Por Mary Anastasia O'Grady
"Nos hemos hundido a tal profundidad que la repetición de lo obvio se ha convertido en el deber primordial de los hombres inteligentes". —George Orwell, 1939
El secretario del Tesoro de Estados Unidos, Tim Geithner, tiene las manos llenas en estos días. El sistema bancario está con respirador artificial, la economía está en recesión y su despacho está a cargo de ejecutar el plan para resolver todo este desastre.
De todos modos, el médico de cabecera del gobierno se dio el tiempo para viajar hace una semana a Medellín, Colombia, para asistir a la asamblea general del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Su gran contribución fue apoyar una propuesta para casi triplicar el capital de la entidad.
Al respaldar el status quo burocrático en Latinoamérica, Geithner se fortalece políticamente. Todos alabaron al hombre de confianza del gobierno de Obama, que jamás ha encontrado un problema que no pueda resolver lanzándole más dinero. En el mundo real, sin embargo, la expansión del ya amenazador BID es una siniestra noticia para los siervos que viven en los sistemas feudales latinoamericanos a los que el banco llama "clientes".
Este es un buen momento para inspirarse en la sabiduría de Orwell y repetir lo que ya es manifiesto. Latinoamérica sigue siendo pobre y atrasada no pese a la "asistencia" multilateral, sino en gran parte debido a ella. El BID ha enfrentado el problema de la pobreza en Latinoamérica desde 1959, pero no ha actuado sólo. En el periodo de la posguerra el Banco Mundial, El Fondo Monetario Internacional e incontables agencias bilaterales han inundado a la región con ayuda. La asistencia extranjera mundial se ha disparado. Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo (OCDE) "en 2008, el total de asistencia oficial para el desarrollo por parte del Comité de Asistencia para el Desarrollo de la OCDE subió 10,2% en términos reales a US$119.800 millones. Esta es la cifra más alta en dólares jamás registrada".
¿Tiene sentido, por lo tanto, señalar que la pobreza continúa existiendo debido que las cantidades de ayuda han sido demasiado miserables para lograr el objetivo? Lo tiene para Geithner y las brigadas de ayuda extranjera. Pero en vez de depender de "expertos" es más útil echar un vistazo a la evidencia empírica. Un estudio de 2006 titulado "Ayuda extranjera, desigualdad de ingresos y pobreza", publicado por el departamento de investigación del propio BID examinó al período entre 1971 y 2002 y encontró "cierta evidencia débil de que la ayuda externa es conducente al mejoramiento de la distribución de los ingresos \[sic\]. Cuando se toma en cuenta la calidad de las instituciones, sin embargo, este resultado no es robusto. Este hallazgo es consistente con investigaciones empíricas recientes sobre la ineficiencia de la ayuda a la hora de lograr crecimiento económico o promover las instituciones democráticas".
Así que ahora que sabemos lo que no funciona, Geithner desea que hagamos más de lo mismo. Esto es lo que el gran economista del desarrollo, Peter Lord Bauer, llamó "el desprecio de la realidad". En un ensayo escrito en 1987 para el Cato Journal, llamó a la proposición de que la pobreza es una trampa de la que no se puede escapar sin ayuda externa "un conflicto obvio con la simple realidad". "Todos los países comenzaron en el subdesarrollo", escribió Bauer. "Si la noción del círculo vicioso fuera válida, la humanidad aún estaría en la Edad de Piedra, en el mejor de los casos".
Bauer pasó toda una vida estudiando el desarrollo. En 1972 publicó "Dissent on Development", un libro en el que criticó ferozmente a la ayuda por su enfoque en los "síntomas y efectos" de la pobreza mientras que "desvía la atención de los determinantes del desarrollo". Para Bauer, la ayuda extranjera no sólo era una pérdida de dinero, sino que conspiraba en contra de hacer las cosas bien en las áreas que realmente importan para el progreso. Esos "determinantes" ahora son ampliamente reconocidos, incluso por parte de los investigadores del Banco Mundial. Ellos producen una encuesta anual llamada "hacer negocios" que mira a las restricciones regulatorias en 181 países y señala la conexión crítica entre la gente con libertad económica y la prosperidad.
En un libro reciente llamado La lección de los pobres sobre emprendedores exitosos en el mundo en desarrollo, el investigador Álvaro Vargas Llosa hace eco de estas ideas. "El elemento decisivo" para sacar a una sociedad de la pobreza es "el desarrollo de las reservas emprendedoras que existen en los hombres y mujeres", escribe Vargas Llosa. "Las instituciones que le entregan más libertad a sus ciudadanos y más seguridad a las posesiones de sus ciudadanos son las que facilitan de mejor manera la acumulación de riqueza".
Es obvio que la libertad económica y los derechos de propiedad son los grandes motores del desarrollo y que no hay una correlación entre el volumen de ayuda externa que recibe un país y el respeto por estos valores. Sin embargo, lo que es más preocupante es la reputación del BID de trabajar en contra de la liberalización de la región. El caso más notorio es su oposición a un impuesto único. Gracias a sus arcas institucionales pasa fácilmente por encima de los grupos cívicos que tratan de limitar el poder del gobierno. Al hacerlo no promueve ni el desarrollo ni una sociedad justa.