Por José Raúl González Merlo
El sábado último diversas entidades ecologistas llamaron a apagar todas las luces de nuestras casas una hora por la noche. De esa manera nos sumaríamos a una campaña global que pretende influir en la próxima conferencia acerca del clima. Apagar la luz representaría “un voto para la tierra”; dejarla encendida sería “un voto a favor del calentamiento global”. Lo denominaron “la hora de la tierra”; sin embargo, conviene dedicarle también una hora al sentido común.
Es bueno que nos preocupemos por el medio ambiente. Pero es mejor que lo hagamos sobre la base de un análisis inteligente y no a arrebatos entusiastas que simplemente nos atemorizan y manipulan. La llamada “hora de la tierra” es uno de esos ejemplos. ¿Qué sentido tiene haber apagado todas las luces de nuestras casas por una hora? En la lógica de los ecologistas, tener las luces encendidas causa un “daño” al planeta. Por ello es que apagarlas habría sido bueno. Y lo que es bueno por una hora para el planeta, debe ser bueno por veinticuatro horas, ¿no? Conclusión: apaguemos las luces para siempre y “muerto el perro, se acabó la rabia”.
Esto último, seguramente, ya no tendrá una reacción tan entusiasta. No es razonable pedirles a las personas que renuncien a uno de los logros más relevantes del progreso (como la energía eléctrica) porque, supuestamente, se está causando un daño irreparable al medio ambiente. La electricidad es mucho más que un gran capricho tecnológico. Les apuesto que ninguna sala del intensivo de hospital alguno apagó los aparatos eléctricos que mantienen con vida a los pacientes. Así de absurda es la lógica de la propuesta. La electricidad no tiene nada de malo.
Sin embargo, el mundo está lleno de personas que, de buena fe, habrán creído que apagar las luces haya hecho una diferencia. Puede ser que sí, porque los ecologistas intentarán usar esa ingenua expresión y atribuirse esa representatividad para avanzar su agenda frente a la próxima conferencia sobre cambio climático en Dinamarca. Supongo que usted no sabía que eso pasaría si apagaba sus luces. Lo que implica que conviene conocer qué contiene la agenda de estos grupos ecologistas porque, de tener éxito, nos terminará afectando a todos. Y, lo peor del caso, es que nada nos garantiza que sus propuestas, efectivamente, produzcan un mejor planeta, en especial si vienen en la misma línea de la última reunión de cambio climático en Kioto, Japón.
No hay nada como tomar decisiones informadas. Apague sus luces, pero hágalo consciente de por qué lo está haciendo. No se deje manipular por un entusiasmo bien intencionado. En materia de calentamiento global hay muchos mitos que deben ser expuestos antes de entregarles un cheque en blanco al movimiento ecologista.