Por Caroll Ríos
El jueves 16 de abril, el Congreso conoció el proyecto de enmienda parcial a la Constitución, entregado por la Asociación Cívica ProReforma con más de 73 mil firmas, y lo trasladó a la Comisión de Asuntos Legislativos y Puntos Constitucionales.
Coincidentemente, ese día Álvaro Velásquez y Carolina Escobar escribieron columnas sobre ProReforma, serias pero críticas. La relación entre el proyecto de enmienda parcial y los escritos de Friedrich von Hayek parece desagradar a estos autores. Suenan como si delataran un hecho que se había querido ocultar. Escobar dice detectar la “huella” de Hayek en la propuesta, citando un texto por el mismo Velásquez. Velásquez escribe: “Ya he demostrado que la propuesta de ProReforma es una copia casi literal de una arquitectura institucional… imaginada por F. Hayek”.
Jamás se negó o se quiso negar el trasfondo filosófico e histórico de la propuesta de ProReforma. Le debe mucho a Hayek, así como a otros gigantes intelectuales que han analizado cómo procurar un ordenamiento socio-político abierto y pacífico. Efectivamente, en el tercer volumen de Derecho, Legislación y Libertad, Hayek esboza un sistema que incluye una legislatura bicameral que atribuye al Senado funciones de derecho privado y al Congreso funciones de derecho público, al cual llama demarquía.
Escobar se preocupa porque Hayek escribe desde y para un contexto de derecho consuetudinario inglés. Es cierto, pero sus discernimientos también son relevantes para países con sistemas de derecho civil o positivo como Guatemala. Toda sociedad que aspira a ser abierta y democrática, debe compartir con Hayek el interés por el orden, la paz, el respeto a las garantías personales, la igualdad ante la ley, y el Estado de Derecho. La legislatura bicameral propuesta por ProReforma no depende del common law.
A Velásquez le alarma la antipatía de Hayek por la “soberanía popular”, pues a su juicio tal posición sólo puede salir de una mente elitista y soberbia que desdeña al pueblo. Hayek es humilde y aborrece, como Velásquez, la arrogancia. Defendió al ciudadano común, intuyendo que éste poseía un valioso conocimiento de tiempo y circunstancia que le permitía, mejor que nadie, trazar el rumbo de su vida. Ambiciona un orden social que armonice las diversas opiniones de todos los ciudadanos. Odia la tiranía y la opresión: recordemos su libro Camino de Servidumbre. ¡Es demócrata! Cabalmente por ello, junto con Ortega y Gasset, Jefferson, Madison y Alberdi, teme que unos tiranicen a otros, bajo el amparo de una falsa soberanía, una “democracia dogmática”.
La constitución puede impedir la erosión de la democracia: una constitución consensuada, no impuesta, y cimentada en las normas sociales compartidas. Y, claro está, Hayek no inventó el concepto de democracia constitucional, idea que goza de aceptación entre distintas ideologías.
Es vital entender correctamente a Hayek, pero lo es más juzgar al proyecto ProReforma por sí mismo. No lo desechemos hoy sólo por la etiqueta que le clavamos ayer a Hayek o a los promotores.