Por Alexander Cambero
Las olas se estrellan frente al malecón habanero. En este mundo carcelario ideado por la malévola percepción de Fidel Castro, el primer mandatario venezolano ha encontrado el apoyo necesario para salir adelante.
En 1994 vino hasta la Universidad de La Habana en donde pronunció un discurso en el que habló del mar de la felicidad. Eran los tiempos en donde su liderazgo no tenía la convocatoria de ahora. Aquel delirante venezolano fue atrapado por la sagacidad del presidente cubano, que vio en él un seguro pasaporte a los inmensos recursos económicos nacionales, que no pudo lograr cuando auspició la guerrilla en los años 60.
Hugo Chávez se convirtió a la secta del gurú del comunismo internacional. Cuando pudo hablar con Fidel Castro, sentía que dialogaba con un personaje de la historia universal que había resistido la política intimidatoria de seis presidentes norteamericanos.
El veterano líder político antillano observó en los relamidos ojos del delirante venezolano, la oportunidad de obtener la veta maravillosa para relanzar su proyecto más allá de la muerte. Sabía que no era muy complicado lograr la adhesión del héroe del museo militar. Un soldado acostumbrado a huir despavorido de los escenarios propios de la confrontación; era un dócil muñequito de plastilina al que se podía moldear de manera impune. Con ello, tendría acceso a los incalculables recursos económicos venezolanos. Era como colocarle senos nuevos y curvas despampanantes a la cuarentona revolución, que había perdido sus encantos con la caída de la Unión Soviética.
Fidel Castro comienza a ejercer su rol de padre. Cada crisis en Venezuela es repelida desde La Habana. Desde allá comienza una extrapolación del poder, el sistema cubano con todo su aparataje organizacional y de inteligencia es quien sostiene al huésped de Miraflores.
Todas las recomendaciones del jefe habanero son acatadas mansamente por Hugo Chávez. Desde el modo de vestirse hasta la forma de hablar es un calco de Fidel. Sus ideas originales pasan por el tamiz del verdadero cerebro de la operación. Si nos dedicáramos a seguir al pie de la letra la historia de la revolución cubana, nos encontraríamos con una gran sorpresa: el modelo venezolano sigue un libreto que escribieron otros hace 50 años.
Es tanta la admiración enfermiza que siente Hugo Chávez por Fidel Castro Ruz, que se ha encargado de imitarlo hasta en sus pasos. La inteligencia cubana conociendo esta debilidad, logró imponer sus intereses. Lo hicieron secuestrando a una nación; en la actualidad tenemos una gigantesca toma de funcionarios antillanos que son los que mandan en fiscalías, cuerpos policiales, Cantv y órganos del Estado.
Desde su lecho de enfermo Fidel Castro gobierna las dos patrias. Los programas sociales y las estrategias de la confrontación política, fueron obras del octogenario líder. Muchas veces le tocó lidiar con los miedos y fijaciones infantiles de Hugo Chávez. Siempre apagándole el fuego de las frustraciones; corrigiéndole sus planas hechas con las carencias propias del hombre mediocre.
Hoy el régimen venezolano es sostenido por el satélite caribeño. ¿Cuántos secretos y dineros de todos los venezolanos se abran esfumados en operaciones encubiertas?, un verdadero secuestro de nuestros recursos por parte de las piezas del terror que vienen aquí como médicos y entrenadores, pero que en el fondo sirven como factores ideológicos que buscan manipular a nuestra sociedad.
En las fronteras con la muerte Fidel Castro sigue moviendo los hilos. Sus recomendaciones son órdenes para el más fiel de sus fans. Chávez lo mira y se iluminan sus ojos como si disfrutara del algún helado en Copelia.
El mar sigue intranquilo frente a las costas. Hay turbación en los cambios dirigenciales de Raúl, Chávez sufre. ¡Si muere Fidel se acaba todo!
Los secretos habaneros huelen al negocio del siglo. Si el viejo líder fallece se cae la gran mentira venezolana.