Pues, aunque parezca increíble, en mayo de 2009 un personaje lo calificó públicamente de “ex-intelectual”. Dios mío, ¿qué es un ex-intelectual? Intelectual no es un título académico del que se podría privar a alguien. No es un oficio que a alguien se podría prohibir ejercer. No es nada que se le pueda quitar a nadie. El término “intelectual” se inventó en Francia a raíz de Caso Dreyfus, y definía a las personalidades de las artes y la cultura, la ciencia, etcétera, que lucharon por la liberación de Dreyfus, y pronto se convirtió en una calificación que daba prestigio. Con el tiempo pasó a definir a las personas cuya actividad vital se ubica en el estudio, la investigación, la reflexión y toda una serie de actividades relacionadas con el pensamiento, y, por supuesto, la creación de novelas, ensayos, obras de teatro, cuentos, etcétera, es una actividad claramente intelectual, y quien la practica es un intelectual. Pero ni siquiera por dejar de escribir puede alguien volverse un ex-intelectual, puesto que lo que escribió, lo que hizo, escrito y hecho está. Y por más que le duela al personaje que dijo el disparate, la obra de Vargas Llosa está ahí, en las estanterías del mundo entero, en las bibliotecas del mundo entero, en el interés de los intelectuales del mundo entero. Y mucho más cuando Mario Vargas Llosa está pletórico de ideas, lleno de vida, activo y, sobre todo, vigente.
Si el personaje que tiene el dudoso honor de haber dicho tamaño disparate acerca de Mario Vargas Llosa fuese un borrachito en un bar de mala muerte, nada pasaría. Pero se trata nada menos que del Ministro de Cultura de la República Bolivariana de Venezuela. Un veterinario que nadie conoce en el medio cultural. Y hay quien dice que se automedica, pero supongo que eso no pasa de ser un chisme. A menos que se trate de una anécdota empeñada en entrar en una novela escrita por un intelectual, pero nunca por un ex-intelectual. Sería demasiado.