Por Rubén Navarrette Jr.
SAN DIEGO-- Una de las grandes amenazas para la seguridad y prosperidad de Estados Unidos es el creciente sentido de tener derecho a las cosas.
No me refiero a esos costosos programas federales —desde los subsidios al agro hasta el Seguro Social— a los cuales muchos estadounidenses sienten que tienen un derecho absoluto. Estoy hablando del sentido de derecho que muchos de nosotros hemos inculcado, sin saberlo, en nuestros hijos, las consecuencias de esa forma de pensar, y la amenaza que presenta a la capacidad de nuestra población de ser productiva y globalmente competitiva en años venideros.
Consideremos un reciente artículo en el New York Times sobre lo que esperan muchos estudiantes universitarios del proceso de calificaciones. Según los profesores, estudiantes e investigadores que fueron entrevistados, una de las cosas que se espera en las universidades, en la actualidad, es que si un estudiante se esfuerza mucho y asiste a todas las clases —independientemente de lo bien que se desempeñe— merece calificaciones altas.
Según esta idea, los estudiantes parecen creer que la búsqueda de la excelencia es un objetivo exagerado. El esfuerzo es lo que cuenta y eso es lo que hay que recompensar. En otras palabras, tienen derecho a tener buenas notas.
Un profesor de Inglés de la Universidad de Maryland a quien se citó en ese artículo expresó que él dice a sus estudiantes que el que haga lo mínimo para satisfacer los requisitos del curso, se sacará una C. Sin embargo, muchos estudiantes piensan que una A sería una nota más apropiada para esa situación.
Investigadores de la Universidad de California en Irvine han producido un estudio llamado “Estudiantes universitarios que se creen con derechos: Contribución de factores de personalidad, crianza, y motivación”. Dicho estudió concluyó que un tercio de los estudiantes encuestados dijo que esperaba una B sólo por asistir a las clases, y el 40 por ciento dijo que se merecía una B por completar las lecturas requeridas. Casi dos tercios dijeron que si explicaban a un profesor que se estaban esforzando, su esfuerzo debería ser parte de la nota.
El artículo cita a un estudiante de último año de la Universidad de Maryland que se pregunta: “¿Qué otra cosa hay realmente aparte del esfuerzo que uno realiza? Si uno se esfuerza al máximo y se saca una C, qué sentido tiene? ... Si el esfuerzo máximo de uno sólo puede ser promedio en la mente de un profesor, entonces algo está mal”.
Oh, sin duda, algo está mal. El principal autor del estudio conjetura que este sentido de derecho proviene de la presión de los padres, la competencia entre pares o la ansiedad sobre el logro de buenas calificaciones. Otros académicos sugieren que quizás la cultura de tener derecho a las cosas se inicia en el nivel de Jardín de Infantes al 12° grado, en el que los estudiantes aprenden cómo tomar exámenes y se crean la expectativa de que obtendrán calificaciones altas sólo por pasarlos. Un lector que hizo comentarios sobre el artículo por medio del sitio Web del Times le echó la culpa “al alto costo de la educación universitaria” y la filosofía de que “el cliente siempre tiene razón —especialmente cuando el cliente está pagando 50.000 dólares al año”.
Personalmente, no creo que se debe a nada de lo mencionado anteriormente. Creo que la mayor parte de este fenómeno se debe a la forma en que estos jóvenes fueron criados. Hay muchos padres que malcrían y miman a sus hijos, diciéndoles constantemente que son extraordinarios y el centro del universo. Utilizan instintivamente los elogios para inyectarles una alta autoestima, pero a menudo no les enseñan que la mejor manera de sentirse bien sobre sí mismos es trabajar tenazmente y lograr algo en la vida.
Los profesores y administradores universitarios están viendo un solo fotograma de una larga película. Para muchos estudiantes, este sentido de tener derecho estaba ya allí antes de la orientación del primer año, y estará allí mucho después de la graduación. Sólo hay que escuchar a los empleadores cuando hablan de contratar y dirigir a muchachos de veintitantos años que nunca han oído que hay que ganarse las cosas con el esfuerzo propio y quieren subir aceleradamente la escalera corporativa. No hace mucho, un subcontratista me contó que muchos de sus empleados más jóvenes estaban pidiendo trabajar sólo tres días por semana para tener más tiempo de ocio. La ex secretaria de Trabajo, Elaine Chao, puso el dedo en la llaga en 2007, cuando observó que los trabajadores jóvenes “deben poder aceptar que los dirijan ... (ya que) demasiados jóvenes se irritan cuando un supervisor les pide que hagan algo”.
Es de esperar que la actual recesión cambie parte de esa mentalidad y enseñe a los jóvenes a ser más humildes. Eso llevaría a una ética laboral más sólida y a un menor sentido del derecho. Y, antes de entrar en la fuerza laboral, la universidad es un buen lugar para aprender una importante lección para la vida —que tener éxito significa preocuparse menos sobre lo que uno espera, y simplemente hacer lo que se espera de uno.
La dirección electrónica de Rubén Navarrette es [email protected]
Notas del traductor.
Calificaciones en Estados Unidos: A: sobresaliente, B: muy bueno, C: Bueno, D: Regular, F: Reprobado.
©2009 The San Diego Union-Tribune.