Por Eduardo Quintana
Hace exactamente 4 años, el presidente dictador de Venezuela, Hugo Chávez, lanzaba el “Socialismo del Siglo XXI”, en el V Foro Social Mundial, en Porto Alegre. Desde entonces, su “revolución” ha ido progresando y se extendió hasta los países de la región. Con un mensaje colectivista, altamente populista, Chávez se ha ganado ser el abanderado de la lucha antiimperialista y de frentista ante el capitalismo.
Este “nuevo socialismo”, propuesto por el sociólogo alemán Heinz Dieterich a mediados de los ’90, propone un “Nuevo proyecto histórico”, que reivindique a las mayorías y solucione los problemas de hambre, miseria, desigualdad, corrupción, etc., que no pudieron resolver tanto el sistema capitalista como el comunista, según su propio ideólogo. Dentro del esquema, se planifica trabajar dentro de un Bloque Regional de Poder y un Bloque Regional de Poder Popular. El primero sería entre gobiernos del entorno, mientras que el segundo se basaría en los movimientos sociales.
Dentro de este postulado, encontramos a otro sistema doctrinario, conocido como bolivarianismo, siendo Chávez su precursor. Esta ideología, tratando de emular ideas de Simón Bolívar y del nuevo socialismo, propugna un estatismo absoluto, con la nacionalización de empresas privadas, expulsión de capitales extranjeros, construcción de una sociedad socialista negando la propiedad privada, etc.
Dentro de esta corriente, se enaltece la figura del único líder (Chávez está en el poder desde 1999 y busca la reelección indefinida), y se lo compara con el mismo Jesús judeocristiano del que habla la Biblia. En una entrevista reciente al teólogo Martín Zapata, de la Universidad Católica Santa Rosa, este afirmaba que Chávez no necesitaba intermediación para hablar con el Dios cristiano. Incluso comparaba la misión evangelizadora del Jesús carpintero con la misión política que tiene el dictador venezolano.
El bolivarianismo se quiere aproximar al cristianismo, alegando que Marx rechazaba las religiones por su opresión a los ciudadanos, pero no a Jesús. Incluso, se pretende hasta imponer unos 10 mandamientos del proceso político.
En su planteamiento, los bolivarianos llegaron a consolidar su Socialismo del Siglo XXI, en mayor o menos medida en Venezuela, Bolivia y Ecuador, con: reivindicación de las causas populares (embanderarse con el petróleo, gas, etc.); descalificación y persecución a la prensa (acusándola de golpista o conspiradora del Gobierno); supresión de estamentos republicanos constituidos (disolución de Parlamentos nacionales que no acompañan el proceso); creación de medios informativos gubernamentales para difusión de ideología (Agencia Bolivariana de Noticias, Agencia Boliviana de Información, etc.); nueva Constitución (que otorgue más poderes al Presidente) y dirección unilateral del país (unificación de partidos, unicameralidad altamente oficialista, etc.). Todas estas aplicaciones en los distintos países crearon inestabilidad, persecución, apresamientos y descontrol.
Lo curioso es que estos gobernantes, cuatro años después de lanzarse oficialmente la ideología, se encuentran en una nueva edición del Foro Social Mundial, despotricando contra el libre mercado y su supuesta culpabilidad en la crisis económica internacional actual.
Fernando Lugo está presente. Desde que el ex obispo católico de San Pedro asumió la Presidencia del Paraguay, se avizoraron aires socialistas bolivarianos a su alrededor. Proveniente de la Teología de la Liberación, credo cristiano que apoya el marxismo, Lugo se enmarca dentro de la corriente del Socialismo del Siglo XXI.
Aunque la ideología es individual, la preocupación gira en torno a los primeros síntomas de una propuesta que atentaría contra la libertad de millones de paraguayos y que no hay partidos u organizaciones consolidadas, salvo mínimas excepciones, que ideológicamente, le hagan frente a “la dictadura democrática del siglo XXI”.