Caley Hill ha informado en el Daily News de Los Angeles que los reyes de la industria porno han enviado una nota al Congreso estadounidense con copia al Secretario del Tesoro pidiendo un “salvataje” de cinco mil millones de dólares, básicamente sustentado en el agrumento de Joe Francis (el productor de “Girl´s Gone Wild”) en cuanto a que “las personas pueden vivir sin automóviles pero no sin sexo”. A esta consideración se agrega la reflexión de Larry Flynt (creador de la revista “Hustler”) por la que subraya que a raíz de la crisis “la gente está deprimida y.por tanto, el Congreso debe ayudar a rejuvenecer el apetito sexual” lo cual suscribe con entusiasmo Francis Koening quien dirige el fondo de inversiones pornográfico AdultVest.
Por su parte Mitt Romney, ex gobernador de Massachussets y el hijo del ex Presidente de American Motors publicó un artículo en The New York Times titulado “Dejen que quiebre Detroit” donde explica de modo muy detallado y con profusión de documentos la situación de la industria automotriz y que los salvatajes que se han discutido para el sector no harán más que hundirla definitivamente. Sostiene que la creciente competencia japonesa barrerá con la ineficiente producción estadounidense ya que el área necesita realizar ajustes de magnitud al efecto de reencauzar esa actividad, todo lo cual serán anulado por los contraincentivos anunciados en la antedicha financiación gubernamental.
En una sociedad abierta, es la gente y no los aparatos políticos la que decide cuales serán los rubros que prosperen y cuales deberán presentarse en convocatoria o quebrar través de los plesbicitos diarios en la medida en que compren o se abstengan de hacerlo. Los cuadros de resultados indican si el comerciante acierta o si yerra. Como los recursos no crecen en los árboles y son escasos en relación a las necesidades que hay por ellos, la eficaz asignación de factores productivos resulta crucial.
Pobres los pobres
Cuando se proclama que los gobiernos ayudan a ciertos sectores, no son los gobernantes los que entregan sus patrimonios sino que los detraen de otros sectores para producir la transferencia coactiva de marras. En la tristemente célebre y bochornosa era Bush, Estados Unidos se había embarcado en una multibillonaria ayuda a los sectores con más poder de lobby en detrimento del ciudadano común que no cuenta con esa capacidad. Como bien a dicho Milton Friedman “no hay tal cosa como un almuerzo gratis”, cuando el gobierno entrega fondos, por ejemplo, a los bancos, es porque los arrancó de otra gente directamente o indirectamente a través de la inflación monetaria que, como se sabe, recae especialmente sobre los sectores más débiles. Todos los problemas en el empleo y en la producción se trasladan de los sectores financiados graciosamente a los financiadores obligados: la diferencia es que en los primeros casos el tamaño de las empresas concentra la atención de políticos y de muchos medios periodísticos mientras que en los segundos hay más dispersión y, por ende, la noticia se diluye pero los agujeros suman la misma magnitud. En economía no hay magias.
¿Es la gente para los bancos o son los bancos para la gente? ¿Cómo es posible que se continúe tolerando que los banqueros echen mano de los depósitos llamados “a la vista” para engrosar sus ganancias a través del sistema de reserva fraccionaria manipulada por la banca central? Si una actividad se encuentra en problemas y hay quienes voluntariamente desean ayudar debido a que tienen intereses en ese sector o cualquier otro motivo, procederán en consecuencia vía la convocatoria de acreedores o acuerdos y arreglos contractuales equivalentes, pero compulsivamente arrancar el fruto del trabajo a través del aparato estatal constituye un atropello a todas luces inaceptable. El sistema bancario mencionado hace que, de facto, opere en estado de insolvencia (que surge a la luz pública cada vez que tiene lugar una modificación en la demanda de dinero).
Hay intelectuales de izquierda que han percibido la trampa y desde luego los liberales la denuncian, pero también hay izquierdistas que con una llamativa candidez aprueban el saqueo a los más necesitados para entregar sumas colosales a grandes empresas fracasadas por irresponsabilidad manifiesta o por una incompetencia mayúscula. En estos casos ¿donde quedaron las banderas de la izquierda que hoy alegremente acompañan la rapiña? ¿Es la política de Robin Hood al revés lo que los entusiasma? ¿O es que realmente creen que hay alquimias y los recursos vienen del aire?
La diferencia central entre Uganda y Canadá estriba en marcos institucionales: en el primer caso ataques sistemáticos a los derechos de propiedad y en el segundo el respeto basado en normas previsibles y civilizadas. A su vez, la diferencia de sistemas jurídicos y económicos es lo que obstruye o permite la optimización de las tasas de capitalización que hacen posible mayores salarios e ingresos en términos reales. En Estados Unidos la tradición era esto último, lo cual ha cambiado y en lugar de contar con un gobierno que protege derechos, regulaciones absurdas y asfixiantes impuestas de modo creciente, aumentos siderales de la deuda estatal, incrementos astronómicos del gasto público y el déficit fiscal han engendrado un Leviatán que ha invadido con sus tentáculos la privacidad y los recovecos más sensibles del ciudadano, en abierta contradicción con los preceptos establecidos por los Padres Fundadores. Estados Unidos se ha latinoamericanizado en grado alarmante. No se trata de la estúpida “teoría del derrame”, se trata de abrir cauces a la productividad para elevar el nivel de vida de la gente. No es lo mismo arar con las uñas que hacerlo con un tractor. No es lo mismo pescar a cascotazos que hacerlo con una red de pescar. Los equipos de capital hacen la diferencia y para ello se requieren incentivos para producir y no el copiar recetas de países atrasados comandados por energúmenos y melagómanos que empobrecen a todos mientras ellos se enriquecen con recursos malhabidos.
Obama se encamina a levantar el embargo a Cuba (bloqueo es el impuesto a las libertades de los lugareños) que reiteradamente ha servido de burdo pretexto a la tiranía castrista para justificar la miseria y las hambrunas de los habitantes de la isla mientras los jerarcas nunca se han privado de operaciones trianguladas. Obama ha revertido el camino patético iniciado por Bush en cuanto a las atrocidades de Guantánamo, la tercerización de la tortura y en general el abandono del debido proceso, pero, a pesar de consejos de su propio partido en cuanto a que no oculte la crisis provocada por su antecesor, lamentablemente ha optado por más de lo mismo lo cual puede disimular el mal por un período pero, tarde o temprano, el daño surgirá con más fuerza, como queda dicho, debido a la acentuación de la política que afecta a los sectores más desprotegidos. No se puede esconder impunemente la tierra bajo la alfombra para siempre.
En una entrevista de Charles Hodson, paralela a la última conferencia en Davos, Christine Lagarde, la Ministro de Finanzas de Francia, declaró que “en medio de un incendio no debemos reparar en la cuenta de agua”. Linda frase, gramaticalmente bien construida pero a la que se le contrapone la conocida sentencia de que no resulta posible apaciguar una hoguera con nafta. A pesar de todas las trapisondas chinas para disfrazar el espíritu totalitario que prevalece en el partido único, las manifestaciones del Primer Ministro, Wen Jiabao, son sensatas: “en Estados Unidos, durante demasiado tiempo se estimuló la disminución del ahorro”. Efectivamente, entre otras cosas, las manipulaciones en la tasa de interés (que indica la relación consumo presente-consumo futuro) por parte de la Reserva Federal trasmiten información falseada en cuanto a que hacen aparecer retornos sobre la inversión que son en verdad proyectos antieconómicos, lo cual naturalmente conduce al consumo de capital y, como hemos señalado, a su turno, la estructura de capitalización determina el nivel de salarios. Es muy oportuna la voz de alarma de Nelson Schwartz -corresponsal de la edición internacional del Herald Trubune- al escribir que “el resto del mundo se pregunta como Washington pagará todo esto”.
Cuidado con la derecha
Por su parte, la llamada derecha siempre ocupa una de dos vertientes, o está envuelta en un pesado tufillo nazi o es conservadora, pero en ambos casos tiene un enemigo común: el liberalismo. De los criminales nazis no hay mucho que pueda agregarse. Por su parte, como es sabido, el origen de la tradición conservadora nació después de la Revolución Inglesa de 1688. Los conservadores querían conservar los privilegios de la corona, en oposición al espíritu de la Revolución encabezada por Guillermo de Orange y María Estuardo basada en los principios luego asentados por John Locke.
Por más que se intenten méritos y se acumulen esfuerzos, el espíritu conservador no ha podido librarse de algunos rasgos centrales. Como he escrito antes, en general, el conservador muestra una inusitada reverencia por la autoridad, el liberal, en cambio, siempre desconfía del poder. El conservador pretende “el filósofo rey” a la Platón en contraste con la postura liberal-popperiana de intentar que el gobernante haga el menor daño posible. El conservador es aprensivo en cuanto a los procesos abiertos de evolución cultural, mientras que el liberal acepta que la coordinación de infinidad de arreglos contractuales produce resultados que ninguna mente puede anticipar. El conservador tiende a simpatizar con “el estadista planificador”, mientras que el liberal rechaza los diseños y las construcciones de la ingeniería social. El conservador celebra el espíritu nacionalista-“proteccionista” (y a veces, xenófobo) y el liberal es cosmopolita y librecambista. El conservador propone un sistema en el que se impongan sus valores personales, mientras que el liberal mantiene que el respeto recíproco significa que otros compartan valores muy distintos mientras no se afecten derechos de terceros, puesto que la protección de las autonomías individuales constituye un valor irrenunciable. El conservador es tradicionalista mientras que el liberal es respetuoso de las tradiciones pero no se pega al statu quo. El conservador suscribe la alianza entre el poder y la iglesia, mientras que el liberal la considera nociva y peligrosa. El conservador es muchas veces intolerante mientras que el liberal hace de la tolerancia su leitmotif. Hayek explica que en definitiva el conservador “ha variado su postura según haya sido la fortaleza de los movimientos que se ubican en las respectivas alas”.
Es cierto que Obama se ha sacado de encima a la así llamada “derecha cristiana” y a los nefastos neoconservadores pero, por el momento, sucumbe ante la avalancha en cuanto a la consolidación y fabricación de una nueva burbuja en marcha, montada sobre la anterior. No se explica como no se ha aprendido de la monstruosa burbuja inmobiliaria: el gobierno norteamericano utilizó a las empresas cuasi-estatales Freddie Mac y Fannie Mae para intervenir masivamente en le mercado inmobiliario ofreciendo hipotecas sin las suficientes garantias y a tasas negativas (descontando la inflación), con lo que la demanda creció exponencialmente y los precios se elevaron artificialmente hasta que la situación se puso en evidencia y explotó. Lo mismo que ocurrió con el pionero en burbujas, el fabulador John Law en el siglo dieciocho, y lo mismo ocurrió con el tramposo Bernard Madoff en nuestros días. La diferencia es que el fraude resulta mucho más devastador y difícil de combatir cuando lo lleva a cabo el gobierno con el apoyo de la ley y la fuerza que la respalda.
El conservador habitualmente desconfía del mercado porque estima que “el gobernante amigo” metido a coordinador de haciendas ajenas puede hacer un buen papel. No parece percatarse que es una misión imposible. ¿Quién es el mercado?: usted lector. Todos los que no somos autárquicos y creemos en la cooperación social estamos inmersos en ese proceso en el que tienen lugar millones y millones de arreglos contractuales diarios que denominamos mercado. Constituye una arrogancia y una colosal presunción del conocimiento el pretender sustituir ese proceso por directivas de burócratas ajenos a los operadores que tienen el conocimiento, las más de las veces tácito e inarticulable como nos enseña Michael Polanlyi. Leonard Read ilustra la idea cuando escribe que hasta la producción de un simple lápiz nos excede. Imaginemos las tareas de forestación y reforestación que demandan décadas. Las financiaciones que demandan, los transportes, los aserraderos y las empresas involucradas horizontal y verticalmente. Las plantaciones de caucho para las gomas del lápiz, las minas de carbón, las pinturas y esmaltes y las miles de operaciones diarias que concurren. Hasta el último tramo nadie está pensando en el lápiz puesto a disposición del consumidor en la papelería o en el kiosco y, sin embargo, las coordinaciones resultan en procesos más complejos de lo que una mente puede concebir debido al mecanismo de precios que trasmite información por su naturaleza fraccionada y dispersa. Salvo raras excepciones, hoy los discursos de los gobernantes -incluyendo los que provienen del otrora baluarte del mundo libre- son construidos como si el que habla fuera el gerente general del país y los gobernados sus empleados, al tiempo que descuida sus funciones específicas de seguridad y justicia que es lo que generalmente no ofrece para embarcarse en las aventuras más inauditas y ajenas a la misión establecida en un sistema republicano.
El Fondo toca fondo
En la reunión de los G-20 en Londres que acaba de clausurarse se decidió triplicar los aportes al FMI como si esta institución no estuviera alimentada con los recursos succionados forzosamente de los contribuyentes de los países miembros y como si las catástrofes recientes ocurridas en Rusia, Tailandia, México, Turquía, Argentina y en otros muchos lares no fuera responsabilidad de aquel organismo. Desde hace décadas, entre otros, Peter Bauer ha escrito ríos de tinta desde su cátedra en la London School of Economics en libros y ensayos señalando que el Fondo Monetario Internacional es en gran medida responsable de la existencia de lo que se ha dado en denominar “países del tercer mundo”. Un país clasificado de ese modo no se debate en la pobreza debido a accidentes climáticos ni de la geografía sino debido a las políticas insensatas y contraproducentes de sus gobernantes. Controles de precios, impuestos confiscatorios, deudas públicas exorbitantes, reformas agrarias, gastos estatales incontrolados, empresas politizadas, sindicatos que obtienen sus ingresos expoliando a los trabajadores y con cajas negras, eliminación de la división horizontal de poderes, corrupciones galopantes en todos los niveles estatales, constituyen las explicaciones de tanta desgracia.
Esta situación provoca estampidas en los capitales locales que buscan refugio en otros lugares y los mejores cerebros también se ahuyentan en gran escala. En medio de este caos generalizado provocado por políticas manifiestamente desacertadas una y otra vez arriba el FMI con carradas de dólares entregados a plazos más extendidos de los usuales y con períodos de gracia inusitados con lo que se estimulan las medidas que provocaron el desmadre, lo cual cierra el circulo de las contrariedades. Lo mismo han destacado reiteradamente Anna Schwartz, Melvyn Krauss, Karl Brunner, Deepak Lal, James Bovard y los premios Nobel en Economía Vernon L. Smith, James M. Buchanan y Gary Becker.
Si en lugar de estimular políticas infames se les cortara el crédito a los referidos países, sus gobernantes tendrían dos caminos a seguir: o producen reformas liberalizadoras en cuyo caso se repatrearían personas y capitales y se obtendrían créditos sobre bases sólidas o, de lo contrario, si continuaran con sus políticas desestabilizadoras, deberán encontrar fuentes de financiación en lugares como La Habana o contratando con el bufón del Orinoco pero no en Washington.
Incluso el FMI genera subsidios cruzados entre los financiadores puesto que, por ejemplo, el granjero estadounidense debe hacerse cargo de los costos vía fiscal para que banqueros de Wall Street puedan hacer negocios bajo el paraguas protector de la mencionada entidad internacional, operaciones que nunca hubieran realizado de no haber mediado el Fondo puesto que se trata de colocaciones inviables y desde todo punto de vista imprudentes. Claro que cuando la situación resulta extremadamente torpe y expuesta, por ejemplo, cuando es sabido por todos que las estadísticas del país candidato a recibir recursos están falseadas deliberadamente por los gobernantes, el Fondo se abstiene. Sin embargo, esta aparente prudencia no ha sido así en todos los casos: los préstamos otorgados a Zaire, Malasia, Haití, Republica Dominicana, Tanzania, Irak, Etiopía y Birmania se han llevado a cabo en plenas masacres realizadas por gobernantes contra sus poblaciones y en medio de las corrupciones mas descaradas e impunes.
Como si todo esto fuera poco, el FMI está rodeado de secretos en cuanto a buena parte de sus operaciones por lo que economistas como Jeffrey Sachs insisten en que “se hace extremadamente difícil para observadores externos el preparar apreciaciones cuantitativas serias obre las políticas del FMI ” y Dug Bandow consigna que la entidad “no informa debidamente sobre los convenios stand by y se niega a que hayan auditorias para sus préstamos” quien también destaca que “si un país incumple los acuerdos celebrados con el Fondo [en cuanto a los pagos] simplemente se otorga un waiver y se negocia un nuevo acuerdo para otorgar más préstamos y así sucesivamente”. Por su lado, Roland Vaubel detalla los incentivos sumamente destructivos que establece este organismo internacional en un largo ensayo que lleva el sugestivo título “The Moral Hazard of IMF Lending”.
Democracia de la billetera
En este contexto es que Harry Johnson ha escrito que el denominado “Nuevo Orden Económico Internacional” no es nuevo porque repite los desaciertos de la política mercantilista del siglo dieciséis, no es orden debido a que provoca caos, no es económico ya que estimula el derroche y no es internacional puesto que incentiva sistemas alambrados y cerrados. Claro que los funcionarios del FMI viajan en primera con “valija diplomática”, se alojan en hoteles de lujo y perciben emolumentos exorbitantes e inauditos “gastos de representación” bajo cualquier prisma que se analicen.
No pocas personas fuera de Estados Unidos saben de las consecuencias de la política del saqueo masivo inherente a las aludidas transferencias coactivas, pero miran distraídamente para otro lado porque solo tienen en vista proteger sus colocaciones a cualquier costo. No les importa quienes pagan los platos rotos, solo quieren que su banco o las empresas de las que poseen títulos accionarios se mantengan en pie. No es un tema de principios ni de preocupaciones por el bienestar de terceros sino de cubrir sus propias espaldas. No les resulta relevante que hayan realizado inversiones equivocadas, quieren que los inocentes se hagan cargo de las cuentas. No faltan quienes optan por esta postura hipócrita en base a la peregrina idea de que, de ese modo, “se mantendrá el sistema aceitado”.
Mientras todo esto ocurre en el mundo, se observan reiteradas violaciones al ideal democrático a través de reelecciones ilimitadas y destrucciones institucionales al por mayor, por ejemplo, en Venezuela, Bolivia, Ecuador, Paraguay y Nicaragua (otros países también parecen encaminados en el mismo rumbo suicida).
En nombre de los pobres se esquilma a la población y se liquidan sus derechos vía decretos de necesidad y urgencia y similares que no reparan en atropellar las vallas jurídicas más elementales de respeto recíproco y se mantiene en brete a los burócratas adictos a través del uso de la caja de los dineros públicos.
Juan González Calderón apunta que “los demócratas de los números” ni de números entienden puesto que basan sus razonamientos en dos ecuaciones falsas: 50% más 1% = 100% y 50% menos 1% = 0%. Contemporáneamente Bertrand de Jouvenel y Giovanni Sartori advierten de los peligros de semejante concepción atrabiliaria de la democracia y Benjamin Constant escribía que “La voluntad de todo un pueblo no puede hacer justo lo que es injusto”.
No vaya a ser que esta degradación del espíritu democrático y la burbuja en marcha hagan realidad la antiutopía de Huxley en cuanto a que “la cretinización moral” reclame tiranos, lo cual no solo es peor que al pesadilla del Gran Hermano orwelliano sino que destroza a las personas que mantienen un sentido de autorespeto y de dignidad. Para evitar este derrumbe es imperioso reconsiderar políticas que se vienen adoptando con machacona persistencia.
El autor Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias.