Por Manuel Malaver
Cualquiera que piense que el acelerón de la revolución chavista afecta exclusivamente las estructuras de la política y la economía venezolanas, debería analizar con cuidado dos informaciones llegadas recientemente del exterior que obligan a concluir que, al par de sus preocupaciones domésticas, Chávez no pierde de vista aquellos objetivos que allende fronteras reforzarían la estrategia de establecimiento de su dictadura neototalitaria en Venezuela.
Nos referimos, en primer lugar, a un reportaje publicado el lunes pasado en el diario “El Tiempo” de Bogotá, donde se da cuenta, siguiendo informes de inteligencia de los cuerpos de seguridad colombianos, “que al menos un integrante del Secretariado (cúpula de las FARC), y cuatro del Estado Mayor central (segundo nivel), viven en otros países, tres del Secretariado entran y salen evadiendo el cerco de las autoridades, y cuatro jefes de frente y un ideólogo se esconden por épocas en países vecinos”.
Pasa después la investigación periodística a precisar los casos de Luciano Marín (Iván Márquez), miembro del Secretariado de las FARC, quien hace por lo menos cuatro años no pisa suelo colombiano y está en Venezuela”…y de los comandantes, Rodrigo Londoño (“Timoleón Sánchez”), Germán Briceño (“Grannobles”), Ricardo González (“Rodrigo Granda”), y Emilio Ropero (“Rubén Zamora”), “ también detectados en territorio venezolano”.
En otras palabras, que sí las FARC todavía resisten con mediano éxito las ofensivas del ejército colombiano de mediados del año pasado, y de comienzos del actual, y esa resistencia se ha revelado especialmente cruda en los frentes que bordean la frontera noroeste, sureste y sur con Venezuela, es evidente que, ya sea por descuido, o por complicidad, el gobierno venezolano tendría que dar cuenta de por qué tan peligrosos personajes habitan en el territorio nacional y eventualmente lo cruzan para llevar a cabo sus incursiones militares contra las autoridades del país vecino.
Preguntas que atañen, fundamentalmente, al presidente, Álvaro Uribe Vélez, artífice de una cuestionada paz con el gobierno de Hugo Chávez que tenía como núcleo central la no injerencia del “socialista siglo XXI” en los asuntos internos de Colombia, pero que, de ser cierto los informes de inteligencia que cita “El Tiempo”, no solo está siendo violada, sino convirtiéndose en la causa de que las FARC no pierdan su guerra contra la democracia colombiana por lo menos en los años que quedan de la “Era Uribe”.
Y lo subrayo, no como adicto a una ruptura de hostilidades entre los gobiernos de Chávez y de Uribe, sino del logro de una paz real que salvaría a los dos países de verse precipitados en cualquier momento a una confrontación de características y consecuencias impredecibles.
Eso por lo menos es lo que piensan sectores responsables de la política de uno y otro país, convencidos de que, si la relación bilateral no deja de enmarcarse en la estratagema del “gato y el ratón” que es la que parecen aplicarle los dos presidentes entre si, uno de los contendientes, o los dos, no tardarían en devenir en “comidos”.
Pero sí preocupante tiene que resultar esta primera información llegada desde Bogotá sobre una presunta colaboración del gobierno venezolano en operaciones militares de las FARC contra el ejército colombiano, aterradora es la segunda, originada ahora desde Israel, y cifrada en una declaración del ministerio de Relaciones Exteriores de ese país, según la cual, “”Israel sospecha que Venezuela y Bolivia ayudan a Irán en su controvertido programa nuclear al suministrarle uranio al gobierno de Mahmoud Ahmadinejad”.
O sea, que ya el alcance de la participación de Chávez en lo que no puede llamarse sino la guerra global de la subversión terrorista contra la libertad, la democracia y el orden político y jurídico internacional establecidos, traspasa los límites de lo regional y convencional, para involucrarse en lo planetario y no convencional, la guerra atómica o nuclear, arrastrando al continente en general, y a Venezuela en particular, a un conflicto del cual es imposible que nadie salga bien librado.
Creo que cualquiera que haya seguido en las últimas semanas la ofensiva terrorista de los talibanes de Osama Ben Laden contra el gobierno de Pakistán, y la ya casi transformación de ese país en un estado fallido; así como los tres lanzamientos de misiles de Corea del Norte portando armas atómicas, entiende el peligro del fuego con el que está jugando Chávez y los riesgos que comporta para Venezuela y la región.
A este respecto, no debe olvidarse la actitud del padre y mentor de Chávez, Fidel Castro, durante la “Crisis de los Cohetes” en octubre de 1962”, quien, después de haber involucrado irresponsablemente al pueblo cubano en la dinámica más peligrosa y caliente de la “Guerra Fría” al permitirle a los rusos la construcción en territorio cubano de una base de misiles con carga nuclear que apuntaban a los Estados Unidos, no tuvo empacho en sugerirle al primero ministro soviético, Nikita Kruschev, que no cediera ante los gringos, aunque ello significara la desaparición de Cuba en un holocausto mundial.
Y habría que detenerse en el paralelismo de los delirios del ya vetusto y agónico, Fidel Castro, y de su discípulo y heredero, Chávez, para entender que el cubano no hablaba por hablar en 1962, ni el venezolano desecharía sus opciones a la hora de imitarlo y poner al borde del abismo la existencia biológica de Venezuela y del continente.
Y es que, si bien ya no existen potencias nucleares a los cuales ofrecerle el territorio venezolano para que construyan bases de misiles que apunten a los Estados Unidos, si hay alucinados como Ahmadinejad y Kim Jong-ill con los cuales asociarse y suministrarle uranio para que cumplan los mismos objetivos.
En este orden, habría que remitirse a la extraña alianza de Chávez con el presidente de Irán, Ahmadinejad, motivada al comienzo por la militancia de uno y otro en la línea más radical de los países que integran, OPEP, pero devenida en una identificación ideológica que pasa por una declaración de guerra contra el capitalismo occidental y democrático y el país que lo emblematiza, los Estados Unidos, una cooperación militar que garantiza el suministro de armas de Irán a Venezuela, y la compra por parte de Chávez de cuanta chatarra de origen occidental se fabrica en las ensambladoras de la república islámica.
Pero eso no es todo, sino que hay un persistente y ya inocultable tráfico de iraníes por todo el territorio venezolano, y muy señaladamente en las vastas y casi despobladas zonas del sur que es por cierto donde se dice que se produce uranio.
Son señalamientos que vienen desde hace mucho tiempo circulando en Venezuela, que a veces son recogidos por diarios nacionales e internacionales, pero que solo ahora, con la declaración de la cancillería israelí, llegan a constituirse en un elemento de política fundado, al parecer, en evidencias.
Otra alerta que se agrega, en fin, a los tantas que se han disparado contra Chávez desde que se hizo con la presidencia de Venezuela; alertas que unas veces son tomadas en cuenta y otras se dejan pasar, y que poco han contribuido a controlar los delirios del teniente coronel; pero que ojalá ahora, por la coyuntura en que se revelan, y los factores mundiales involucrados en el tema, desate los mecanismos que fragüen las cadenas que amarren a semejante loco.
Pasa después la investigación periodística a precisar los casos de Luciano Marín (Iván Márquez), miembro del Secretariado de las FARC, quien hace por lo menos cuatro años no pisa suelo colombiano y está en Venezuela”…y de los comandantes, Rodrigo Londoño (“Timoleón Sánchez”), Germán Briceño (“Grannobles”), Ricardo González (“Rodrigo Granda”), y Emilio Ropero (“Rubén Zamora”), “ también detectados en territorio venezolano”.
En otras palabras, que sí las FARC todavía resisten con mediano éxito las ofensivas del ejército colombiano de mediados del año pasado, y de comienzos del actual, y esa resistencia se ha revelado especialmente cruda en los frentes que bordean la frontera noroeste, sureste y sur con Venezuela, es evidente que, ya sea por descuido, o por complicidad, el gobierno venezolano tendría que dar cuenta de por qué tan peligrosos personajes habitan en el territorio nacional y eventualmente lo cruzan para llevar a cabo sus incursiones militares contra las autoridades del país vecino.
Preguntas que atañen, fundamentalmente, al presidente, Álvaro Uribe Vélez, artífice de una cuestionada paz con el gobierno de Hugo Chávez que tenía como núcleo central la no injerencia del “socialista siglo XXI” en los asuntos internos de Colombia, pero que, de ser cierto los informes de inteligencia que cita “El Tiempo”, no solo está siendo violada, sino convirtiéndose en la causa de que las FARC no pierdan su guerra contra la democracia colombiana por lo menos en los años que quedan de la “Era Uribe”.
Y lo subrayo, no como adicto a una ruptura de hostilidades entre los gobiernos de Chávez y de Uribe, sino del logro de una paz real que salvaría a los dos países de verse precipitados en cualquier momento a una confrontación de características y consecuencias impredecibles.
Eso por lo menos es lo que piensan sectores responsables de la política de uno y otro país, convencidos de que, si la relación bilateral no deja de enmarcarse en la estratagema del “gato y el ratón” que es la que parecen aplicarle los dos presidentes entre si, uno de los contendientes, o los dos, no tardarían en devenir en “comidos”.
Pero sí preocupante tiene que resultar esta primera información llegada desde Bogotá sobre una presunta colaboración del gobierno venezolano en operaciones militares de las FARC contra el ejército colombiano, aterradora es la segunda, originada ahora desde Israel, y cifrada en una declaración del ministerio de Relaciones Exteriores de ese país, según la cual, “”Israel sospecha que Venezuela y Bolivia ayudan a Irán en su controvertido programa nuclear al suministrarle uranio al gobierno de Mahmoud Ahmadinejad”.
O sea, que ya el alcance de la participación de Chávez en lo que no puede llamarse sino la guerra global de la subversión terrorista contra la libertad, la democracia y el orden político y jurídico internacional establecidos, traspasa los límites de lo regional y convencional, para involucrarse en lo planetario y no convencional, la guerra atómica o nuclear, arrastrando al continente en general, y a Venezuela en particular, a un conflicto del cual es imposible que nadie salga bien librado.
Creo que cualquiera que haya seguido en las últimas semanas la ofensiva terrorista de los talibanes de Osama Ben Laden contra el gobierno de Pakistán, y la ya casi transformación de ese país en un estado fallido; así como los tres lanzamientos de misiles de Corea del Norte portando armas atómicas, entiende el peligro del fuego con el que está jugando Chávez y los riesgos que comporta para Venezuela y la región.
A este respecto, no debe olvidarse la actitud del padre y mentor de Chávez, Fidel Castro, durante la “Crisis de los Cohetes” en octubre de 1962”, quien, después de haber involucrado irresponsablemente al pueblo cubano en la dinámica más peligrosa y caliente de la “Guerra Fría” al permitirle a los rusos la construcción en territorio cubano de una base de misiles con carga nuclear que apuntaban a los Estados Unidos, no tuvo empacho en sugerirle al primero ministro soviético, Nikita Kruschev, que no cediera ante los gringos, aunque ello significara la desaparición de Cuba en un holocausto mundial.
Y habría que detenerse en el paralelismo de los delirios del ya vetusto y agónico, Fidel Castro, y de su discípulo y heredero, Chávez, para entender que el cubano no hablaba por hablar en 1962, ni el venezolano desecharía sus opciones a la hora de imitarlo y poner al borde del abismo la existencia biológica de Venezuela y del continente.
Y es que, si bien ya no existen potencias nucleares a los cuales ofrecerle el territorio venezolano para que construyan bases de misiles que apunten a los Estados Unidos, si hay alucinados como Ahmadinejad y Kim Jong-ill con los cuales asociarse y suministrarle uranio para que cumplan los mismos objetivos.
En este orden, habría que remitirse a la extraña alianza de Chávez con el presidente de Irán, Ahmadinejad, motivada al comienzo por la militancia de uno y otro en la línea más radical de los países que integran, OPEP, pero devenida en una identificación ideológica que pasa por una declaración de guerra contra el capitalismo occidental y democrático y el país que lo emblematiza, los Estados Unidos, una cooperación militar que garantiza el suministro de armas de Irán a Venezuela, y la compra por parte de Chávez de cuanta chatarra de origen occidental se fabrica en las ensambladoras de la república islámica.
Pero eso no es todo, sino que hay un persistente y ya inocultable tráfico de iraníes por todo el territorio venezolano, y muy señaladamente en las vastas y casi despobladas zonas del sur que es por cierto donde se dice que se produce uranio.
Son señalamientos que vienen desde hace mucho tiempo circulando en Venezuela, que a veces son recogidos por diarios nacionales e internacionales, pero que solo ahora, con la declaración de la cancillería israelí, llegan a constituirse en un elemento de política fundado, al parecer, en evidencias.
Otra alerta que se agrega, en fin, a los tantas que se han disparado contra Chávez desde que se hizo con la presidencia de Venezuela; alertas que unas veces son tomadas en cuenta y otras se dejan pasar, y que poco han contribuido a controlar los delirios del teniente coronel; pero que ojalá ahora, por la coyuntura en que se revelan, y los factores mundiales involucrados en el tema, desate los mecanismos que fragüen las cadenas que amarren a semejante loco.