Los progresos tecnológicos se suscitan en muy diversos campos. Lo importante es que lleve la delantera el progreso moral al efecto, no solo de darle la aplicación que corresponde a la naturaleza humana, sino para que no se paralice aquella evolución favorable. En el caso de los periódicos la tecnología deja marcas indelebles. |
Aparentemente la versión de los diarios en papel está condenada a desaparecer. Tal como lo señala, entre otros, Robert Murdoch, actual presidente de News Corporation y principal accionista de diarios como el Wall Street Journal y el Financial Times, esa versión resultará cada vez más obsoleta debido a los avances de las versiones digitales que permiten actualizar las noticias e informaciones varias veces durante el día y hacen posible una personalización y segmentación del mercado que se ajuste más a los diversos intereses de los lectores. En este contexto pronostica que las posibilidades de los diarios se incrementará a pasos agigantados pero no a través del hard que conocemos. También anuncia que el próximo paso de las versiones digitales, sea en la computadora, el teléfono, el Blackberry o lo que hoy se conoce como el Kindle, posiblemente ya no trasmitirán noticias y opiniones de modo gratuito para permitir la consolidación de márgenes operativos más allá de la publicidad. El activo de mayor valor en una empresa periodística es la confianza en la seriedad e independencia de la noticia y la información que se proporciona. El referido progreso tecnológico en esta materia hará más evidente aún la necesaria e imprescindible separación del “cuarto poder” del poder político y de toda otra influencia a los efectos de competir por grandes mercado, puesto que la ventaja de la economía de escala se hará más patente (recurrir a la expresión “periodismo independiente” resulta un pleonasmo grotesco). Quienes vislumbran el futuro de los periódicos vaticinan perspectivas sumamente alentadoras para este medio. La contracción de los diarios en papel para nada significa una merma para el mercado de noticias sino todo lo contrario. La sed por estar informado aumenta en grado exponencial en el mundo moderno y dicha información incluye de modo prioritario la opinión al efecto de permitir la toma adecuada de decisiones, muchas de ellas basadas en situaciones de complejidad creciente. Las notas de opinión permiten abrirse paso a través de un volumen inmenso de noticias. Estas notas hacen de brújula y de punto de referencia para interpretar adecuadamente la realidad que se trasmite a través de un cúmulo creciente de noticias, por más que éstas se encuentren debidamente seleccionadas. Quienes se han lanzado a las versiones digitales exclusivas han sido pioneros en el mercado periodístico y las versiones en papel que han agregado, actualizado y consolidado la digitalización están en camino a adaptarse a los profundos cambios que se vienen. Los hay también que, al decir de Murdoch, están “demasiado ocupados en escribir sus propias notas necrológicas y no ven el desafío de la oportunidad” y, en esta contexto, escribe que “lo que está obsoleto no es el diario sino muchos editores” que parecen aferrarse en exclusividad al papel y, en algunos casos, con versiones digitales sumamente modestas. Murdoch también enfatiza la importancia de que los diarios no reciban dinero gubernamental -es decir, detraído coactivamente de los contribuyentes- puesto que eso “hace perder el respeto y la consiguiente confianza de los lectores” y que si un diario está en dificultades (dijo en una entrevista en Fox Business) debe quebrar o presentarse en convocatoria de acreedores “puesto que en esto consiste el capitalismo”. En algunos lares lamentablemente ha habido (y hay) editores que se han asociado con el gobernante de turno en la fabricación de papel y equivalentes, o que se han vendido a través de avisos oficiales (en este sentido recuerdo el lema de un periódico en Buenos Aires que decía “este diario se compra pero no se vende”). Con respecto a éste último tema de la publicidad estatal, es menester subrayar que no se trata de que las agencias gubernamentales de noticias distribuyan de modo parejo y equitativo los anuncios publicitarios que se manejan en los presupuestos estatales, sino que dichas reparticiones deben desaparecer de los ámbitos de un gobierno republicano y si se tratara de ubicar anuncios con vencimientos fiscales y similares, deben licitarse esos servicios en agencias privadas. Las agencias estatales de noticias constituyen peligros presentes y manifiestos para la libertad de prensa, y como ha escrito Thomas Jefferson “si me dan a elegir un gobierno sin libertad de prensa o libertad de prensa sin gobierno, sin dudar, prefiero esto ultimo”.