Estados Unidos dejó de ser referencia en materia de manejo económico. Ahora se ha vuelto un ejemplo de lo que no se debe hacer. Desde los orígenes de esta crisis financiera hasta las soluciones implementadas por políticos, republicanos y demócratas, ambos han dado muestra de que solamente les interesa el corto plazo y endosar el problema a las futuras generaciones.
El presidente Obama firmó el mal llamado paquete de “estímulo” económico (siempre hay que ponerle un nombre bonito a las leyes). No hay tal “estímulo”; es un paquete de gasto público por cerca de 900 millardos de dólares. Es una megalista a Santa Claus, elaborada por los diputados demócratas, enmarcada en la demagogia de que creará o preservará cuatro millones de empleos. Una promesa tan vacía como la de nuestro presidente Colom: ¿se recuerda de crear 700 mil empleos?
Los días siguientes al anuncio del “paquete de estímulo” la bolsa de valores cayó significativamente. Menos mal que el propósito era “estimular” la economía y no aumentar el pesimismo. No se puede engañar a todos todo el tiempo. La bolsa de valores, reflejo de las expectativas futuras del destino financiero de las empresas, nos mostró que el mentado paquete no augura buenos resultados. Quizás porque el Gobierno es incapaz de crear riqueza y por ello el presidente Obama puede vestir un santo (hacer obra pública hoy), pero tendrá que desvestir a otro (poniendo impuestos mañana). ¿Será posible que la gente ya se dio cuenta y por eso la bolsa reaccionó negativamente al anuncio?
Nosotros no tenemos una bolsa de valores como la de EUA. Por ello no tenemos un “termómetro” tan evidente de las expectativas económicas. Sin embargo, podemos usar nuestro sentido común y concluir en que nuestro Gobierno anda en las mismas. El Ejecutivo anuncia el déficit fiscal más alto de nuestra historia, lo financia con deuda y propone un supuesto plan de recuperación económica que más bien es un plan de demagogia económica. Y para terminar de destruir la confianza, se eliminan los pocos controles presupuestales. Ahora sí que el Ejecutivo gastará como se le dé la gana. Bien decían las abuelitas, que “en arca abierta hasta el justo peca”.
Se le atribuye al economista Milton Friedman la frase “No hay almuerzo gratis”, en referencia al hecho de que siempre alguien tiene que pagar los efectos de cualquier política económica. La frase sigue vigente, con una modificación: “no hay estímulo gratis”. Pan para hoy y hambre para mañana, quizás sea una mejor forma de describirlo. Estados Unidos no será la excepción, y Guatemala, equivocadamente, le sigue. En vez de creer que el gasto público es fuente de prosperidad, debemos aceptar que el Gobierno sigue siendo parte del problema, y por ello no podrá ser parte de la solución.