El Comercio, Lima
La más notable y atrevida reforma introducida en la política estadounidense por el presidente Barack Obama no concierne a Iraq, ni a las torturas de Guantánamo, ni a Cuba, ni a la Unión Europea, sino a Israel. Por primera vez un gobierno de Estados Unidos abandona la línea seguida hasta ahora por todos sus predecesores —incluido el del presidente Carter, que solo al salir de la Casa Blanca cambiaría de posición sobre este asunto—, de alineamiento sistemático con Israel en su conflicto con los palestinos, un hecho que hasta ahora ha constituido un obstáculo mayor para un acuerdo de paz que desactivara aquel polvorín, que en cualquier momento puede volver a incendiar el Medio Oriente, rompiera el hielo y permitiera un acercamiento y colaboración entre los países árabes y el mundo occidental.
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