestar a sus familias depende de los incentivos que no sean una imposición o una mentira. Lo que prevalece es el leal saber y entender de cada cual.
Los más relevantes son aquellos que inducen al respeto al derecho ajeno, a la creatividad, al trabajo, al progreso, al crecimiento y a los valores éticos.
Los hay positivos, negativos y perversos. Cuando inducen a conductas contra la buena fe y la moral estimula las bajas pasiones. Los privilegios someten la vida económica por el lucro no debido. Trastocan la conducta social. La acción política y económica del Ecuador está llena de incentivos perversos.
La actual crisis mundial se inició con incentivos perversos. El mercado inmobiliario y financiero de Estados Unidos, fue prostituido con incentivos perversos de las hipotecas subprime (basura). Los banqueros que, con apoyo estatal y fondo corrupto, prestaron a clientes insolventes generaron incentivos perversos. Y hubo la intención dolosa de beneficiarse.
La titularización de paquetes financieros de alto riesgo, avalizados por agencias de rating y calificación dependieron de incentivos perversos. Para ganar clientes daban la mejor calificación a bajos tipos de interés.
Los inversores, igual que los partícipes en las pirámides financieras, que no son víctimas sino cómplices y beneficiarios motivados por la codicia y la avaricia, pese a saber de que todo negocio bursátil implica la contingencia incierta de ganancia o pérdida, optaron por incentivos perversos, con el aval del Estado.
El paternalismo estatal, las dádivas electorales y la demagogia rampante, derivadas del pensamiento de Keynes, revelan incentivos perversos.