Por Ramón Parellada
(Nota: Mañana viernes 22 de mayo, de 4:00 p.m. a 5:00 p.m. se llevará a cabo una ceremonia para celebrar las vidas y el ejemplo de nuestros amigos en el Auditorio Juan Bautista Gutiérrez del Centro Cultural Universidad Francisco Marroquín)
La semana pasada fue verdaderamente dura y triste para mí. Fallecieron en un accidente aéreo cuatro amigos con los que mantenía una buena relación personal y de trabajo. Nos veíamos a menudo en los corredores de la Universidad Francisco Marroquín (UFM) o en algún evento académico.
Se trata de Claudia Porras de Araneda y su esposo Rafael, Helmuth Wintzer y Juan Roberto Brenes. Todos ellos gente de bien, virtuosos, trabajadores a más no poder, entusiastas y aventureros. De hecho, gustaban del campo, escalar volcanes, explorar nuevos rincones de esta linda Guatemala, y precisamente un viaje de buceo los unió, sin saberlo, hacia su mayor aventura, al menos eso pensamos los que creemos en Dios, al cielo. Así lo siento; están ya felices, en un lugar muy especial al lado de nuestro Creador.
Claudia era subdirectora del Centro Henry Hazlitt de la UFM. Era muy eficiente, y además de coordinar la infinidad de cursos de Proceso Económico y Filosofía Social se encargaba también de la contratación de profesores y auxiliares. Coordinaba además la visita y logística de todos los profesores visitantes en estas áreas. Siempre estaba de buen humor y al control, a pesar de las presiones que el escaso tiempo imponía a su quehacer. Ella, su esposo y sus cinco hijos solían realizar con cierta frecuencia excursiones familiares. Sus hijos saldrán adelante, pues sus padres supieron transmitir esa espiritualidad que los hace fuertes y seguros, que los mantiene siempre luchando por la vida y estar felices.
Helmuth era un joven profesor del curso de Comercio Internacional y Ventas, de Mercadeo y de Competencia, y tenía a su cargo algunos seminarios en la Facultad de Ciencias Económicas y en otras facultades de la UFM. El año pasado, con todo su entusiasmo, mientras aprendía mandarín, organizó un viaje a China que realizó luego con mucho entusiasmo. Le gustaban los deportes extremos. No tenía miedo, gozaba de la vida y la vivía al máximo. Así quiero recordarlo, siempre sonriendo y alegre.
Por último y tal vez a quien más recuerde, por haberlo conocido y haber forjado con él una gran amistad, es a Juan Roberto. JuanRo, como le decíamos sus amigos, era una persona especial, amigo de verdad, de los que se cuentan con la mano, de los que te hacen acercarte a Dios y cuestionarte tu vida en cada encuentro. Una persona que daba más de lo que se le pedía, que hacía más de lo que tenía que hacer. Un caballero en todo el sentido de la palabra; un verdadero señor, pendiente del último detalle y siempre, pasando inadvertido o como diríamos, sin tratar de robar cámara. Grande por sus virtudes y humilde como ningún otro. Teníamos nuestras fuertes discrepancias en algunos temas pero podíamos discutirlas. El era tan terco como yo, pero eso no nos hacía menos amigos. Extrañaré muchísimo nuestras conversaciones, nuestros partidos de squash y, sobre todo, nuestras discusiones.
JuanRo era excelente en todo. Era profesor de Ética y Filosofía Social. Gozaba, además, organizando seminarios para estudiar y conocer a fondo lo que algunos pensadores importantes habían dejado en sus obras escritas. Era concejal de la Municipalidad y se lanzó en las últimas elecciones al cargo de diputado en el Congreso de la República. Lamenté que no ganara por muy poco.
Quisiera escribir más sobre cada uno, en especial sobre Juan Roberto. Pero termino como ellos hubieran querido, la vida sigue su camino y no olvidemos que “morir, es volver a vivir…”.