¿Se acuerda de la emergencia crediticia? Por supuesto que sí. Nunca habíamos visto algo así, ni siquiera similar, nos dijeron tanto las más altas autoridades financieras como sus perros falderos en los medios de comunicación—no de un modo sereno, calmo y sosegado, sino de una manera desalentadora que sugería la ruina económica inminente a menos que el gobierno se dispusiera de inmediato a “hacer algo”. Los cual hizo, por supuesto, en una escala jamás antes vista en la historia de los Estados Unidos.
Por lo tanto, mirando hacia atrás, tal como la gente se encuentra inclinada a hacer en esta época del año, claramente podemos observar los signos delatores del desastre financiero que golpeó a los mercados financieros el pasado otoño: la terrible crisis crediticia, el “crédito congelado” que auguraba un completo “descalabro económico” a menos que el gobierno tomase medidas dramáticas para impedirlo. (Los voceros gubernamentales y los parlanchines de los medios nunca se expresaron explícitamente acerca de si la cosa estaba muy fría o muy caliente, mientras empleaban metáforas horripilantes en todas las direcciones al mismo tiempo).
Pero, aguarde, ¡algo está terriblemente errado en los antecedentes estadísticos! La devastadora crisis crediticia, la mayor amenaza para este país desde que los rusos hicieron explotar una bomba H, el acontecimiento económico más intimidante desde la caída del mercado bursátil de 1929, el . . . (chisporroteo) . . . (chisporroteo) . . . (las palabras fallan ante esa clase de pavores tal como son evocados en las mentes de los banqueros, ministros de finanzas y titanes financieros de toda índole) . . . . Bien, en cambio me siento avergonzado, en nombre de todos estos gigantes de la elite gobernante, al tener que informarle que el monstruo de la laguna carente de líquido en verdad no aparece como tal en las series estadísticas más relevantes.
Probablemente la medición más importante de las condiciones del mercado crediticio sea la cantidad de crédito disponible de los bancos comerciales. Estas cifras evidencian que aunque la mitad de 2008 no sobresale en una perspectiva amplia, no lo hace debido a una alarmante contracción del crédito, sino solamente en virtud de haber alcanzado una meseta de seis meses desde abril hasta septiembre.
Sin embargo, en ningún momento durante ese intervalo, la cantidad de crédito disponible de los bancos comerciales cae por debajo del monto disponible a comienzos del año. Resumiendo, el crédito fue en verdad amplio, ciertamente, alto en todo momento; simplemente dejó de crecer como lo hace usualmente durante seis meses, fijo en alrededor de 9,4 billones de dólares (trillones en inglés), mientras que un morador de Wall Street tras otro le decía a los medios noticiosos que “no se está moviendo nada de dinero; el mercado crediticio se encuentra completamente parado” o alguna otra patraña.
Después de lo cual, el crédito de los bancos comerciales creció nuevamente, de modo tal que para finales de año, la cantidad disponible era más del 8 superior a la de un año antes. ¡Vaya crisis crediticia! Realmente un année terrible.
Pero no menosprecie a este tonto engaño demasiado rápido, porque, no obstante lo carente de fundamento que puede haber sido en la realidad económica, fue de manera manifiesta lo suficientemente bueno para el trabajo del gobierno. Y ese trabajo ha colocado a los contribuyentes estadounidenses en una difícil situación por billones de dólares (trillones en ingles) en obligaciones del Tesoro y puso a todos los tendedores de dólares estadounidenses frente al riesgo de tremendas pérdidas en el poder adquisitivo de su dinero.
La belleza del “Gran Engaño de 2008”, desde la perspectiva de la clase dirigente, es que fue también un “Gran Susto”, y tales temores sirven como pretextos para los ataques más audaces de los gobernantes contra las vidas, libertades y carteras de los ciudadanos. Usted casi tendría que admirar la habilidad de la elite para lograr asustar al resto de nosotros y hacernos caer en un pánico ciego e irracional sobre bases así de endebles, si no fuera por la circunstancia de que después de que el episodio ha transcurrido, nos encontramos mucho peor, nuestras perspectivas económicas disminuyeron enormemente y nuestras libertades fueron restringidas aún más por un Leviatán incluso más grande, con nada positivo que mostrar a cambio salvo el ulterior enriquecimiento de un puñado de grandes banqueros y otros malhechores de gran riqueza.
Traducido por Gabriel Gasave