En lo que va del año, las autoridades cubanas decomisaron unos 150 equipos de televisión por satélite en aeropuertos de la isla, a los que se debe sumar cientos de antenas parabólicas clandestinas.
El objetivo, según admite el diario Granma, es eliminar el "veneno" de algunos canales de televisión extranjeros "que se esmeran en tergiversar la realidad cubana con la finalidad de crear confusión, descontento y pesimismo en la población".
Según reporta el diario El País de Madrid, el órgano oficial del Partido Comunista de Cuba publicó el jueves pasado un artículo en el que relata los inventos que algunos cubanos realizan para introducir, utilizar y ocultar en la isla dispositivos con los que se puede captar la programación de Direct TV y Dish, muy populares en los Estados Unidos y América Latina.
Por ejemplo, un sujeto disfrazó el plato de la antena de "adorno frutal", como si se tratara de "un centro de mesa" para pasar por la aduana. Al ser descubierto le fue impuesta una multa de 500 cubanos pesos convertibles a dólares.
Granma justifica la persecución con el argumento de que "la programación en oferta" por la televisión por satélite "convierte en trascendental el hecho más banal" y "nada aporta a la identidad nacional".
"El único beneficiario es el imperio, que satisface su apetito de engaño y dominación", concluye la nota cubana. A su vez, para las autoridades "enfrentar el negocio jugoso de piratería y distribución de las señales de televisión satelital es una cuestión de honor".
En la calle, sin embargo, el criterio es otro. "Conseguir una antena es el único modo de eludir el clavo de la televisión cubana, que nos quiere condenar a la pureza ideológica", bromeó Juan, un universitario que posee en su casa el ansiado aparato, al ser entrevistado por el diario español.
Las antenas ilegales son la única alternativa a la televisión oficial, que cuenta con cuatro canales nacionales, todos controlados por el Gobierno, y cuya programación está tan politizada y es de tan baja calidad que fue criticada duramente por intelectuales cubanos durante un congreso de escritores y artistas realizado el año pasado.
En La Habana, hay mucha gente con poder adquisitivo que tiene antenas clandestinas. De hecho, se calcula que actualmente funcionan, en la isla, decenas de miles.
Adquirir el equipo ilegalmente cuesta más de 1.000 dólares, y el servicio vale aproximadamente 50 dólares mensuales. Una vez adquirido, como las parabólicas son pequeñas y se pueden colocar en la casa, la gente las camufla dentro de tanques de agua, detrás de un bosque de helechos, etc.
Los costos del equipo y del servicio son casi inaccesibles para el cubano promedio, por eso en algunos barrios de la capital los propietarios de parabólicas han inventado el negocio de dar conexión a sus vecinos mediante una red de cables que puede unir a 20 hogares o más, al módico precio de 10 dólares mensuales por receptor.
Asimismo, los servidores más sofisticados han llegado a enterrar los cables coaxiales para que no sean detectados por la Policía, que periódicamente realiza espectaculares redadas por los tejados en busca de antenas.